49 | Camión

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El despertar del jueves fue el peor que recordaba después del primer día sin papá en casa y con el brazo escayolado. Sentía mi pulso fuerte y rápido palpitando en cada una de las partes de mi cuerpo. Me di la vuelta para darle la espalda a Cayden que aún dormía profundamente. Necesitaba relajarme porque temía echarme a llorar en cuanto viese al juez.

No me apetecía ver a mi padre y mucho menos a Cyntia. Solo quería que todo acabase, cerrar los ojos y volver a abrirlos una vez acabado el juicio. El cuerpo empezó a temblarme. No quería enfrentarme a mi padre. Por unos segundos tuve que apretar los puños para que los ojos no se me aguasen de lágrimas. Por un momento imaginé mil formas de evadir el juicio y entre ellas estaba escaparme.

Unas manos se posaron en mi cuerpo: una en mi hombro derecho y la otra en mi cintura, presionando levemente.

—Estás temblando—dijo la voz ronca de Cayden. Intentó hacer que me girase pero yo no cedí y él me soltó.

—Tengo miedo—admití. Un suspiro espeso escapó de su garganta y segundos después se acomodó junto a mi espalda, atrayéndome contra su cuerpo.

—Si te sirve de consuelo yo también lo estoy—confesó. Me quedé mirando la pared blanca. Sus palabras me impactaron a decir verdad. Cayden no solía admitir sus debilidades y que lo hiciese a pesar de que me asustase me tranquilizaba al hacerme ver que no estaba exagerando.

—Pero confío en que todo va a salir bien y tú tienes que hacer lo mismo, ¿Vale?—me preguntó incorporándose levemente y mirándome a los ojos. Me acarició el labio inferior mientras me demoraba en contestar para finalmente asentir.

—Lo intentaré—respondí finalmente y él me dio un par de palmaditas de ánimo en la rodilla al mismo tiempo que se ponía en pie.

—¿Vas a darte una ducha?—preguntó y yo asentí sentándome en la cama de Cayden, sintiéndome aún así demasiado adormilada para hacer cualquier cosa. Solo me apetecía enterrarme nuevamente entre las sábanas calientes y dormirme abrazada a la almohada de Cayden, sintiendo su olor en mi nariz.

La puerta se abrió de repente, haciendo que me tensase a una rapidez catastrófica. Una imagen demacrada de mi madre nos observó, tenía unas profundas ojeras que anunciaban que yo no había sido la única que había dormido mal. Recordé como la mano de Cayden se deslizaba por mi vientre hacia abajo y me sentí aún más nerviosa: ¿Nos habría escuchado?

—Estás aquí—dijo más tranquila. Cayden y yo nos miramos momentáneamente. Nos habían pillado. En los ojos de mamá se veía perfectamente que sabía que estaba ocurriendo pero pareció no darle demasiada importancia.—Deberías ir desayunando ya y tú también—dijo mirando a Cayden. Este asintió y le dio levemente la espalda a mamá.

—Voy a darme antes una ducha—le dije. Realmente la necesitaba.

—Tienes la ropa preparada en tu habitación.—dijo mamá y yo asentí.

Mamá y yo habíamos comprado un conjunto exclusivamente para el juicio. Nuestro abogado había insistido en que debía intentar dar apariencia de ser una chica que está apunto de ser una adulta y que sabe claramente que quiere estar con su madre. Cayden le preguntó si no era más adecuado vestirme con apariencia de niña para así causar lástima. Pero el señor White insistió en utilizar la estrategia ya dicha: "Confía en mi, Cayden".

Así que el sábado mamá y yo pasamos por el centro comercial y finalmente compramos un vestido bonito pero muy formal; Era de color vino tinto, resaltando contra mi piel pálida y se me ceñía por la parte de la cintura. La tela era de satén y a pesar de que me gustaba no era el vestido que yo compraría. Aunque mamá había insistido en que llevase zapatos con algo de tacón me negué, ni siquiera papá podría cambiar eso, no pensaba ir con otra cosa que no fuesen unas bailarinas.

La noche que coincidimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora