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Noviembre

"Elena, ¿vos te das cuenta de que esto que estás haciendo es lo mismo que haces siempre? No me escuchas".

Jazmín llevaba tres meses viviendo en Córdoba y, aunque le había costado al principio, se había acostumbrado a la tranquilidad de La Falda. La llegada de Elena, su ex novia, había perturbado su rutina, es cierto, pero la distracción era bienvenida. Era otra cosa en dónde tener la cabeza.

No en ese momento, claro, mientras Jazmín trataba de juntar lo que había quedado del desayuno y Elena revoloteaba a su alrededor. Su ex había llegado a Córdoba con la clara intención de volver a estar con ella.

Jazmín la quería. Mucho. Elena le había enseñado de libertad y amor. También le había roto el corazón por primera vez. Pensando en el dolor que había atravesado cuando se habían peleado, Jazmín de todas maneras volvería a elegirlo por sobre el dolor que sentía hace meses de manera constante. Si eso no decía algo acerca del estado actual de Jazmín, entonces nada más lo haría.

"Jaz, yo te quiero. Vos me queres. Escuchame", le pidió, sacándole de las manos la bandeja en la que estaba poniendo los restos del desayuno, "te propongo un trato. Tres citas. Dame tres citas y si a vos no te pasa nada, me voy. De verdad. Vos sabes que cumplo con mi palabra".

Y Jazmín aceptó.

La primera vez que salieron fue dos días después. Jazmín tenía la mayoría del día libre, teniendo que volver a las cabañas solo para la cena. En el auto que Elena había alquilado, fueron a pasar el día a Carlos Paz. Comieron en un restaurant de un amigo de Elena, que les había reservado una mesa espacial. Después de comer, tomaron una excursión en barco hasta el dique. El sol estaba a pleno, pero el calor no era agobiante. Era un día espectacular y Jazmín ser rio durante la mayor parte del día. Era fácil dejarse llevar con Elena. Es por eso que dejó que la besara frente al hotel, antes de despedirse. Fue un beso tierno. Más que nada, los labios de Elena sabían a recuerdos.

Para la segunda parte del trato, Elena la llevó a cenar a un hotel en las afueras de La Falda. Todo era muy romántico. El ambiente oscuro. Las velas. La comida y el vino, con la intención de funcionar como afrodisiacos. Esa noche, Jazmín dejó que Elena la bese en el auto, en la puerta de las cabañas. Elena insinuó que si Jazmín quería, ella se podía quedar un ratito más.

Hubiera sido fácil pedirle que lo haga. Encontrar consuelo en un viejo amor. Pero Jazmín la quería a Elena y, sobretodo, la respetaba. No quería lastimarla, aunque sabía que lo estaba haciendo. Esa noche, volvió sola a la cabaña que funcionaba como su hogar. Esa noche, Jazmín lloró todo lo que no había llorado. Lloró por todo lo que quería y nunca iba a tener.

La tercera cita llegó una semana después de la segunda, y con Elena fueron a un arroyo en La Falda con la intención de tener un picnic entre las piedras. Jazmín se sintió culpable todo el tiempo. Cuando volvieron, Elena estacionó el auto y se quedó mirando hacia adelante, como pensando que decir. Luego, se dio vuelta para mirarla y le sonrió con tristeza.

"El miércoles me voy a Berlin", anunció finalmente.

"Ah", respondió Jazmín, sorprendida, ya que esperaba otra cosa, un intento de renovar el acuerdo de las tres citas, o algo similar. Se sintió aliviada, y después, muy culpable otra vez.

"Mañana me voy a Buenos Aires, y de ahí directo a Berlin. Saqué los pasajes después de nuestra segunda cita", le dijo. Jazmín estaba algo confundida.

"Si ya sabías que te ibas, ¿qué fue esto?"

"Una despedida", le respondió Elena. Las lágrimas amenazaban por salirse de sus ojos y Jazmín se sintió pésima. "Me di cuenta. No me lo dijiste, pero en ese beso yo me di cuenta. Vos no me queres".

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