Origen: Primera parte

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Origen: Primera parte.


Cuatro años atrás.


El encuentro.


—Vamos Mel, solo tienes que acompañarme—bufe sin poder evitarlo.


—Dedícate a llevarme y cierra la puta boca ¿Quieres?


—Es una fiesta—chillo Hernán, mi hermano—. Habrá alcohol, droga y mucha diversión.


—Si también habrá orgias públicas—gruñí.


—Como si tú nunca hubieras participado de una—rio.


—Eso no es exactamente lo que le tienes que decir a tu pequeña hermana de dieciséis años.


—Por favor Melissa Hermitonw no te hagas la santa con tu querido hermano—pidió.


—Bueno compórtate como un hermano mayor y deja de invitarme a fiestas clandestinas.


—Creí que quería cambiar a tu bebe—murmuro.


—Ni en sueños—masculle.


No lo haría ni por todo el oro del mundo, eso no. No es que tenga miedo de perder en una de esas estúpidas carreras de autos, es más si quería podía ganas otro. Pero mi precioso bebe un Lamborghini Veneno Roadster Engine Rojo era un regalo de mi padre por mis dieciséis años, no me arriesgaría a dañarlo.


—Por favor—pidió.


—Ya—detuvo el auto ante un aparentemente abandonado almacén—Iré pasa por mí a las dos—murmure bajando del auto.


— ¡GRACIAS! Eres la mejor hermanita que puedo tener—chillo desde adentro.


Negué sin detener mi caminar, abrí la puerta del almacén mirando a mi alrededor, era pequeño justo papa una tienda cualquiera, ignore completamente la mugre en él y seguí mi camino al baño, este era grande y tenía un gran armario justo al frente de la entrada. Cerré la puerta detrás de mí y me adentre al armario, que en realidad dolo era otra entrada al verdadero lugar.


Las escaleras eran extensas e interminables, daban a un gran bodega, suspire al llegar y observar a la miles de personas que iban y venían por todos lados.


Mi padre quien era dueño de esto, cabe destacar que también era un mafioso—muy poderoso y temido— me cedió el control de esta sucursal, claro que teniendo cinco hijos con exactitud, con más de diez bodegas en la cuidad, a mí por ser la más pequeña me cedió el control de solo una.


Las estanterías que rodeaban la gigante bodega llegaban hasta el techo, miles de cajas se podían ver, peor en realidad solo eran una fachada que ocultaban el interior, lleno de dinero, drogas, cosas adulteras joya, ropa y armas. Nada fuera de lo normal.


—Melissa—un hombre pelinegro gigante a comparación de mi apareció a mi lado rápidamente—. Qué bueno que llegas tenemos algunos problemas—alce mi cejas en su dirección—. El robo al banco nacional fue un existo, más de seis millones fueron recaudados, lo malo que una de las cámaras capturo el rostro de cuatro de nuestros hombres. La exportación de México no trajo todo el cargamento, solo la mitad. Ha llegado el chico nuevo que reclutamos de la otra sucursal. Tu padre llamo y ordeno que un cuarto de las joyas robadas y obtenidas, sean vendidas en el exterior.


—Bien—medite—. Llama a Georgina y dile que hará desaparecer esas grabaciones a como dé lugar, no importa el precio. Llamen a México y ordenen que manden todo en dos días, de la contrario habrá problemas, ya sabes a lo que me refiero. Al chico nuevo lo quiero con Mark lo pondremos en matanza por ahora, lo entre en la mira—suspire—. Escoge a once infiltradas, cambio de look por completo y mándalas a todas a Londres, diferente lugares, pero mismo país, que cada una cargue con una fracción de joyas, que las vendan el mismo día y misma hora y luego regresen rápido, condésele los papeles necesarios.


—Bien—asintió antes de desaparecer.


* * *


Cargue la pistola antes de apuntar, debía de llenar todos para que estuvieran lista para esta noche, tendríamos que encargarnos de algunos rebeldes que solo venden para ellos mismos.


— ¿Te ayudo?


Abandone la vista de la armas y la centre en el hombre gigante que se había posado frente a mí, mis piernas temblaron levemente, el cabello ondulado ceniza claro me llamaba a acariciarlo, los ojos azules me miraban con diversión y si eso era mentira la pequeña sonrisa me lo confirmaba. De ojos medios pequeños y nariz respingada, el hombre frente a mi parecía tener más de un metro ochenta. Vestido con una camisa, una chaqueta negra, al igual que sus pantalones, demostraba perfectamente el cuerpo atlético que tenía, sonreí sin poder evitarlo, era blanco común, pero con tanto negro en el parecía pálido.


— ¿Inspección terminada lindura? —me sonrió.


—Inspección terminada—concedí—. No deberías usar tanto negro.


—Lo dice alguien que esta vestido completamente de negro—me señalo—. Además es un gran color.


—Cierto.


— Entonces, ¿Te ayudo?


—Me puedes ayudar con muchas cosas—le sonreí.


—Alexander—tendió su mano.


—Melissa—agarre su mano, sorprendiéndome cuando la llevo a su boca y beso mis nudillos.


Joder, para una adolescente esto era demasiado.


—Un placer conocerte—murmuro con mi mano entre la suya cerca de boca—. Melissa.  

Una Madre En La MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora