No aceptes a un desconocido.

XIII

Nathan

Sentía como Mía estaba detrás mío. – Todo empeoró cuando Mateo se fue. Recuerdo que mi alegría desapareció. Todas las risas de esta casa se desvanecieron como si el viento se las fuera llevando poco a poco, lejos de mi alcance. Extrañaba sus locuras, él solía disfrazarse de científico y hacer experimentos con el lodo, manchaba su ropa y cuando mis padres estaban a punto de castigarlo...yo siempre lo defendía. – Mi voz comenzaba a escucharse un poco quebrada. – Mis padres decidieron inscribirme a una escuela de niños dotados, algo que yo no era. Ellos se frustraban por mis calificaciones, odiaban mi disciplina y se decepcionaron cuando me tuvieron que llevarme al psicólogo. – Las voces en mi cabeza me gritaban por haberle contado eso, cerré mis ojos fuertemente para intentar que pararan. – No tenía amigos, ninguna persona quería juntarse con el loco de la clase, excepto ella. Ofreció ayudarme en mis tareas y enseñarme todo lo que ella sabía. Era simplemente asombrosa, inteligente, bella, sus ojos estaban llenos de magia y tenía un brillo que aún recuerdo, la amaba. Ella me regresó mi felicidad, la alegría en mi vida, esas risas que hace mucho tiempo Mateo me regaló...pero como todo en mi vida...ella se fue de mi vida, decidió cortar conmigo. Ese día que me lo dijo ya no había brillo en sus ojos, tampoco estaba esa hermosa sonrisa que la caracterizaba y la hacía más bella de lo que ya era.

Eso no te da permiso de hacer lo que estás haciendo con todas nosotras, no tienes derecho a crear estos absurdos juegos solo para beneficiarte a ti mismo. ¡Todos hemos sufrido! No eres el único y si crees que me vas a dar lastima por eso, estás mal. Mateo ha sufrido más que tú y no por eso está tan enfermo como lo estás tú. - Gritó acercándose llena de lagrimas.

¿Tú crees que no se que estoy enfermo? Por favor, sufro todo los malditos días por las voces que están matándome por dentro. Podría matarte en este instante, pero prefiero a que alguien más lo haga y cree en mi cuando te digo que si yo no tengo un final feliz, ninguno de ustedes lo tendrá. - Mi corazón estaba acelerado y al parecer el de Mía también, mi respiración era muy pesada. - Estoy tan enfermo que a veces siento que no estoy en mi cuerpo y que alguien más lo está controlando, es capaz de hacer cosas tan malas.

Nos quedamos callados por un tiempo hasta que ella decidió hablar. - ¿Qué tienes en tus manos? - Bajé mi mirada para darle un vistazo a la carta que estaba en mis manos, la carta que Mateo me hizo antes de irse.

Flashback

Mateo

¡Maldito, ábreme la puerta en este instante Mateo! - Podía escuchar los gritos de mi madre que se encontraba afuera de la habitación intentando entrar a mi habitación para llevarme lejos de aquí. Las lagrimas brotaban de mis ojos sin parar.

Corrí a mi escritorio y tomé la primera hoja blanca y pluma que encontré y comencé a escribirle una carta a la única persona que me quiso en esta casa.

Nathan:

Es momento de decirte adiós y no puedo irme sin antes agradecerte por todo lo que alguna vez hiciste por mí. Perdóname si te dejé solo, pero yo ya no puedo vivir aquí. Espero que alguien llegue a tu vida y te haga olvidar los problemas que nuestra familia oculta. Recuerda que cuando vayas a visitarme yo estaré ahí para ti. No olvides que soy tu hermano menor porque yo nunca te olvidaré. Gracias por todo hermano.

Te quiere tu hermano Mateo.

Apenas puse la hoja sobre su cama mi madre logró abrir la puerta y junto con la ayuda de mi padre me fueron arrastraron ya que yo me estaba aferrando con lo que encontraba. - Por favor mamá, dame otra oportunidad. Me portaré mejor y haré lo que quieran.

No me llames madre. - Lo último que pude sentir fue el puño de mi padre en mi ojo, me quede inconsciente.

-
Al abrir los ojos me encontraba entre unos grandes arbustos que impedían que la luz del Sol se reflejara en mi rostro. Me levanté y observé mi alrededor, no había nada más que un pequeño edificio que tenía unas grandes letras que decían Orfanato.