—No nos precipitemos —la interrumpió Tofú de inmediato—. Tu capacidad no se discute, Kasumi, te lo he dicho. Dime, ¿te ayudaría abrir el sobre ahora mientras hablas conmigo? No quiero que esperes hasta que cierre la consulta y pueda ir a tu casa a acompañarte.

—Bien, sí... si usted cree que... —mientras balbuceaba, Kasumi ya estaba sacando con una mano el sobre del bolsillo de su delantal.

—Entonces, ábrelo —insto Tofú—. Y, por favor, dime en seguida lo que dice, quisiera saber el resultado de tantas semanas de esfuerzo.

—Claro —Kasumi asintió, aunque él no podía verla—. Voy a... necesitaré las dos manos para abrirlo.

Dejó el auricular encima de la mesita y rajó la parte de arriba del sobre de un tirón. Dentro había un solo papel doblado en tres partes y lo desplegó, leyendo ávidamente las letras que estaban escritas en él, lo repasó tres veces antes de detenerse en la primera parte de la carta. Tragó saliva.

De nuevo levantó el auricular y lo llevó hasta su oreja. El doctor Tofú esperaba con el suyo muy pegado al oído, para lograr captar hasta el más mínimo sonido que viniera desde el otro lado.

—Me aceptaron —murmuró Kasumi como en trance—. Logré... logré entrar en la universidad.

—¡Lo sabía! —aulló Tofú de gusto—. Lo sabía, conocía tu capacidad, sabía que podías lograr. Felicitaciones, Kasumi.

—Ha sido gracias a usted, doctor Tofú —replicó ella con lágrimas en los ojos, sin saber realmente lo que decía, o lo que estaba pasando—, nadie más tendría la paciencia para enseñarme, para prestarme libros y responder tantas preguntas que yo tenía... Doctor Tofú...

—Te mereces todo esto, querida Kasumi, te lo mereces todo —dijo emocionado el doctor—. Debes comenzar con los preparativos, tendrás que mudarte un poco lejos de Tokio, espero que no sea demasiado pesado, tu familia te ayudará y te apoyará mucho, desde luego.

El corazón de Kasumi latió acelerado. ¡Tantos cambios se avecinaban para ella! Después de despedirse y escuchar unas últimas recomendaciones del doctor Tofú, colgó el auricular y se preparó para contarle a toda la familia las noticias que había recibido. Sus hermanas no llegarían hasta la tarde, pero no había razón para demorar más el asunto y no contárselo a su padre de inmediato.

Preparó la mesa para el almuerzo y llamó a viva voz a su padre y al tío Genma. Sonriente, mucho más sonriente que de costumbre, sirvió los platos, rellenando los pocillos de arroz generosamente, preguntando a cada instante si querían más. Ella, por los nervios, apenas probó bocado, pero los dos hombres no parecieron notarlo.

—Mi querida hija Kasumi —comentó su padre, satisfecho después de comer—, es una verdadera bendición tenerte. ¿No es así, Saotome?

—Siempre se lo digo, Tendo, hijas como Kasumi son un tesoro que no hay que apartar nunca de nuestro lado —replicó Genma—. Si tan solo yo hubiera podido tener una hija la mitad de virtuosa que nuestra buena Kasumi, en lugar del hijo desagradecido que me tocó.

Kasumi escuchaba sonrojada y con la cabeza gacha, esperando el momento en que pudiera intervenir para hablar.

—No diga eso, Saotome, no diga eso —rio Soun nervioso—, si usted no hubiera tenido a Ranma no podríamos unir a las escuelas con el compromiso.

—Ah, claro, claro.

—Papa...

—Dime, hija.

—Yo... —la lengua de Kasumi se enredó—. ¿Qué opinas... de que comience a estudiar otra vez?

—¿Estudiar? —Tendo compartió una mirada con su viejo amigo—. ¿Estudiar cocina? ¿O será costura?, aunque ya eres bastante buena en ambas cosas. Recuerdo que una vez me comentaste que te interesaba mucho el bordado.

El año de la felicidad parte 2 (capítulos 201 en adelante)Where stories live. Discover now