Intermedio 3

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Despiadada, la tormenta azotaba implacable en su rostro empapándole las pestañas, su vista empañada le impedía ver más allá de las olas golpeando la costa. La ventisca igualmente cruel, compenetrada con la furia torrencial de aquella noche, tiraba de él entorpeciéndolo con saña, volviéndole por cualquier vía posible mucho más difícil acercarse.

Guillermo, un hombre cuyo temperamento casquivano, le hacía carente de cualquier entusiasmo emocional, nunca había tenido que vérselas como un intrépido héroe. No tenía motivos para enfrentarse a los infames destinos, no existía una razón de peso por la que luchar, por la que anteponer la vida de otra persona antes que la suya, pero por primera vez, y como nunca se sentía de esa forma; se llenó de una fuerza aguerrida, por sus venas corrió un torrente de energía, con el que logró impulsarse, tirándose de pecho y arrastrarse por la tierra lodosa precipitadamente, estirando las manos, las que en ese momento se volvieron garras para sujetarla de la mano.

Le golpeó de frente la sorpresa ante el ahínco de su propio terror. No se daría por vencido, acaba de descubrir su debilidad pendiendo de un hilo.

Los ladridos se aproximaban.

No la voy a perder. ¡No la voy a perder!

El lobo aulló detrás de él y se plantó de un solo salto. Un lobo de tamaño descomunal ensombreciéndolo todo a su paso.

Dios mío, no por favor...no lo permitas.

El lobo cerró la mandíbula en su pierna.

¡No!

Sus dedos resbalaron por su mano mojada. Ella profirió un grito desgarrador y sólo un relámpago iluminó su rostro.

Carina.

Guillermo se dio la vuelta, inquieto sobre la cama, con los latidos frenéticos, sudado y sintiéndose indefenso como hacía tanto tiempo no se sentía. Recordó sus primeras noches en el orfanato, vulnerable, diminuto e insignificante, pero incluso aquello no se le comparaba con la sensación de pena y abandono que lo acorralaban.

Poco a poco abrió los ojos, ajustándose a la oscuridad de su habitación. Afuera también llovía, un relámpago muchísimo menos amenazador que el de su sueño iluminaba la ciudad de Country Narvarte.

Siempre era la misma pesadilla.

La primera vez que se vio dentro de ella fue la misma noche de su encuentro con Andrea. En un inicio sólo alcanzaba a verse a sí mismo a través de un bosque espeso, los colores apagados mostraban sus pies descalzados, al parecer huía de algo o de alguien. Al menos eso pensó, cuando dos días después el sueño se volvió más nítido y mostró a una mujer mientras él corría tras de ella, la llamaba, pero la chica jamás se giró, no pudo verle el rostro. Y así sucedió relativamente, primero una o dos veces a la semana, hasta que se hizo constante. Pronto descubrió que no huía, sino que era a ella a quien él perseguía. Podía sentir y escuchar claramente su respiración agitada mientras seguía llamándola, hasta que la cosa se puso peor y un lobo negro entró en escena, acechándola, cazándola y él, por mucho que pisara el paso y lo convirtiera en una carrera contra la bestia no podía llegar a ella. Por alguna razón, le asustaba el final, así que despertaba justo a tiempo, antes de que la chica resbalara por el légamo directo al precipicio. Todo eso pintaba a locura, no era normal repetir el mismo sueño una y otra vez y despertarse con una sensación de vacío, de manera que decidió terminarlo. Llegar al final y ver de quien se trataba aquella mujer.

El anhelo del tiempo © [ SERÁ RE-EDITADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora