Prólogo

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Lo más simple que se me ocurrió fue escribir desde un seudónimo. La mayoría indicaría que es una forma de disimular el auténtico 'yo' que subyace en mí interior, pero la realidad es que me interesa poco que me conozcan o lo que opinen de mí, siempre ha sido así. Es una dicotomía un tanto incomprensible para algunos. Hey, escribes, ¿pero no quieres que te conozcan? ¿Cómo funciona eso? No lo sé, solo funciona para mí.

Cuando emprendí este relato no sabía con certeza como iba a concluir ni siquiera de que iba el mismo. El vocabulario que utilizo es el menos presuntuoso que mí formación me permite y los punteos siguen esta idea ya que el primordial objetivo es narrar la historia sin excesivas complejidades para quién desee involucrarse en ella. Si logro hallar las palabras adecuadas, quizá esta sea una buena historia que contar.

Para abordar este relato, debo destacar un par de cosas. En principio que soy un chico normal, completamente normal. Pero precisemos normal para un mejor entendimiento de mí mismo como protagonista de esta narrativa. Normal: léase, no soy adinerado, no tengo una historia de vida compleja que valga la pena contar, no hay abusos ni grandes adicciones en mi vida, salvo las clásicas: Alcohol sumado a marihuana y alguna tentativa de consumo de cocaína de joven que terminó tan rápido como comenzó. Estudié casi toda mi vida, actualmente vivo en un piso de un buen barrio, me permito algún que otro lujo, pero no excesos. Vengo programado con un poco de trastorno obsesivo compulsivo; me gustan las cosas a mí manera y tiendo a liderar los grupos con los que me toca vincularme, así como ser una persona que no pasa desapercibida, en especial al sexo femenino. Esto claro no es para mí algo que busque, simplemente me encuentra. Otra característica que poseo es que soy algo así como un lobo solitario. Tengo muchos amigos y gente que me rodea, pero prefiero moverme solo en general. No sufro de ningún tipo de enfermedades. Normal, eso. Tengo un trabajo de 40 horas a la semana, un perro y un gato.

Lo segundo es que no me considero una persona feliz, al menos no lo era cuando escribí esta historia, pero ese balance se lo dejaré al lector quién podrá juzgar por sí mismo.

Bien, pero ¿quién quiere leer la historia de un tipo normal? Básicamente nadie. Pero lo que hace la vida normal de alguien es la suma de experiencias que ha cultivado. Las mías muy normales en su mayoría. Pero la historia que pretendo contarles no es parte de mi vida normal, sino que fue un episodio que ocurrió entre mis 25 y 26 años de vida. De esas cosas que ocurren solo una vez en tu existencia y que cambian tu forma de ver todo para siempre y desde esa experiencia me dispongo a escribir.

Hoy sentado frente al ordenador que me sirve de lienzo todos los recuerdos vuelven a mí de forma tan tangibles que siento y experimento casi las mismas sensaciones que hace un par de años atrás.

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