Copo dos: Reviviste mi corazón.

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Copo dos: Reviviste mi corazón.

— ¡Jack Frost! — Grité al joven que se reía de mí mientras la nieve me cubría toda.  

Descubrí que Jack, aparte de ser un egocéntrico, era en exceso bromista. ¡Esa era la quinta nevada que creaba sobre mí! Dios, ¿cómo rayos es qué me sentía atraída por él? Me miré toda blancuzca, la nieve había entrado hasta zonas en las cuales nadie quiere tener nieve. Me sacudí lo mejor que pude y traté de controlar la furia que empezaba a crecer en mi interior, si algo había aprendido, era que controlando mi enojo podía evitar una nevada de tres días en todo Arendell. Jack me había extendido la mano para ayudarme a pararme del gran montículo de nieve donde su “nevada” con cara de avalancha me había enterrado; hice un ademan de tomarla, pero cuando estaba a pocos centímetros de tener contacto, la aparté bruscamente y chasqueé los dedos. ¡Yo también podía jugar lo mismo que él! 

De mis falanges salió un especie de humo de color azul acompañados de copos de nieve, arriba de la cabeza Jack empezó a formarse una gran bola de nieve, esperé a que tuviera un gran diámetro antes de dejarla caer. ¡Fue épico! Jack estaba cubierto de nieve, su sonrisa burlona había desaparecido y ahora sólo tenía un puchero, sus cejas se pusieron totalmente horizontales y en sus ojos se podía ver el reproche. Me reí apenas vi su cara, era tan cómica. La pequeña hada que acompañaba a mi frío amigo y Olaf también me acompañaron en las risas, se veía tan lindo cubierto de blanco y con esa carita. 

— Claro, claro. Búrlense del espíritu de la diversión. — Exclamó socarronamente mientras se limpiaba la nieve. 

— ¿Ves? Yo igual puedo jugar. — Le espeté levantándome.

— Sí, sí. 

Los días que pasé con él eran realmente divertidos. Mi corazón empezó a cobrar un poco de vida con cada nueva broma que me jugaba o yo le hacía a él. Cada sonrisa suya, cada pequeño tacto con él, cada charla, cada mirada, todo provocaba que mi corazón latiese de una forma que jamás había conocido. No lo sabía, pero aquella atracción que sentí por él con el paso del tiempo, se fue convirtiendo en cariño, y, a su vez, ese cariño se transformó en un sentimiento más profundo, aquel sentimiento que siempre me negué a sentir por el miedo de dañar a la persona que lo invocase y que sólo Anna podría hacerme controlar. Amor. 

«Estás enamorada de él», escuché una voz en mi interior y, de inmediato, negué aquella idea. Había convivido con Jack un tiempo, no nos separábamos prácticamente nunca y llegué a conocerlo técnicamente bien. Pero eso no era excusa para aquel sentimiento que mi corazón albergaba. Si me enamoraba de él, en alguna pelea que tuviésemos, o, cuando me llegara un ataque de pánico -que no he tenido hace algunas décadas- podría hacerle daño al estar tan cerca de mí. ¿Qué era un espíritu? Sí, pero no iba a meterme a averiguar si mis poderes también podrían llegarle a lastimarle. No a él. No a mi Jack. 

Un día estábamos hablando sentados al borde de la colina; Olaf me había pedido permiso de ir a ver las flores que se encontraban al borde de la montaña, así que le creé una nevada-personal y partió de inmediato; por ende, a parte del hadita que sólo se limitaba a volar sobre Jack, estábamos completamente solos. Mi corazón se volvió a acelerar al darme cuenta de la intimidad del momento, la mañana era realmente hermosa, el sol brillaba como nunca antes le había visto hacerlo, no había ni una sola nube en el basto cielo azul claro, por estar arriba de una montaña nevada el clima era más que obvio y la charla en la que nos sumergíamos era de los reinos a los cuales habíamos ido. En el caso de Jack: cuando fue un espíritu errante y aún no sabía su función. Y yo: cuando era aún la reina de Arendell e iba a ver a los reinos aliados y con los tenía algún acuerdo comercial. 

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