Capítulo 9: Pasillos de hospital

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-¡Vamos en coche! -gritó Faith feliz desde la parte trasera del amplio y cómodo vehículo de su tío.

Conducía un chófer.  Louis no había vuelto a conducir desde que había vuelto.  La pierna a veces le jugaba malas pasadas y prefería no arriesgarse.

-Tengo que pasarme un momento por el hospital.  Será muy rápido, cariño.  Pero dije que iría hoy a ayudar a unas cosas.

-¿Importantes?

Louis sonrió.  Importantes como limpiar tubos de muestras y ayudar a ordenar fichas de enfermos, labor de voluntario.  Pero no iba a decirlo delante de su sobrina.

-Sí, cielo.  Me necesitan. 

El hospital estaba situado a las afueras de la ciudad, como era usual.  Era un gran edificio compuesto por un ala antigua al que se había anexionado otro ala nueva.  Estaba pintado entero de blanco como símbolo de que era un enclave que las bombas debían respetar.

-Faith, quédate  por favor ahí, donde están esos niños.  No te muevas de esa sala. 

Faith se acercó.  Los niños estaban jugando con bloques de construcción.

-Me llamo Faith y mi tío trabaja aquí.

-Yo me llamo Joe y ella es mi hermana Meg.  Mi padre ha venido a revisar su prótesis.

-¿Qué es eso?

-Significa que una bomba alemana le arrancó una pierna.

-Oh... lo siento.

-Joe, Meg -dijo una señora vestida muy formal – Vamos, niños.  A casa. 

Faith se quedó sentada sola.  Eso era aburrido.  Su padre nunca le había llevado al hospital y resultaría interesante ver cómo era.

Con sus pasos cortos echó a caminar por el pasillo de brillante suelo marrón.  Casi todas las puertas estaban cerradas y dado que apenas estaba empezando a aprender a leer, no podía descifrar que decían aquellos carteles sobre las mismas. 

Hasta que alguien le sujetó del hombro.

-Señorita, por ahí no puede entrar.  Ahí está la zona restringida de la cuarentena de tifus.

Faith se dio la vuelta y le sonrió al doctor que la miraba.  Le inspiró confianza de modo instantáneo y con la inocencia que caracterizaba a los niños señaló aquello tan tremendamente obvio que era la señal de identidad del doctor Dominick Coleman y algo que los adultos murmuraban y no decían en voz alta.

-Tienes un ojo azul y uno marrón.

-Sí, es cierto. 

-Es genial -Faith le ofreció la mano – soy Faith Tomlinson, mi papá es Niall Tomlinson y mi tío Louis trabaja aquí.

-Sí, creo que lo conozco...

-Seguro que sí.  Su trabajo es importante.

-Señorita Tomlinson, vayamos a buscar a su tío, antes de que no le encuentre donde la dejó y crea que se ha extraviado.  No queremos asustarle.

-No.



Louis limpiaba mecánicamente un tubo tras otro.  Casi nadie había permanecido de voluntario una vez terminada la contienda, pero a él le satisfacía en cierto modo estar en contacto con el mundo al cual hubiese pertenecido si la guerra no se hubiese interpuesto segando su futuro.

-¿Señor Tomlinson?  Una señorita extraviada pregunta por usted. 

Louis levantó la cabeza.  Era el doctor Coleman. 

Bajo la mirada, un poco incómodo.

Dominick Coleman era omega.  Y aún así, era médico.  No sólo eso, era cirujano.  Había servido un año como médico en el ejército, allí había terminado su formación académica.  Entonces había terminado la guerra y había acabado destinado a ese hospital, ya que una tía suya, la señora Coleman, era una alfa muy rica y poderosa, benefactora del hospital y que vivía allí.

Casi ningún omega era médico y mucho menos cirujano.

Y ninguno que Louis conociera  tenía un ojo de cada color.

A Louis eso siempre le había parecido extrañamente atractivo pero no era algo que jamás fuese a admitir.  Como tampoco iba a admitir su resentimiento hacia él por lo que un alfa jamás debía sentir, celos.

Dominick había llegado y se había convertido en alguien adorado por todos, ademas la vida había vuelto a la normalidad y con ello Louis había sido desplazado.  Durante la guerra le habían permitido hacer cosas que ahora ya no.  No tenía titulación de médico ni enfermero así que ya no podía enyesar, tomar constantes y tantas otras cosas.

-Faith, cariño... te dije que me esperaras ahí.

-El me trajo.  Es muy simpático.  Tiene un ojo de cada color. 

-No mires a sus ojos, da mala suerte, cariño.

-Estamos en 1945, señor Tomlinson -dijo entonces Dominick con voz temblorosa – mirar mis ojos no dan mala suerte ni tengo un alma maligna dentro ni puedo hacer maleficios ni nada de eso.

-Por supuesto, señor Coleman.

-Doctor -dijo entonces Dominick – Doctor Coleman. 

Louis trago saliva.  A ningún alfa le resultaba agradable sentirse desafiado pero si el desafío venía de un omega... y si por demás, no podía responder a ese desafío...

-Me llevaré a Faith -dijo agachándose a colocarle el abrigo a su sobrina y deseando darse mil golpes mentales por lo que acababa de ocurrir.

Dominick permaneció en silencio.  Louis recogió los tubos y se fue.

El señor Tomlinson le agradaba, le veía alguien enigmático, e interesante.  Un alfa que nadaba en oro pero era capaz de por vocación limpiar tubos de ensayo era una persona a valorar muy favorablemente, y de hecho le gustaba cuando andaba por ahí.  Tenía algo de magnetismo y salvaje atractivo.  Verle con la niña, como un alfa desplegando instinto paternal, le había servido para acabar de opinar que le agradaba.

Y entonces había dicho eso.

Algo totalmente impropio de él.

Le gustaría saber porqué... y averiguar qué le ocurría para haber sido capaz de hablarle de ese modo.



Louis subió a Faith al coche.  Quería quedarse solo, lamerse las heridas de su estupidez pero tenía que hacerse cargo de su sobrina.  Niall nunca se lo había pedido y ese día no podía devolverla a casa de ese modo.

-¿Quieres ir a tomar un chocolate?

-¿Ese chico es amigo tuyo? Parece importante también.

-Faith, él es un doctor del hospital, apenas le conozco.

-Es muy agradable.  Y me gusta el color de sus ojos.  Son graciosos.  Y bonitos.

-Supongo que lo son.  ¿Vamos a comer pasteles?

La niña asintió con una risa.



Queréis conocer a Dominick??? Subo su foto en el próximo capítulo???

Acendrado ||Narry||Ziam||Omegaverse|| Historical-Fiction||Where stories live. Discover now