7)Mary está de los nervios.

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El hombre jadeaba. Dejó el jarrón ensangrentado en la mesa, sin percatarse de que aún seguía ahí. Movió el cuerpo de mi padre hacia una zona de la tienda donde había un gancho punzante con el que si te dabas en la cabeza te sangraba muchísimo, y se mojó los dedos, poniéndose antes un guante. Manchó el gancho y entonces me miró.

Yo estaba abrazada a mis muñecas, paralizada. El hombre se acercó a mí a paso lento y se puso en cuclillas ante mí, sonriendo. Me miró a los ojos e hizo la señal del silencio.

—Esto es un secreto, ¿vale? —susurró.

Me abracé más fuerte a mis muñecas y negué con la cabeza.

—Eres malo.

Él empezó a reírse a carcajadas y fruncí el ceño. Que tuviera siete años no indicaba que no fuera espabilada, aunque el miedo me podía.

Al final se incorporó y guardó el jarrón en una mochila que traía consigo. Me miró, y sonrió.

—Ya nos volveremos a ver, Emilie. Tenlo por seguro.

Se fue dejándome con la duda de por qué alguien desconocido para mí sabía mi nombre. Corrí hacia mi padre, y al no responderme lloré. Estuve así hasta la noche. Mi madre, alarmada, llamó a la policía y esta al verme ahí con mi padre, muerto, lloró también sacándome de la tienda en brazos y dejando a los expertos en la escena.

Casi lo había olvidado. ¿Por qué ha tenido que volver a mí?

Me levanto de la cama y me doy una ducha rápida para despejarme, cosa que logro, gracias a Dios. Miro el móvil tras haberme secado y me fijo en que son las once y media. Es raro que esté despierta a estas horas, pero si he tenido esa pesadilla no lo es tanto.

Voy hacia mi habitación y me visto con ropa de abrigo, ya que hoy, a diferencia de ayer, sí que hace bastante frío. Tras eso bajo a la cocina en busca de galletas para desayunar. No me gusta excederme a estas horas. Si como demasiado por la mañana me entran ganas de vomitar, por lo tanto, solo engullo galletas.

Josh baja en ese momento y me mira de arriba abajo. Chasqueo los dedos para que vuelva a la realidad y me mira riendo. Saca un vaso, lo llena de leche y lo mete en el microondas.

—¿Ayer fuiste de fiesta?

—Qué va, fui a ver a Ashley —responde, llevándose las manos a los bolsillos—. Aunque no trabajaba... —suspira—. Ah, y papá y mamá al final vienen mañana, ya que como pasado es nochevieja... no quieren venir el mismo día porque no podrán hacer nada en condiciones. Según mamá, claro.

—¿¡Mañana!?

—Qué querías, ¿montar una fiesta?

—Gilipollas —me llevo una galleta a la boca—. Claro que no, pero es que no soporto a las abuelas...

—Ya somos dos —el microondas pita y él saca su vaso.

—Bueno... yo me voy —guardo el paquete de galletas en su lugar correspondiente—. He quedado en el bar Dreams a las doce y ya llego tarde. ¡Adiós!

Corro saliendo de la cocina. Oigo una despedida a gritos justo antes de salir de la casa. Cojo mi bicicleta y me monto en ella, pedaleando con rapidez.

Despejo mis ideas y pienso en cómo va a ser el día de hoy. Quedan cinco días para que se acabe el plazo del "juego", y quedan dos para "la mejor nochevieja de mi vida". Qué bien.

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Tras haber dejado la bicicleta en el parking gratuito del parque central, llego al bar Dreams y veo a Mary contando los pasos. Ella al fijar su mirada en mí frunce el ceño, como diciendo "te dije a las doce, no a las doce menos cuarto" y yo arrugo la frente, perpleja, respondiéndole algo parecido a "¿y a mí qué?". Se encoge de hombros y sigue atenta a sus pasos. Voy a su lado y me llevo las manos a la espalda, entrelazando los dedos.

La llamada del secuestro. (REEDITANDO&RESUBIENDO).Where stories live. Discover now