CAPITULO 6.

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Dos años después

Suelta el aire y sonríe. Vaya, quién diría que mi mantra sería ese, tan simple y vacío.

Sólo muestra seguridad y come como si nunca se hubiera vuelto un problema en tu vida. Recoge tu pelo, viste moderna y muestra que te has vuelto la mejor versión de ti misma, y por si acaso, toma un calmante.

Suspiro y me levanto de mi pequeña, estrecha y molesta cama, créanme, es molesta, siento los resortes en mi espina dorsal.

Sólo tomo unos vaqueros algo desteñidos que mamá me ha comprado para lucir más "femenina", una blusa a cuadros delgada para combinar, una botas color café para l loucir mejor y un poco de brillo en los labios. ¿Acaso esto no es una tortura para una chica desalineada?

Terapia tras terapia... Algo normal para mí. Sólo podía escuchar la frase: "Tienes sentimientos intensos". Vaya, siempre es lo mismo, sólo que poco a poco he ido abriendo un poco más mi ser y he dejado salir muchas cosas.

Hoy toca terapia compartida, y no, no he hecho ningún amigo en Mercy. Todos tienen problemas en este lugar, y aunque muchos han logrado llevarse bien con otros, yo soy diferente. Suelo quedarme en mi habitación, que es la 204, y allí tiendo a leer, escuchar música y estudiar.

Mamá me pagó un profesor particular, que me educaba en mi habitación en la clínica. Al paso de dos largos años, como nunca salía, los internos me apodaron "la 204". Aquí, nadie sabía la razón por la que había llegado, ninguno tenía la menor idea de cómo había tocado fondo, y sinceramente, no quería que lo supieran.

Seguro mi caso no era el peor, sin embargo, eso no dejaba de lado el hecho de que me doliera infinitamente recordarlo o mencionarlo.

Salgo de mi dormitorio y me dirijo a la sala cuatro, justo donde últimamente he tenido que asistir voluntariamente a fuerza, cortesía de mi madre y mi psiquiatra: nada más y nada menos que Veronic Astel. Una mujer bastante inusual y sarcástica, quien me trató desde que llegué a Mercy.

—¡Miren! —grita una voz masculina. Josh—. ¡Hola, 204! ¡Qué milagro verte por aquí!

Ruedo los ojos sutilmente y sólo le dedico una sonrisa falsa. El me guiña un ojo y yo ni siquiera le doy importancia, es realmente extraña su actitud hacia mí. Mi mamá dice que es su inusual forma de coquetear conmigo, y obviamente, no le creo una sola palabra.

—¿Y? ¿A qué hora empieza esto?

Todos se alzan de hombros como respuesta a mi pregunta. Miro el lugar y otra vez hay sillas colocadas en círculo, con un pequeño banco en el medio. Oh no.

—¿Qué? ¿Te da miedo que te elijan para empezar la terapia sentada allí, 204? —me dice Dayan.

Ella es una chica que sufre un problema parecido al mío, llamado anorexia. De cerca se puede apreciar que no tiene cintura y que su ropa se pega a su esquelético cuerpo. Menos mal yo me detuve a tiempo...

—No.

—Hey, tranquila, todos somos amigos, ¿no es así, Dayan? —Josh pasa su brazo por mis hombros después de hablar.

—Claro, claro. Como sea.

—¿Podrías soltarme? —digo al ver que ya pasaron algunos segundos y sigue con su brazo en mi.

—Podría —dice con una sonrisa pícara—. Pero no, no quiero.

Otros chicos y chicas se acercan en donde me encuentro, tratando de safarme de Josh. Genial, lo que faltaba, más preguntas y comentarios estúpidos.

—Miren, es la 204 —dice una chica bajita, a la que le falta un brazo—. Anda, choca esos cinco.

Eleva su mano que tiene a la altura de su cara esperando que yo responda y yo sólo niego. Ella frunce el ceño y con brusquedad agarra con fuerza mi mano y la levanta a la altura de mi cara, despues me suelta y rápidamente hace que choquemos los cinco mientras mi mano permanece en el aire.

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⏰ Last updated: Apr 04, 2018 ⏰

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¿Soy un tal vez?Where stories live. Discover now