CAPITULO 4.

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Miro por la ventanilla del auto. Mamá conduce rápidamente para que no se le haga tarde para llegar a su trabajo. De vez en vez miro de soslayo a mi lado, precisamente hacia ella, y observo la esplendida sonrisa que sus labios intentan ocultar.

Papá hace unos días ha venido a visitarnos, y tras espiar un rato detrás de la puerta de la recámara de mamá, mi padre le ha dicho que las cosas no han ido bien con la rubia teñida. Sé que soy joven, pero todos los libros de romance que he releído cientos de veces me dieron a entender que el hecho de que mi padre le dijera eso... ¿Acaso le estaba insinuando que se separaría de su maniquí barato?

Seguimos pasando carros, edificios y casas. Hoy me he sentido mal: tengo mareos y en momentos me fallan las piernas. Cada día desde que me he puesto mi propósito de ser delgada, desde cada vómito, he perdido fuerza y me siento algo débil. Pero estoy segura que así es el proceso, sé que pronto estaré tan delgada como todas las otras chicas.

—Ya llegamos —dice mamá. Interrumpiendo mis pensamientos.

Sólo asiento y bajo del auto. Antes de que baje siento un jalón en mis cabellos y me giro a ver a mi madre con el ceño fruncido y algo molesta.

—Si mamá, ten un bonito día, te quiero —trata de imitar mi voz y río.

—Lo siento... Te quiero mamá, que te vaya bien.

—Ay, pero qué diferente suena eso. ¿Y mi beso...? —niego con la cabeza sonriendo y vuelvo a entrar al auto.

Ya en el asiento del copiloto me acerco a donde está. Ella se pone recta y finge mirar con poco interés por el parabrisas del auto. Me acerco y dejo un sonoro beso en su mejilla, a lo que ella de inmediato ríe y se gira tomando mi rostro con ambas manos y besando mi cara.

—¡Ya, se me hace tarde! —exclamo riendo y ella se detiene.

—Ten un buen día, cariñito.

Sólo asiento y salgo del auto. Inmediatamente me despido de ella cuando ya estoy en la entrada del instituto, ella también lo hace y sin más arranca el auto alejándose poco a poco por la larga carretera.

Suspiro y tomo las correas de mi mochila con ambas manos y cuando voy a entrar por la entrada principal escucho que gritan mi nombre, rápidamente me giro y veo a Dominick terminando de bajar de su lujoso auto y sonriendo en mi dirección. Un hombre algo mayor que al parecer conduce el auto se acerca a él y le susurra algo que al parecer lo avergüenza, puesto que a la distancia logro ver como se sonroja y el señor sólo ríe volviendo a entrar al auto y yendo por la misma carretera que mamá.

—¡Ali! —grita y comienza a correr hacia mí. Cuando ya ha llegado y estamos frente a frente, lleva sus manos a sus ante piernas y se recarga en ellas jadeando—. Qué cruel, me has echo correr.

Río y llevo mi mano a mi boca para amortiguar mi risa. El eleva una ceja como suele hacer siempre que está en plan divertido conmigo y cuando se recupera toma una pose seria y erguida.

—¿Acaso te da risa mi sufrimiento...? —murmura seriamente y yo ya no aguanto más: sin poder evitarlo, estallo en una carcajada que capta la atención de varios chicos y chicas que se encuentran alrededor.

El también comienza a reír, y de un momento a otro me abraza. Ya acostumbrada a estos gestos cariñosos por su parte, le devuelvo el abrazo con afecto. En la forma en la que estamos, puedo asegurar que parecemos una pareja; sus brazos me abrazan por la cintura y los míos se enroscan en su cuello. Río por ese pensamiento y su risa retumba en mi cuello. Sin verlo venir, me estremezco y el nota. Se separa y me indica su brazo, al inicio no lo capto, pero después algo cohibida entrelazo mi brazo con el suyo. Con la mano libre que tengo, que es la izquierda, acomodo el tirante de mi mochila y caminamos juntos al aula, que extrañamente se encuentra cerrada.

¿Soy un tal vez?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora