Capítulo 2: Viviendo una pesadilla.

2.8K 99 47
                                    

El trayecto a casa se me hace interminable. Mis pies me pesan kilos de más y el camino me parece extraño y jamás transitado. Quizás es porque mi mente solo puede ocuparse en reproducir una y otra vez, como disco rayado, las palabras que el idiota ha lanzado contra mí como filosos cuchillos ardientes.

Fea… Fea… Ahora entiendo por qué te rechazaron…

¡Qué increíble! Se han grabado con tanta claridad en mi mente, que hasta las puedo escuchar con su estúpida y arrogante voz.

Eres terriblemente fea… ¿Quién podría enamorarse de ti?

Cuando al fin llego a mi dulce hogar, me dirijo directamente hacia mi habitación. Mi madre aún no ha llegado del trabajo, cosa que agradezco porque seguramente comenzará con su interrogatorio sin escapatoria al verme como un alma en pena. Tiro mis libros sobre el escritorio y me echo boca abajo sobre mi cama con la idea de permanecer en estado vegetativo por el resto de mi vida. Decidida a que la luz del día no volverá a ver mi feo rostro nunca más.

Estoy con esa idea durante una hora, hasta que mi paz se ve interrumpida.

—¿Anna?

Mierda. Mi madre ha llegado. ¿Qué quiere? ¿Acaso una no puede deprimirse en paz? No le respondo.

—¿Anna? —vuelve a llamar—. ¿ANNA? —grita más fuerte al no oír respuesta. Y no la quiero preocupar.

—¡EN MI HABITACIÓN! —Respondo. No quiero gritar tanto pero mi sensibilidad está a flor de piel.

Siento pasos acercándose, luego la puerta de mi habitación se abre.

—Anna, ¿por qué no respondías? —pregunta entrando de una vez y cerrando la puerta tras de sí.

—Lo siento, do te oí —miento. Me incorporo de la cama para mirarla.

Una mujer de unos treinta y ocho años, ojos verdes y cabello corto, lacio y dorado, me devuelve la mirada con preocupación.

—¿Te ocurre algo, cielo? —me pregunta al verme hecha un estropajo. Lleva una mano a mi frente—. ¿Te sientes mal? ¿Tienes fiebre?

Sorbo los mocos por la nariz.

Do, do es eso, solo tuve un mal día en el…

—¿Estuviste llorando? —me interrumpe alarmada notando mi voz nasal.

Do —me apresuro a responder pero me delato. Rápidamente agrego—. Mal día en el instituto, eso es todo.

Ella no parece convencerse.

—Cariño, tú casi nunca lloras y menos por algo insignificante, cuéntame qué pasó…

—Mamá, por favor… —mi voz suena quebrada, así que reúno fuerzas para continuar— Cuando me sienta lista te lo contaré, lo prometo. Ahora do.

No quiero cortarla en seco, sé que sus intenciones son buenas, digo, ¡es mi madre!, pero aun así no me siento confiada como para contarle acerca de mi gran humillación. Quizás cuando me calme, dentro de algunos años.

—Por lo menos dime a lo que va.

Suspiro. He aquí el dichoso interrogatorio. No hay escapatoria.

—¿Problemas con tus notas? —Niego con la cabeza.

—¿Con los profesores?, ¿con tus amigas? — niego con la cabeza. Al intentar con lo más leve, se pone tensa.

—¿Alcohol? , ¿drogas? —niego con la cabeza por tercera vez y mi madre aprieta su mandíbula con fuerza

Falling in LoveWhere stories live. Discover now