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Giselle.

— Aquí tienes — digo, entregándole un vaso con agua a Chase. Lo toma, dándome un «gracias» a lo bajo y luego le da un trago. Mientras, me siento a su lado y espero que diga algo.

Sigue tenso, y me gustaría decir o hacer algo para aliviar el ambiente. Sin embargo, no sé qué.

— Es un idiota — suelta de pronto, dejando el vaso con agua en la mesita frente a nosotros. Entonces, se acomoda en el sofá, de forma en la que podamos estar cara a cara —. No debió tratarte así.

— No importa. Lo que diga tu hermano me tiene sin cuidado — tomo su mano e intento sonreírle.

Chase se mantiene un segundo en silencio, solo mirándome a los ojos, y luego frunce ligeramente el ceño.

— Giselle — me llama.

— ¿Sí?

— ¿Qué era eso que me estabas contando en la pizzería?

Sé de qué habla, pero no sé cómo empezar.

— Es complicado — suspiro.

— Soy bueno para manejar las cosas complicadas.

— No sé por dónde empezar, Chase. Todo es tan… confuso — hago una pausa y él espera que siga —: Unas semanas después de mi llegada al pueblo, justo antes de empezar a salir, atendí a un chico en el café. Estaba con Hannah, y éste chico nos habló sobre una flor, una flor llamada Belledame. Nos contó su historia, e hizo como un acto de magia, la flor se encendió y quedó intacta y… — hago una pausa y niego con la cabeza. Esta parte de la historia no es necesario contarla, así que decido contar la parte alarmante de la historia — Cuando fui a buscar su orden y volví, él ya no estaba, la Belledame tampoco, y Hannah no lo recordaba… era como si él nunca hubiera estado. Desde entonces lo veo, pero parece que nadie más lo hace, y esta acechando todo el tiempo; siempre lo veo… y la Belledame aparece todo el tiempo y… siento que me estoy volviendo loca.

Hago una pausa y trago saliva. Siento como, con solo hablar de esto, me altero un poco.

— Hoy estaba afuera de la pizzería, Chase. Y tenía unos ojos rojos horribles. Estoy segura que él fue el que me atacó aquella vez y…

Hago una pausa, y por un segundo creo que escucho su voz en mi cabeza.

«Giselle… » trago saliva.

No, no, no…

«Eres mía»

Jadeo.

— Giselle… — Chase me hace verlo.

Tengo el corazón desembocando.

Mon amour, estás temblando — se escucha alterado, y sus brazos rápidamente están alrededor de mi cuerpo en un abrazo protector.

— ¿Escuchaste? ¿Lo escuchaste, Chase? — Me aferro al material de su camisa y le busco los ojos.

Con el ceño fruncido niega con la cabeza.

« Giselle… »

— ¡Ahí está otra vez! — Chillo, mirando a todos lados. La estancia está vacía, solo estamos Chase y yo.

Su risa retumba en todo el lugar.

— ¡Se está riendo!, ¡se está riendo de mí…! — Soy consciente que sueno como una lunática, pero no puedo evitarlo.

— ¡Giselle, mírame! ¡Estás conmigo! ¡Estamos solos! — Chase me ahueca el rostro y pega su frente a la mía. Su mirada atrapa la mía y jadeo — Cálmate, nena.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Where stories live. Discover now