Los ojos se me llenan de lágrimas que no logro retener.

— Tengo miedo, Chase — sollozo — Siento que me estoy volviendo loca.

— No lo estás, Giselle. Mírame — le hago caso —… en mi mundo, esto tiene mucho sentido, ¿sí? No estás loca, y tampoco estás sola. Yo estoy contigo.

— Él me hará daño, Chase. Él quiere matarme…

Lo veo negar con la cabeza, sus facciones están surcadas por la angustia. No dice nada, solo me abraza con fuerza hasta que logro calmarme.

— ¿Estás mejor?

Asiento ante su pregunta.

— ¿Cómo sabes que ese chico fue el que te atacó aquel día? Creí que…

— Sé lo que dije — lo corto —. Cuando ví a Seam por primera vez, con esos ojos rojos, no sentí nada, solo el miedo que me generó saber que él era el asesino de todas esas personas y que podía hacerte daño. Pero hoy, cuando ví al chico de la Belledame, con sus ojos rojos, sentí miedo y tanta familiaridad. Cuando me atacaron, solo ví unos ojos rojos, los ojos rojos de un chico… y ese chico no es Seam.

Chase tensa la mandíbula y permanece un largo segundo en silencio.

— Ese chico… ¿qué te dice?

Hago una pausa. ¿Qué me ha dicho realmente? Solo una cosa:

— Que soy de él — y decirlo en voz alta hace que un sentimiento extraño me revuelva las entrañas, porque siento que sí: soy de él. De una forma que está más allá de mí misma y mi comprensión.

Mi novio hace una mueca.

— ¿Que eres suya? — Asiento ante su interrogante. Parpadea un par de veces — Ese chico… ¿Cómo es?

— Alto. De tu altura, y tiene el cabello hasta los hombros, es rubio y con hondas. Y tiene los ojos verdes… o tenía. Y es joven, debe tener unos veinte años.

— Te ayudaré. Vamos a buscar respuestas juntos. No estás sola. Esto… tiene que tener una explicación.

Y en el fondo sé que la hay. Una muy oscura y maligna.

Es un tema que me tiene realmente confundida y, durante la noche, no puedo dormir. Otra vez. Me la paso dando vueltas sobre la cama, pensando en tantas cosas que me abruman. Y otra vez, su voz suena en mi cabeza.

« Tan bella. Tan dulce. Tan mía »

A la mañana siguiente, cuando llega la hora de darle inicio a mi día, me levanto con la energía de un zombie.

Es lunes, el primer lunes de las dos semanas libres que tenemos, y no tengo ningún plan en específico.

Cuando llego a la sala, noto que ya el desayuno está listo.

— Hola. — Saludo en voz alta, llamando la atención de todos, y me acerco a mi padre cuando lo veo sonreír.

Me da un beso en la frente y tomo asiento junto a Hannah.

— Estaba a punto de ir por ti — mi hermanastra informa, dejando el teléfono a un lado —. Estaba hablando sobre el viaje que Gael hará. Las chicas ya confirmaron. Yo también iré, ¿qué tal tú?

Había olvidado por completo el viaje. Ni siquiera se lo comenté a papá, mucho menos a mamá. La verdad es que no sé si ir. No tengo ganas.

Abro la boca para responderle, pero papá se me adelanta y dice:

— Yo creo que a Giselle le gustaría ir a otro lugar.

Lo miro con el ceño fruncido y, entonces, deja un pequeño sobre blanco en la mesa.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Where stories live. Discover now