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Giselle.

El olor a alcohol y antisépticos hace que mi nariz pique. Los sonidos a mi alrededor se vuelven más intensos y vívidos conforme voy recuperando la consciencia. Intento abrir los ojos hasta que tengo éxito; sin embargo, me obligo a cerrarlos nuevamente cuando una intensa luz blanca me daña la visión. Al abrirlos de nuevo, esta vez más despacio para acostumbrarme a la luz, me encuentro con cuatro paredes blancas.

Un sonido agudo taladra mi cabeza, y trago saliva, sintiendo mi garganta seca. Tengo sed y me duele el cuerpo.

Me quejo.

— Giselle… — la voz de mi padre llega a mis oídos en un susurro lejano, y lo busco con la mirada hasta enfocarlo. Está a mi lado, y siento un agujero en mi estómago cuando veo cierto destello de preocupación, mezclado con el alivio, en su mirada verdosa.

Intento hablar, pero lo único que sale de mi boca es un quejido lastimero que se escucha ante mis oídos débil y lejano.

— Todo está bien, Giselle. Buscaré al doctor — dice de prisa, y el filo tenso de angustia en su voz no se me pasa desapercibido.

No digo nada, tampoco es como si pudiera, aún mi cerebro no termina con conectarse con todo mi cuerpo en sí.

Mis párpados pesados vuelven a cerrarse, e imagines inconexas vienen a mi mente con tanta intensidad que me hace gemir ante el ligero dolor punzante que me genera en la cabeza. 

Recuerdo haber salido de casa de la señora Boston, y cuando iba a la parada de taxis alguien me atacó. Era un chico al que no le vi la cara. Me golpeó un par de veces la cabeza contra el suelo, hasta que logré caer en la inconsciencia.

Me muevo un poco y el dolor revienta en mi sistema.

Me quejo una vez más.

— Giselle… — de pronto, la voz angustiada de Chase hace que abra los ojos de golpe y lo busque con la mirada hasta encontrarlo. Se está acercado, y noto alivio en su cara cuando logro sonreírle.

— Chase… — digo, pero mi voz es tan ronca y débil que no llega a ser más que un intento de susurro, estoy segura que ni siquiera pudo escucharme. Aún así, Chase se las arregla para sonreír y, una vez que se sienta en la silla junto a mi cama de hospital, agarra mi mano entre las suyas y la lleva a sus labios par dejar un beso en mis nudillos.

— Estaba tan preocupado por ti — el tono de voz, y lo cansado que luce, hace que cierto sabor amargo se abra paso en mi boca.

— Lo siento — a pesar de que mi garganta duele, me las arreglo para que esta vez mis palabras sean más claras.

— ¿Qué fue lo que pasó?

Trago en seco una vez más y desvío la mirada al techo.

— Stefan me contó que te vio en casa de Dove y Donovan. Estabas con Douglas, buscando información, cuando te dije que prefería mantenerte a raya con todo esto — no es una pregunta, tampoco parece estar enojado o reclamando algo, así que no me molesto en responder y él continua —: No puedes volver a hacer esto Giselle. No puedo protegerte tanto como me gustaría hacerlo.

— Es que yo no necesito que me protejas, Chase. Yo necesito respuestas — me las arreglo para decir, y desvío la mirada a él nuevamente, dispuesta a contarle todo —: Después de que te fuiste del café tuve una reunión con una mujer llama Valeria Boston, la madre de la última víctima encontrada en el bosque. Cuando salí de su casa e iba a la parada de taxis, alguien me atacó.

— ¿Le viste la cara?

Niego con la cabeza.

— Sólo sé que era un chico y que tenía los ojos… rojos.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora