113. Trucos

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Damon se quitó de encima de Iris, dejándole sitio a su amigo para ajusticiar a esa víbora. El Brujo se acercó andando hacia ella con su gracilidad felina. En sus manos un aura de poder de color violeta iba tomando forma. Iris se puso a la defensiva. Mi amigo le tiró una especie de ataque que ella supo rechazar, pero al segundo ataque Edward consiguió alcanzarla

—Para ser una simple aprendiz has dado mucho de qué hablar. Qué pena que ahora se te termine el juego. Ríndete. Cuatro clases de magia barata no son suficientes para equipararse a trescientos años de experiencia.

Iris se secó algo de sangre del labio e hizo aparecer en su mano una enorme espada.

—Eres un carcamal, un viejo que cree tener la fuente de la eterna juventud y lo que tendrás será una muerte horrible, por traidor a nuestra Señora.

Se tiró encima de Edward y Damon consiguió desviar su ataque con su espada, de un solo golpe. La acorraló y el Brujo se apoyó en el hombro del Demonio para poder ver mejor el rostro de esa chica.

—No pelees por tres minutos más de vida, querida...

—Ambos habéis traicionado a vuestras razas —escupió la chica—. Ellos nos masacraron durante siglos —ladró con ira.

—No, Iris, no hemos traicionado a nadie. Los Brujos tendrán derechos en Eralgia, gracias a mí. Diplomacia, así se llama.

—¡Patrañas! Os engañarán, os mataran como hicieron en Konstanzä. Llevarás a nuestro Reino a la extinción —gruñó la chica.

—El rey de Eralgia me ha pedido que te lleve con él a Vilangiack. Quiere que conozcas la celda más oscura de todas las de la Prisión General. Pagarás por todo lo que hiciste a esa gente inocente. Todos te llamaran monstruo si eres tú el que les da la razón. Espero que recapacites durante tu encierro.

La joven intentó lanzar un ataque, pero quedó reducida delante del poder de Edward, que la apresó con un halo de luz morada.

—¡Nunca conseguiréis terminar con la revolución! Los poderosos caerán y los desgraciados emergerán de sus miserables tinieblas para ser los dueños del mundo. No habrá paz para esta raza de genocidas, los Eldas deben extinguirse.

—Eso suena a genocida —apuntó Damon.

—Tu padre te matará por esto —advirtió Iris con un gruñido hacia el Demonio.

—Mi padre me tendría que haber matado por muchas más cosas y sigo aquí. Temblando me hallo, querida —canturreó Damon.

—Debemos acabar con ella —dijo Eathan con diligencia—. La prisión no es suficiente para contenerla. Voy a hacer lo que tendría que haber hecho hace tiempo.

Mi amigo se acercó a ella, con su espada desenfundada, con sus hombros echados hacia adelante. Con toda seguridad supe que iba a matarla. Edward lo detuvo.

—No quiero matarla aquí, quiero colgarla como un péndulo en medio de la plaza de Vilangiack, por orden de tu Rey.

—Debe morir —sentenció él.

Eathan y Edward cruzaron una mirada. El Brujo le sonrió con compasión al chico.

—Y morirá, pero no hagas algo así, tú no eres ese tipo de monstruo...

—Él no, pero yo sí —dijo el Demonio.

Damon se plantó detrás de la chica, con la espada sobre su cuello y le hizo un corte por el que empezó a gorgotear sangre. Tiró el cuerpo de la joven al suelo. Edward se llevó la mano a la frente y se frotó los ojos.

—Le dices a tu rey que si quiere colgarla he tenido la cortesía de dejarle un trozo de cuello para que lo haga.

—De verdad, eres imbécil.

ERALGIA I, La Bruja Ketsyäजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें