8. La visita

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Una marabunta de nombres corría por mi cabeza, pero había dos en especial que deseaba que fueran esa visita: Khäi y Eathan. Casi mejor si venían de uno en uno, porque verlos a los dos de golpe me mataría de felicidad.

¿Habrían cambiado mucho? ¿Habrían estado estudiando en la Academia de Generales? ¿Estarían mis cuatro Protectores juntos? ¿Sabrían que había vuelto a Eralgia? Dejé de soñar despierta y volví a ese pasillo.

Me fui directamente a la habitación de mis padres. Se encontraba en dirección opuesta a la mía. Me planté frente a la puerta. Me quedé cogida al pomo y esperé unos segundos. Necesitaba entrar de nuevo en ese lugar, poder sentirme cerca de mi padre, sentir que no lo había perdido...

Abrí lentamente y mis ojos se empañaron de lágrimas. Me envolvió el olor de mi padre, olor a madera de ciprés. Era como si el tiempo se hubiese congelado para mí. Entré, cerré la puerta y me quedé apoyada tras ella.

Era una habitación gigantesca, mucho más grande que la mía, pero muy similares en cuanto a la distribución. Me había pasado tantas noches en esa cama entre mis padres... Me colaba a medianoche y me tumbaba entre ellos como un gatito.

Acaricié la cama y me senté. Cogí una de las almohadas, hundí mi nariz en ella y la abracé con todas mis fuerzas. Era como sentir a mi padre de nuevo. Hubiese dado mi vida por abrazarle de verdad, por hablar con él una vez más y escuchar su voz tan tibia y cálida pronunciar mi nombre...

El dolor de cabeza volvió, sentía los latidos en la sien. Dejé la almohada y salí de la habitación, dispuesta a buscar un lugar en el que poder tomar el aire tranquilamente. Necesitaba respirar y sentir la brisa sobre mi piel. Bajé rápidamente las escaleras sin prestar mucha atención a la cocina, de la que salía un murmullo importante.

Pasé y me deslicé por un sendero que quedaba a la izquierda de la casa. Me perdí por el bosque siguiendo un camino de losas irregulares. Tenía la sensación de saber hacia dónde me dirigía.

A mi paso tocaba la corteza de los árboles y nuevos recuerdos fugaces se arremolinaban en mi mente: de pequeña me escondía tras ellos jugando al escondite con Khäi. Mi corazón se encogió. Khäi... Era tan divertido jugar con él, intentar escapar de sus preciosos ojos oscuros entre esos bosques.... Apresuré el paso hasta llegar al final del sendero.

Me paré frente a una arcada de piedra. Parecía formar parte de unas ruinas muy antiguas: había bancos de piedra, columnas partidas, arcos de roca medio derrumbados y, en el centro, un enorme pozo. Me adentré en el paraje. Era un lugar mágico.

Me apoyé en la pared de piedra del pozo y miré hacia abajo. No era muy profundo, unos siete metros. Sin embargo, a diferencia del exterior, que estaba lleno de vegetación, en ese pozo no había nada de vida. Estaba completamente seco y una capa de arena cubría el fondo. Levanté una ceja.

—¡Sabía que te encontraría aquí!

—¡Joder! —maldije.

Di un respingo al escuchar la voz de Arbenet a mi espalda. Me giré de golpe con una mano en el pecho, esperando que mi corazón no se fugase del susto. Ella ahogó una risita.

—Siento haberte asustado, cariño. Todavía no percibes al completo las energías, lo había olvidado.

—Casi os quedáis sin Guardián. Se me había parado el corazón. Por las fauces del Dragón, qué sigilosa eres.

Soltó una carcajada y se acercó a mí. Se apoyó en el pozo y miró a nuestro alrededor: la bóveda de árboles, el verde de las plantas que nos rodeaban.

—Este era uno de tus lugares favoritos para jugar. Te pasabas horas subida a estas piedras dando saltitos como una cabra. —Suspiró nostálgica—. Eras una niña tan feliz... Y yo he sido tan afortunada de tenerte.

ERALGIA I, La Bruja KetsyäWhere stories live. Discover now