1- Dulces para todos

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Corríamos por el pasillo riendo. El suelo de piedra estaba frió bajo nuestros pies descalzos debido a la bajada de temperatura nocturna. La respiración de Carlota estaba agitada debido a la carrera y la adrenalina. Doble la esquina y me pegue a la pared, Carlota izo lo mismo, me deslice hasta el suelo y di un respingo al notar la fría piedra en contacto con mis muslos. No había sido una buena idea ponerme el pijama de pantalón corto para esta gran hazaña.

-¿Nos han visto?- pregunte mirando a los ojos de mi amiga.

Y como siempre vi como sus ojos se volvían del verde esmeralda al gris casi blanco y volvían de nuevo al verde.

-No pero deberíamos volver sin llamar mucho la atención- susurró.

-Son las dos de la mañana ¿quién nos va a pillar?- dije incrédula. Carlota se encogió de hombros.

-De acuerdo, pero por si acaso -dijo tendiéndome la mano - hay que tener precaución.- le tendí la mano para que se callara- Buena chica- dijo tirando de mi para levantarme.

Puse los ojos en blanco y me agaché para recoger la bolsa que había posado en el suelo. Volvió a tenderme la mano y nos encaminamos por el pasillo de la residencia de los chicos. Bueno "residencia " porque solo era una nave de dos plantas. Arriba dormitorios abajo salas de convivencia. La parte de arriba a la derecha para nosotras, las chicas y la izquierda para los chicos. Estaba todo dispuesto de forma que las salas comunes y los patios eran mixtos (osea planta de abajo) y la parte de arriba, bueno eso ya es otra cosa. Están las habitaciones una al lado de la otra de modo que solo necesitas un pasillo a la izquierda y otro a la derecha. (el resto sobra) y por eso no había nada entre una parte y otra de la residencia, quitando el echo del cristal que impedía que te cayeras a la primera planta. Nos querían tener bien vigilados y si nos pillaban fuera de nuestras habitaciones después del toque de queda ( las 12 y media) o en la de algún chico olvídate de vivir para contarlo (casi es mejor esa opción).

Fuimos poniendo bolsistas pequeñas en el pomo de cada puerta como cada año, escogíamos un día de la primera semana para hacer un regalo de bienvenida a los campistas. Los que ya eran veteranos la esperaban ansiosos. Y los nuevos, pues no sabían nada. Nosotras lo pasábamos mejor que nadie. El regalo consistía en que dos noches atrás nos colábamos en la despensa y nos llevábamos un gran botín de chocolatinas, golosinas, coca colas (alguna que otra birra también caía desde hace dos o tres años) y lo repartíamos en partes iguales entre diferentes bolsistas, una por campista los nuevos llevaban algo más y luego lo repartíamos por las habitaciones. Colgábamos las bolsistas de la puerta como cestas de navidad. Nadie sabía quien era, excepto nosotras y Adrián que me había pillado en una ocasión. Los profesores se ponían echos unos energúmenos pero era gratificante. Cuando terminamos con la residencia de los chicos volvimos a bajar a la.primera planta con cuidado.

-¿Hay moros en la costa?- pregunte a Carlota. Ella cerro los ojos y los abrió. De nuevo vi como sus ojos verdes se tornaban blancos y volvían a su color natural.

-No- susurró -Están en la cafetería - yo asentí.

Subimos de la mano por si acaso y cuando estábamos a punto de doblar la esquina un ruido nos paró en seco. La miré fijamente y ella se encogió de hombros. " NO NOS VEN" vocalizo ella. Yo asentí y la agarré mas fuerte. Caminamos sigilosamente. Al llegar al pasillo vimos a una figura salir de una de las habitaciones.No lograba ver el número de cual ni ver quien era la persona aquella. En vez de encaminarse hacia nosotras siguió hacía adelante, en dirección a otra de las habitaciones ¿Quién demonios era?¿y que buscaba? Un rallo de la luna le iluminó lo suficiente como para ver que era un chico, y que iba sin camiseta. Cuando entró en una de las habitaciones me dirigí a Carlota.

- ¿Sabes quien era?- Murmuré. Ella negó con la cabeza- Acabemos y averigüémoslo.- Carlota puso los ojos en blanco.

No tuvimos que esperar mucho a que saliera, una vez acabamos. Pasó por nuestro lado con la camiseta en la mano y pude fijarme en el tatuaje que tenia en la espalda. Era un tigre, pero mas que fijarme en el tatuaje me fije en los abdominales y en la hendidura que le hacían los oblicuos en la cadera. Carlota me pasó la mano por la barbilla y murmuró "¿te traigo un cubo?"

-Hmmm...- Dije ensimismada, una vez que se fue.

-Dios mio Tasi, baja de las nubes ¿quieres?- dijo tirando de mi hacia nuestro cuarto.

-¿Qué quieres decir?- dije recuperando la compostura.

-Salió del cuarto de la señorita "O me haces caso, o me la pagas" y luego se fue a la habitación de la nueva. ¿Quién te crees que es?

-¿Qué crees que hacia?-susurre

-No me parece que necesites que yo te lo explique. Saúl es otro tio más del campamento. Otro que busca lo que todos buscan- Dijo limpiándose los pies y metiéndose en la cama.

-Ya- dije con indiferencia- me voy a duchar- dije mirando el reloj que había entre la cama de Carlota y la mía. Ya eran las cinco de la mañana. Y a las nueve teníamos que estar en pié.

- De acuerdo, yo voy a sobar, que mañana es Sábado. Buenas noches Tasi.

-Buenas noches Loti- Murmuré.

Me metí en la ducha y dejé que el agua caliente me envolviera. Este era él único verano que había deseado que llegara para venir a "El secreto" normalmente prefería intentar irme con mi padre en busca de vampiros, momias o chuchos. Pero una se cansa de que el único arte que su padre le enseñe es el de matar a seres que teóricamente "no existen" pero yo, por propia experiencia, sé que existen. En halloween mi casa fue asaltada por unos bichos asquerosos, de los que ya ni recuerdo el nombre. Eran una especie de zombies o algo así. Olían realmente mal y se les caía la piel. Mi padre me había gritado por haberme quedado bloqueada y por casi permitir que me cogieran. Desde entonces las cosas entre nosotros habían estado mas tensas que nunca. Y a pesar de que tengo mis 20 años casi 21 no quiero irme de casa aún.

Al venir aquí pensé que las cosas iban a ir mejor. Tal vez estar lejos de mi padre una temporada me vendría bien. Igual era eso lo que necesitaba. O solo necesitaba intentar llevar una vida normal.Me enjaboné y aclaré el pelo varias veces con la esperanza de sacar esos pensamientos de mi cabeza. Pero lógicamente, no funcionó.

El secreto, un refugioOù les histoires vivent. Découvrez maintenant