Fragmento 1 - 21:21 (Parte I)

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"Aventúrate, nómada del tiempo, en las llanuras solitarias del olvido."



El tiempo no existe, se ha extinguido. O al menos ellos no eran conscientes de su inevitable paso. De alguna manera conseguían escapar y permanecer aparte de su continuo flujo, mientras cada momento era asesinado para dar paso al nacimiento de otros nuevos. El tiempo pasaba pero ellos estaban dormidos.

Ella situaba su pequeña mano entre su cabeza y la almohada. Él, añorándola en sueños, rozaba su nariz con la nuca de ella, perdiéndose entre múltiples cabellos olor vainilla. La mano de él se unía con la de ella en un desfile de dedos que se enlazaban a la altura de sus dos cinturas. De vez en cuando, sus yemas se besaban. Otras veces, bailaban parejas junto a su gemela, abstraídas en su perfección bajo un compás de latidos, amándose egoístas sin percatarse de la existencia de un solitario meñique sin acompañante que se agachaba junto al ombligo de ella.

El frío omnipresente amenazaba incluso los rincones más escondidos, pero rápidamente era abatido por el calor febril que emitían sus cuerpos. Aún en reposo, su fatigado aliento exhalaba aquello que les arrebataría su futuro, masificado de ideas y sueños que pronto se convertirían en cenizas.

Y es entre esos deseos mutilados donde encontramos uno con cara y nombre, gozando de todo el cariño que sus dos soñadores pueden proporcionar. Guardado con esmerada delicadeza, tallaban poco a poco cada uno de sus detalles, cuidando especialmente los más pequeños: un lunar en el cuello, una nariz pequeña, quizás un cabello denso y ciertamente una personalidad desvergonzada. Cada uno ponía algo de su parte con cuidado a no ser descubiertos, era lo único que les quedaba por arrebatar.

Ignorando la realidad, los soñadores protegían esa idea con un amor desmesurado, confiando en que así nada pudiese tocarlo. Lo atrincheraban y lo cuidaban con sus deseos más preciados, que de uno en uno caían ante un mañana cada vez menos probable. Pero a pesar de todo ese afecto volcado, en su interior lloraban desconsolados con una tristeza insaciable, ya que solo era el feliz pensamiento de un niño que nunca podría alcanzar la vida.

Nuestro interior estalla en llamas con una ira explosiva. Nos retorcemos en nuestra propia frustración, escurriendo nuestras ganas de actuar. Sin embargo, es algo que se encuentra fuera de nuestras posibilidades y en su lugar nos dedicamos a seguir observando, inmóviles, en caza de cualquier elemento que se nos pudiese escapar.

La pareja, aún inmersa en el mundo de los sueños, yace inmóvil con miedo a perder el contacto y quedarse solos en la oscuridad. No sabemos si sus pies se tocan ya que nuestra visión está limitada por unas arrugadas mantas, testigos de mil sueños que desaparecerían por la mañana. Solamente somos capaces de deducir, a partir de su posición, la evidencia de un beso que no consiguió llegar a su dueño, ya que cayó presa del sumiso sueño desvaneciéndose así en el más vacío de los olvidos.

Entonces nos damos cuenta de que ellos jamás serán partidarios de la existencia de aquel preciso momento, de sus ínfimos detalles, de sus respiraciones acompasadas. De ese sudor frío que bautizaba cada una de sus cicatrices, borrando las angustias e imperfecciones del pasado que sus líneas esbozaban.

Nos entran ganas de agitarles por los hombros, de hacerles notar de la belleza que están compartiendo pero, ¿seríamos tan crueles como para interrumpir algo tan perfecto? Hay momentos tan frágiles que se pueden desvanecer con un susurro, no queremos arriesgarnos. El ansia nos invade. Nos entran ganas de gritar.

Se nos ocurre dejar una mensaje, cualquier cosa, pero nos es imposible. Después de todo, solo somos un punto de vista.

La impotencia nos hunde dando paso a la rabia. Queremos tirar algo pero por desgracia carecemos del lujo de poder desahogarnos en un brote impulsivo. El Superior nos permite ver, oler y oír pero su crueldad nos impide hablar o tocar. Nos tortura privándonos de forma propia. Simplemente estamos presentes como si fuéramos fantasmas, meros espectadores de vidas que no son nuestras y que por mucho que lo deseemos, se nos es imposible cambiar.


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Fragmentos de vida de un sábado cualquieraWhere stories live. Discover now