DESASTRES DE MI GUERRA

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Ilustrado por Jorge Ramón García


Piedras se clavaban sobre los pies de aquél caminante. La tierra del sendero se sentía fría, suave y húmeda, tanto, que se escondía entre sus lívidos dedos y por debajo de sus uñas. Raspaba las plantas y formaba pequeños surcos que registraban en el suelo, como las letras en los libros, el paso de la historia del viejo triste y caído. Sus ropas gastadas, balanceadas únicamente por el tímido soplo del viento, y su andar cojo y cansado, hacían que pareciera sólo un espectro. Las ojeras purpúreas arrugaban sus pómulos y enmarcaban su mirada perdida y triste, que no dejaba de observar la cabeza del camino, allá en el horizonte, lejano e inalcanzable. Los vellos de sus brazos iban erizados, descubiertos y duros, y se podían confundir con las ramas congeladas de los pinos que le hacían caravana en cada faja de tierra que pisaba.

Había caminado demasiado y por mucho tiempo. Suficiente, como para que su barba ya estuviera a la altura de su ombligo.
No llevaba nada en las manos; ni maletas, ni bolsas, ni algo que le pudiera cubrir del inquieto deshielo. Un delgado y gastado chaleco era lo único que el hombre duro e irrompible tenía encima. Sin embargo, sí que llevaba un peso, uno de los que no se ven: el pasado. Su indiscutible semblante de fracaso y agonía, llevaba a la pena mísera e impotente de verlo andar, aparentemente, sin ningún rumbo. Algunas buenas almas se apiadaban y, aunque difícil, vencían el miedo de acercársele para ofrecerle un vaso de agua o un tieso pedazo de pan. Él casi siempre aceptaba sin mirar a los ojos de sus guardianes, y seguía su paso.

Nadie sabía a dónde se dirigía, y las leyendas sobre su paso se fueron tornando cada vez más dramáticas; unos decían que había matado a toda su familia y buscaba reivindicación caminando descalzo

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Nadie sabía a dónde se dirigía, y las leyendas sobre su paso se fueron tornando cada vez más dramáticas; unos decían que había matado a toda su familia y buscaba reivindicación caminando descalzo. Era un mártir, en esa versión. Otros, lo defendían diciendo que lo perseguían injustamente por algo que no había robado, y que lo había perdido todo por el propio estado, por lo que se dirigía a la casa de algún familiar en búsqueda de resguardo. Esto último, poco más difícil de asimilar, porque varios hombres ya le habían ofrecido llevarlo a su destino en auto y él declinaba inmediatamente, frío y siempre moviendo la cabeza. Nadie conocía su voz y, a poco, surgió el mito de su afonía.

La difusa neblina le comenzaba a provocar escalofríos, y los rayos humeados del sol difícilmente lograban que algo se viera claro. Era un camino peligroso, lo sabía desde que las casas ya no aparecían en él. Apenas era una culebra de tierra, que parecía salir del cielo blanco y brillante.

Se sentía como en una rueda, en donde el paisaje se repetía una y otra vez, por más que anduviera hacia delante. Sangraba un poco de las llagas que el frío le había provocado, y sus músculos buscaban un poco de calor, hinchándose y temblando. El cuerpo amañado se movía casi involuntariamente, al ritmo de los jadeos que expulsaba su boca a manera de chimenea.

Ido, vago y cansado, andaba el viejo sin mirar a ningún otro lado que no fuese en frente.

Ido, vago y cansado, andaba el viejo sin mirar a ningún otro lado que no fuese en frente

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Llegó a un terreno al final del camino, donde se detuvo y observó un buen rato. Era una especie de parque, con algunos muebles hechos de troncos. Los árboles cubrían de una exquisita sombra, que no dejaba que se enfriara demasiado, ni que se secara el césped. El viento paseaba de árbol en árbol, y silbaba, y acariciaba las barbas del impactado hombre. Un pequeño manto acuífero, casi transparente, dejaba ver que había unos cuantos peces, y las aves parecían recién llegadas de un viaje más largo y cansado, pero tranquilas y seguras, con la paz que el hombre envidiaba.
El lugar estaba alejado de todo otro lugar, realmente lo conocía muy poca gente. Él sabía tan sólo de alguien: su hermano. Jamás lo había podido ir a visitar a tan alejadas e inaccesibles tierras, porque él se encontraba del otro lado del país.

Miró más a detalle, como buscando lo que en todo el camino no. Ahí estaba la choza, y también estaba el gran árbol que guardaba una mesa en sus raíces. Ahí, un poco más lejos, estaba el tanque oxidado y lleno de telarañas, que aún tenía dentro litros y litros de agua potable. Ahí estaba todo, tal cual lo recordaba.

Fue y buscó un ángulo en especial, descubriendo que desde una gran roca se hallaba. Se sentó y sus ojos, descongelados por las lágrimas que ya brotaban, se cerraron. Se quedó así, respirando y jadeando en lamentos, abrazándose, envuelto entre los cantos abatidos del susurro de su pesar en un pedazo de paraíso inoportuno.
Se secó la cara con el dorso de su mano, y del interior del chaleco, sacó una postal. Era ése lugar, sin duda. Comparaba la manchada tarjeta, una imagen rugosa y sepia, con la realista y pesarosa imagen ante sus ojos.

¿Cómo llegaba tan tarde?

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¿Cómo llegaba tan tarde?

Dolía saber que la única diferencia ahí, entre un papel y la realidad, era la presencia de su hermano; en esa callada choza, ya nada había dentro que resolviera la duda de dónde se encontraba. Dolía estar ahí cuando ya nadie estaba. Dolía no saber qué era lo que realmente le dolía: un perdón que jamás llegó o el misterioso final. Cualquiera de los dos era terriblemente cruel para él.

Dolía llegar tarde una vez más, quizá la última.

La debilidad le hizo sacar un cigarrillo, y ahí, entre un iris de azul cielo, se elevó junto con el humo olor tabaco, resaltando en armonioso y frío contraste, entre pinos oscuros y un césped de luciérnagas tristes.

Era el final para él, ya había abandonado todo. Y el marco de siluetas crujientes, con el chillido del resguardo de las aves, se burlaba a quemarropa.

Sonrió y se burló también de sí mismo, dejando que la noche le empapara el alma, su orgullo y el primer sueño; después de todo, mañana era jueves, y tenía que ir a trabajar. Nuevamente, tenía que asumir que estaba solo.

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Ambiente AmoWhere stories live. Discover now