Capítulo 4: La Gruta (IV-IV)

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Sus brazos colgaban como extremidades inútiles, sin vida

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Sus brazos colgaban como extremidades inútiles, sin vida. El tiempo transcurría lento, como si cada palpitar de su corazón marcase el compás de una aterradora melodía. A su lado, yacía la mórbida criatura cuya forma atentaba contra las leyes naturales. El carmín de su propia sangre aún coloreaba sus finas escamas, arruinando el perfecto camuflaje, desentonando con cruenta verdad. Al verlo, un recuerdo llegó a su cabeza como un disparo fugaz. Un reptil-dragón, persiguiéndolo en un oscuro túnel. Jack confirmaba su teoría, esta criatura era otra de las aberraciones creadas por el Gigante Rojo.

Levantó sus manos frente a sus ojos. Podía moverse con fluidez, a pesar de que todo a su alrededor parecía estar en una suspensión estática. Era una sensación extraña, como si estuviese dentro del agua, en un océano muy profundo. Las heridas en sus brazos sanaban, casi por voluntad propia. Lo sentía, era consciente de ello, de cada minúscula partícula regenerándose, de sus células multiplicándose, una experiencia fascinante, a la vez que aterradora.

 Lo sentía, era consciente de ello, de cada minúscula partícula regenerándose, de sus células multiplicándose, una experiencia fascinante, a la vez que aterradora

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Fijó su vista en Gianna. Su principal objetivo era salvarla, a ella y a su hijo. Y lo haría. No había tiempo para fallos, no había tiempo para errores. Un movimiento, una acción, un destello. Tendría que hacerlo, tendría que ser rápido, invisible, fugaz... como la sombra que deja el fuego.

Su vista escaneó la situación. Podía sentir un gran calor acumulándose en su cabeza, su cerebro procesaba una infinita cantidad de información en tan solo una milésima de segundo. Gianna en el suelo, protegiendo a Kail con su cuerpo; él estaba bien, pero ella... el rojo que emanaba de las rasgaduras en su espalda brillaba, tétrico, a la luz de su linterna.

Sombra de Fuego: La Era del Fuego IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora