Capítulo 14: ¿En tu cuarto o en el mío?

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Vladimir

La pelirroja y yo charlamos durante horas sobre nuestras vidas y descubro que es una mujer fascinante. Trabaja en una ONG en Canadá que ayuda a niños con problemas de aprendizaje a través de las artes. Es divorciada, no tiene hijos y viene una vez al año a Las Vegas a visitar a sus abuelos. La última noche de su estancia, le gusta visitar un casino para probar suerte.

Es perfecta para mí. Es ese tipo de mujer que sé que no va a andar acosándome si me acuesto con ella. Sin embargo, para estar seguro, en algún momento de nuestra conversación le pregunto disimuladamente su opinión sobre las relaciones de una noche. Su respuesta es "las mejores". Creo que la sonrisa que se me dibujó cuando dijo eso casi me parte la cara en dos.

Ambos evitamos beber demasiado, creo que somos consientes de lo que viene y a los dos nos gustaría vivirlo con todos los sentidos alerta.

—La una de la mañana, qué tarde es ¿no? —dice Giorgina mirando su celular.

—O muy temprano —respondo.

—Creo que deberíamos irnos a acostar.

—¿En tu cuarto o en el mío?

Su sonrisa es espontánea y bellísima.

—En el tuyo.

Diciendo esto, toma su bolso y le indica al bartender que cargue todo a la cuenta de su habitación. Antes de que el hombre siga las instrucciones, le digo que la cargue a la mía.

—Yo invito. Me gusta pagar mis apuestas.

—Está bien. Ahora ¿por dónde?

«Por delante, por detrás, por dónde quieras... Ya deja el doble sentido, Vladimir»

Tomo la mano de Giorgina y la conduzco por los pasillos, sin soltarla. Al llegar a mi cuarto, ella deja su bolso sobre una mesa que se encuentra junto a la puerta. Hace tiempo no me acuesto con una desconocida, pero eso no me intimida. Giorgina recorre la habitación hasta pararse al lado de la ventana, a contemplar la vida nocturna que aún está muy activa, a pesar de la hora que es.

—Tienes una vista hermosa desde aquí. Mucho mejor que la de mi cuarto.

—Y mejora mucho ahora que estás aquí —respondo con suavidad cerca de su oído. Me paro detrás de ella, sin tocarla.

Se voltea y sus labios buscan los míos con premura. Mis manos aterrizan sobre su cara, disfrutando de la textura de su piel. Nuestras lenguas bailan una coreografía desenfrenada, y pone sus manos al rededor de mi cintura. Empiezo a sentir una tensión conocida y aplico más intensidad al beso, pasando mis brazos alrededor de ella, apresándola con más fuerza.

La llevo hasta la cama, donde cae con fuerza y suelta una carcajada. Agarra el borde de mis pantalones y me hala hacia ella, hasta que caigo encima suyo. Volvemos a besarnos y ella busca con desesperación el borde de mi camisa para quitármela. Cuando lo logra, voy en busca de la cremallera de su vestido. Me retiro de su cuerpo para que pueda sentarse y ella se arrodilla en la cama, quitándose la prenda que tanto nos estorba. Tiene unos senos generosos y su piel de porcelana les da un toque aún más sensual.

La tomo de la cintura y la levanto hasta ponerla de pie en el piso. Me pierdo por un momento en ese juego de lencería negro con encaje que se le ve tan bien. Igualmente, me levanto y ella me ayuda a deshacerme de mis pantalones, donde mi deseo ya se ha hecho evidente. Beso sus senos, alternando pequeños mordiscos con caricias suaves. Ella gruñe. Los sonidos que deja salir me motivan más y pongo más ahínco en mi tarea.

Me empuja un poco para que me siente al borde de la cama. Se acerca más a mí, donde sus labios vuelven a crear un beso apasionado. Por instinto, mis manos buscan su sexo. Puedo notar que sonríe cuando lo hago.

De buenas en el juego (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora