Capítulo cincuenta y ocho

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El cielo encapotado de esta noche, junto a las resplandecientes luces de Atlanta, nos envuelven a Joy y a mí. Las estrellas fugitivas se dispersan entre hueco y hueco, mientras la ausencia de la Luna se hace notar.  

—El escritor ladronzuelo tiene muchas ganas de conocerte. —me comenta Joy

—¿Te refieres al escritor descarado que se cree que es verano todo el año? —inquiero, alzando una ceja, divertida y Joy estalla en una carcajada

—Me ha dicho que te transmita que eres su fuente de inspiración diaria. Que te observa mientras escribe. Y espera no haberte intimidado. —continúa Joy

—¿Intimidarme? —repito con un ápice de diversión en mi voz— ¿Por qué habría de hacerlo? Después de todo, es Joy cada vez, pero siendo otra persona completamente diferente. ¿Intimidarme? No.

Joy suelta otra carcajada y niega con la cabeza.

—Estoy loco por tu sarcasmo. —confiesa dándome un beso en el pelo, y yo le rodeo con el brazo

—¿Solo por mi sarcasmo? — digo, haciendo un mohín

—Y por todo lo que eres, Bowman. Creí que te lo había dejado claro. — Joy frunce levemente el ceño y yo simulo que me lo pienso

—Tal vez. —murmuro guiñándole un ojo y él sonríe

La brisa nocturna azota mi espalda y me estremezco, agarrándome al brazo de Joy. El calor que irradia su cuerpo me arropa que cierro los ojos. El silencio se enjaula entre nosotros, concediéndonos efímeros momentos de paz, a veces duraderos.

—¿Retomamos nuestra huida? —pregunta Joy, devolviéndome a la realidad

—¿Tú que crees, Carter? —inquiero abriendo los ojos

—No esperaba menos. —responde con una sonrisa triunfal y me entrega un mapa que muestra un laberinto de trece kilómetros. Es extenso y enredado, repleto de numerosas salidas trampa que parecen llevar de vuelta al punto de partida. Oh. Arriba a la derecha puedo leer:

"Entre el alba que nunca canta y el ocaso que tal vez no susurra, en el nexo del medio donde nada fluye, una tríada se esconde, esperando ser descubierta."

—Es un acertijo. —me indica Joy rascándose la coronilla—Llevo toda la mañana intentando descifrarlo, pero aún no he caído en qué lugar de Hiraeth puede estar situado.

— Entre el alba que nunca canta y el ocaso que tal vez no susurra, en el nexo del medio donde nada fluye, una tríada se esconde, esperando ser descubierta. —releo la frase y pienso en lo que podría significar —Tal vez se refiera a aislamiento... porque allí es donde aquellos que están sumidos en su propia oscuridad se ven privados de la capacidad de cantar, susurrar o dejarse llevar por la corriente de la vida.

—Puede ser. Mañana me adueñaré de los planos de aislamiento e intentaré meterme en algún lío para que me trasladen allí. —dice Joy sin apartar la mirada del mapa —Una vez esté en aislamiento, buscaré alguna zona que se destaque de lo común y que esté relacionada con el laberinto.

—No quiero que te arriesgues por mí, Joy.

—No me arriesgo por ti. Me arriesgo por nosotros. —me corrige con suavidad, dándome un golpecito en la nariz

Esbozo una sonrisa desde lo más profundo de mi ser y le regalo un beso en la mejilla.

—A cambio, te voy a pedir que hagas algo. —dice ladeando un poco la cabeza

—¿El qué?

—Sonríe como nunca lo hubieras hecho. —murmura y veo destellos brillantes expandirse por sus ojos

Treinta flores del infiernoWhere stories live. Discover now