Capítulo 17

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El camino de regreso a la escuela luego del campamento estuvo loco.

Por alguna extraña razón ningún maestro estaba con nosotros, así que podrán imaginarse la fiesta que creamos en el bus.

Emi, Peter, Adam y yo ocupamos el lugar del fondo, mientras los gemelos —Tom y Steven— se ubicaron delante de nosotros. Nos tomamos muchas selfies un tanto ridículas.

Claro, quedaron más movidas y locas que mi cabello luego de la clase de Gimnasia.

— ¿Señorita Wesley? —interrumpe mis pensamientos la profesora de Inglés— Imagino que la ventana es mucho más interesante que mi clase ¿No es así?.

— Sí —digo sin pensarlo.

— ¿Disculpe?

Desde que comenzó la clase no a parado de hablar sobre su maravillosa vida.

— Esta clase es más aburrida que mi vida —escucho unas pequeñas risas por detrás de mi lugar.

— ¡Silencio todos! —uy se enojó— No voy a permitir esas faltas de respeto dentro de mi clase Samantha Wesley —remueve su cabello— Retírese de mi clase en este momento.

Se enojó enserio.

— ¿No me escuchó? No quiero jóvenes rebeldes dentro de mi clase, si desean pueden salirse ¡Todos!.

Me levanto de mi lugar mientras todos murmuran por lo bajo. Tomo mi libro y mis apuntes sin mucha prisa.

¡Dile que lo de sus dientes!— una vocecita dentro de mí aparece.

Camino hasta el frente de la clase para dirigirme a la salida, empujo la puerta hasta que...

— Espero que algún día madure Señorita Wesley —ajusta sus lentes color gris— Deje de comportarse como una niña.

Oh ya es suficiente.

— Escuche greñitas —sonrío inocentemente— ¡Tiene un apio atorado entre los dientes! —grito y salgo carriendo del salón, a lo lejos escucho las carcajadas de mis compañeros.

La profesora —alias greñitas— sale del salón muy enfadada.

— ¡A la dirección!

(...)

— Samantha ¿Cierto? —aciento con la cabeza— Bienvenida al salón de castigados, soy Luis.

— Hola— este lugar se ha vuelto bastante frecuente para mí las últimas semanas.

— Samantha —tomas unas hojas sobre su escritorio— Tengo mucha hambre y se me antojaron unas donas con chispas de chocolate.

El supervisor —Luis— es nuevo, hace un par de semanas que comenzó a impartir clases, en pocos días lo promovieron, sí, con nosotros los castigados.

— Yo también tengo hambre —le digo mientras ve el reloj en su muñeca.

— Además —exclama— amanecí de buen humor, ¿Quieres negociar? Si no vuelves a comportarte mal con tus profesores, yo olvido el castigo, voy a comer mis donas y todos vivimos felices ¿Qué te parece?

— Me parece.

— Listo, dejemos esto por terminado —se levanta— Fué un gusto negociar con usted, Samantha.

¡Quiero más supervisores así! Crearé una revolución.

Le brindo una sonrisa a mi nuevo —y creo que por mucho— supervisor favorito. Salgo de la dirección con una radiante sonrisa, junto a las gradas encuentro a Peter y Emi.

Enamorada de RepenteWhere stories live. Discover now