Las calamidades del director

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Con un flojo movimiento de la varita, Snape la hizo callar pues hizo aparecer una venda de oleo sobre los labios de la mujer del retrato que de inmediato comenzó a luchar por quitársela pero al ser conjurada por magia esta no cedió. Al final se cruzó de brazos molesta y resignada.

—Así que no saben nada de ella.... —masculló Snape con una expresión pétrea—, pero supongo que ya saben que estuvo en el ministerio. ¿Me dirá que no la ayudó a entrar, señor Smith?

—Ni siquiera sabía que estaba en el ministerio hasta que se encendieron las alarmas y entonces todo el mundo lo supo. Hablé con ella sin saberlo, pensando que era Jenifer...  —de inmediato Jacob comprendió que había hablado de más pues su rostro palideció y afirmó con más fuerza la varita.

Snape, que desconocía ese dato se sorprendió y avanzó un par de pasos hacia la pareja. El señor Smith, creyendo que serían atacados, conjuró un hechizo aturdidor sin perder tiempo pero Snape no fue tomado por sorpresa, desvió el encantamiento sin nada de esfuerzo, sin contraatacar, lo que sorprendió a los señores Smith además del hecho de que hasta ahora no hubiesen entrado más mortífagos en la mansión, al parecer Snape llegó solo.  

—Eso no es una gran idea, señor Smith, yo no los he atacado.

—No te iba a dar la oportunidad de hacerlo. ¡Aléjate de mí y de mi esposa! Ya te dije que no sé nada de mi hija, no tenemos idea de dónde pueda estar en estos momentos y mucho menos conocemos el paradero de Potter.

—¿Cómo logró entrar en el ministerio junto con los chicos?

—Ya lo sabes, con poción multijugos.

—Me refiero a si usted le proporcionó alguna información que pudiera ayudarles, o los cabellos de esos inútiles que utilizaron para la poción.

—Jamás —contestó el señor Smith sin bajar su varita mientras negaba con la cabeza—.  ¡Vete de aquí, Snape! ¡Lárgate de mi casa!

—¿Sobre qué habló con ella?

—Ya te dije que no sabía que se trataba de ella, pensé que era Jenifer del departamento de redacción. No hablamos nada importante, solo me preguntó por mi esposa.

Por las dudas Snape miró fijamente los ojos del señor Smith, concentrándose lo suficiente como para penetrar su mente, obligándolo a recordar el día en que se cruzó con su hija. El señor Smith luchó en vano por expulsarlo pero sus esfuerzos fueron inútiles.

Snape comprobó así que el señor Smith dijo la verdad y además sintió algo de emoción al contemplar a Emily en aquellos recuerdos pese a que en efecto lucía tan diferente.

Aunque aquella mujer era físicamente fea, con apariencia marchita, de dientes amarillos, lentes de montura gruesa y cuadrada, medio jorobada y de voz chillona, Snape sabía que se trataba de su Emily, poco le importó su apariencia en ese momento. Era ella, angustiada por sus padres, valiente como siempre, quizá aterrada pero sin flaquear. Se encontraba ayudando a su amigo Harry Potter en lo que fuera que estuviese buscando allí. Aún no lo sabía pero esperaba que fuera lo que fuese ya lo hubiesen encontrado, al menos lograron escapar y eso era un gran aliciente, aunque para ser completamente honesto consigo mismo, le decepcionaba que no hubiesen logrado capturar a Emily para entregársela.

Snape salió de la mente del señor Smith que, furioso, intentó arremeter de nuevo contra el pocionista, arrojándole esta vez un encantamiento paralizante.

—¡Jacob, no! —gritó la señora Smith.

En esta ocasión, Snape arremetió con un embrujo repulsor, impactando a su atacante en el pecho pero el señor Smith fue a dar sobre el sofá junto a Panda que se sobresaltó y salió corriendo, maullando del susto.

El Pocionista y la CantanteWhere stories live. Discover now