El pensadero

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Al fin habían llegado las ansiadas y merecidas vacaciones de navidad, sin embargo, a Emily le partió el alma ver como Hermione suspiraba mirando a Ron, resguardado por el brazo de Lavender mientras abordaban los carruajes que los conducirían a Hogsmeade para abordar el tren escarlata. Hermione le había dicho a Emily que evidentemente en esta ocasión no iría a La madriguera, sino que la pasaría con sus padres que además deseaban tenerla cerca debido a las circunstancias en las que estaba el país. Emily prometió ir a conocer su casa antes de que comenzaran de nuevo las clases y después que volviera de Italia para la boda de Giuliana, la hermana de Donatello. Hermione pareció un poco más animada y abordó uno de los carruajes en compañía de Ginny y Harry que aún intentaban convencerla de ir a la madriguera.

Draco Malfoy pasó junto a Crabbe y Goyle arrastrando su baúl. Emily lo tomó por un brazo y lo hizo detenerse.

—¡Hey! ¿A dónde crees que vas sin antes darme un abrazo de despedida? —preguntó.

Él sonrió y les pidió a sus amigos que se adelantaran.

—Discúlpame, no te había visto, aunque sí percibí tu perfume —respondió él rodeando con los brazos a su amiga mientras sentía que perdía las fuerzas.

—Oye, Draco, prométeme que no cometerás ninguna tontería en el tren, ¿de acuerdo?

—¿A qué te refieres? ¿También tú me crees un delincuente? ¿También crees que yo hechicé a Katie Bell? —contestó con indignación.

—Ahora la que se pregunta a qué te refieres soy yo —respondió Emily—. Me refería a lo que le hiciste a Harry en el tren cuando llegaron el primero de septiembre... Solo traté de pedirte que esta vez lo dejaras en paz... No sé de qué hablas, jamás mencioné a Katie Bell y mucho menos creí que hubieses sido tú quien le hizo daño, pero tú dijiste «también»... ¿Quién cree que lo hiciste? ¿Te refieres a Harry?

Draco guardó silencio unos segundos mientras contemplaba sus zapatos, cayó en la cuenta de  que había hablado de más tras malinterpretar el consejo de su amiga, pero como buen Slytherin tuvo la agilidad suficiente para formular una buena coartada, tomando como base las propias palabras de Emily.

—Sí —respondió sin subir la mirada—. Él está convencido de que fui yo. Ya sabes, solo me ve como el hijo de un mortífago.

—Pues tú no tienes por qué pagar por los errores de Lucius, eres diferente a él y no debería importarte lo que Harry opine de ti, así como a él tampoco debería importarle lo que opines tú. Si no pueden ser amigos, solo ignórense. Ahora ve tranquilo, ¿sí? ¡Ah! Salúdame a Narcisa.

—Salúdala también de mi parte —terció Severus llegando de repente.

Emily no pasó por alto el detalle de que Draco, al ver a Snape frunció el entrecejo y pareció molesto.

—Lo haré —respondió el muchacho con sobriedad antes de ponerse en marcha nuevamente.

—Y no olvides practicar la escala dórica —aconsejó Emily a última hora mientras el chico se giraba una vez más para hacerle un gesto aprobatorio con la mano en señal de que había escuchado perfectamente su recomendación.

El último carruaje fue abordado por él, Crabbe, Goyle, Pansy y las hermanas Greengrass. Se alejó de Hogwarts dejándolo casi vacío pues solo algunos estudiantes se quedaron a pasar las navidades, entre ellos Lavender Brown que ahora se pavoneaba orgullosa mientras apapachaba a su nueva mascota, uno de los cachorros de la Señora Norris que era idéntico a Panda. Por orden de Dumbledore, el señor Filch había regalado a los cachorros pese a que en un principio había pretendido subastarlos por ser éstos hijos de la mascota de una celebridad (incluso al cachorro naranja que saltaba a la vista que era de Crookshanks)

El Pocionista y la CantanteWhere stories live. Discover now