7 Wingardium Leviosa

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Estiró la mano hacia arriba inútilmente, viendo a la escoba, al cielo y a la tribuna alejarse con rapidez de él.

Un golpe lo sacó de su letargo y su miedo, y ya no supo más.

• • •

―Doce metros de altura... ¡Doce metros! Este niño está vivo de milagro.

La señorita Shelter lo acomodó en la cama después de quitarle con mucho cuidado el abrigo. David se había roto una vértebra, pero ella lo había sanado de inmediato con un hechizo. No había despertado desde la caída.

―¡No me dijeron que se había cortado! Vaya...

―¿Cortado? ¿Dónde?

Ella señaló dos líneas verticales en su brazo izquierdo.

―Esa herida es vieja, no fue de hoy, señorita.

―¿Y no se les ocurrió traerlo cuando se hizo eso? ¡Es rarísima! ¡Parece que no hubiera sanado bien! ¿Desde cuándo la tiene?

―Desde Halloween ―respondió Simon, de nuevo.

A él no le gustó la expresión que Shelter puso. Se veía sumamente contrariada, sorprendida, pero no les dijo nada.

―Vamos a aplicarle algo, para que no le quede una cicatriz permanente.

• • •

David abrió los ojos con pesadez. Sentía pequeños puños a su lado, rozándolo continuamente. Una carta de corazones pasó frente a sus ojos.

¿Corazones?

Parpadeó. Abi sacaba nuevamente otra As de corazones del mazo de póker que estaba en el medio de su pecho. Sus amigos jugaban en su regazo, mientras dormía.

―¡Ja ja! ¡Qué bastardos!

―¡David!

―¡DAVE!

―¡Chhst! ―apuró Violet, pero era tarde.

―¡Lo despertaron! ¡Ya sabía! Fuera de aquí.

David le suplicó a la señorita Shelter que les diera media hora, y los complació, porque no había más nadie en la enfermería. Realmente no molestaban a nadie, sólo a ella, si hablaban demasiado alto y no la dejaban oír la radio.

―¿Cómo te sientes?

―Como si me hubiera arrollado el expreso de Hogwarts.

―Nos asustamos, amigo.

―Cuando caíste como un muñeco y... no te moviste... ―Violet se puso la mano en el pecho, suspirando mientras recordaba la escena.

―¿Abi?

Abi tenía los puños sobre las rodillas y parecía a punto de llorar. Tenía la nariz roja y las pocas pecas que tenía se habían ocultado por el rubor.

―No vamos, Abeill, no pongas esa cara ―suplicó David.

―Pero si por mi culpa...

―No fue tu culpa, Abi ―dijo Vio poniéndole una mano en el hombro―, cualquiera se cae de la escoba.

―Sí, incluso Berrycloth... ―era el buscador más popular perteneciente a Ravenclaw, era un jugador excepcional, y se caía al menos una vez cada año.

―¿Cómo va a ser tu culpa?

―Porque volé para atraparte pero... pero no llegué a tiempo.

Abi se limpió las lágrimas que se le salieron en la capa de Simon, que se la había prestado.

―¡Eh! ¡No me llenes eso de mocos!

Conversaron animadamente un rato. David no solía ser el centro de atención, y le incomodó un poco, aunque fuera con sus mejores amigos.

―Señorita Shelter...

―¿Sí, Callahan?

―¿David podrá ir a Hogsmeade mañana?

―Muy graciosa, señorita Callahan ―El profesor Neuffert entró a la enfermería con muy mala cara. Neuffert era un profesor sumamente estricto, daba las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras a partir de quinto año, y había sido parte del equipo de Quidditch de Irlanda en su juventud. No era un hombre con el que se podía echar algún chiste, era muy serio y regio, pero tenía la fama de ser justo―. La señorita Pemperton me informó de los destrozos consecuentes de sus juegos de hoy a todas las instalaciones y equipo deportivo. Una escoba rota, una base de la tribuna en mal estado y una quaffle desaparecida. Sin contar que era una Barredora 3...

―Profesor...

―¡No quiero escuchar nada, Cenis! No tengo por qué darte clases para saber de tu récord de mala conducta, más de tres carpetas en el despacho del celador. ¡Impresionante! ¿No pueden intentar ser mejores alumnos? ¿Cómo Tom Ryddle? Ojalá todos fueran como Tom Ryddle, por las barbas de Merlín...

Neuffert notó la mirada de la señorita Shelter mirándolo de manera acosadora. Un alumno estaba herido y él había ido a regañarlos. Se aclaró la garganta y ablandó su tono.

―He conversado con la profesora Rand, y con Slughorn, y ambos estuvieron de acuerdo en esta decisión. Me temo que les removeré los permisos de mañana para ir al paseo de Hogsmeade. A todos.

Los chicos protestaron a viva voz por el castigo tan injusto a sus ojos. Menos Violet. Que bajó la cabeza y salió de la enfermería con los ojos llorosos.

La señorita Shelter los echó a todos de la enfermería, dejando a David solo.

―Profesor...

―¡No quiero más excusas, Cenis!

―¡Escuche! Por favor... Violet no estaba haciendo nada. Ella se quedó en el suelo todo el tiempo, tiene miedo a volar. Ni siquiera estaba jugando con nosotros, sólo nos acompañaba y...

―¿Qué es lo que realmente quiere decirme, Cenis?

Simon miró a Abeill, sin entender tampoco lo que ella quería hacer.

―Duplique mi castigo y deje a Violet fuera de esto. Ella no hizo nada, en serio... mañana era un día importante para ella.

Neuffert pareció contrariado.

―Bueno, Cenis... ya he avisado del castigo al profesor Slughorn, y estuvo de acuerdo, no estaría bien si...

―El hermano de Simon nos dijo que usted decía que hay que aplicar los hechizos, contrahechizos y la lógica en la vida real, no sólo en la escuela. ¿No sería lo mismo para las normas? En la vida real hay leyes, y no se manda a Azkaban a un testigo, sino a un delincuente. ¿Verdad?

Simon sonrió bastante orgulloso de su amiga. Ella tenía razón, desde luego. Emmanuel les había hablado una vez sobre el profesor, y esperaba que su fama de ser justo no fueran sólo comentarios vacíos.

Neuffert pareció sentirse acorralado, miraba a Abi bastante incómodo, y se rascó la barbilla lampiña.

―Bueno, Cenis... Desde luego que no se envía a Azkaban a alguien que no ha cometido un delito ―suspiró, y se inclinó hacia ellos con cierto secretismo.

―Está bien. Pero tendrás que limpiar la Sala de Trofeos, sin magia. Tendrás todo el fin de semana. No le vayan a decir a nadie ¿De acuerdo?

La busca problemas y el medio loboWhere stories live. Discover now