Capítulo siete.

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Narra Diego.

Entró en el baño y entré tras él, me estaba empezando a poner nervioso pero tenía tanta ira acumulada que me daba igual todo. Me acerqué a él y le di en el hombro para que me hiciera caso.

-¿Qué coño le has hecho a Victoria? Sé que has sido tú, así que no me lo niegues. Mira solo te diré una cosa, como le pongas una sola mano encima te las vas a tener que ver conmigo, avisado quedas. – Estaba histérico, le había pegado a Victoria seguro, no voy a dejar que le vuelva a hacer daño, aunque Raúl tenga más cuerpo que yo y más músculo y más todo, prefiero que me haga daño a mí antes que a ella.

-¿Eh? ¿Qué dices gilipollas? Anda déjame de tonterías que no tengo tiempo para ti.

Me dio un empujón y se fue, sé que ha sido él aunque se sepa muy bien hacer el tonto y el pasota.

Noté que me pesaba el cuerpo, me costaba respirar y me desplomé.

Oía unas voces diciendo mi nombre, parecía la voz de Aurora, se le notaba agobiada. Me fui despertando poco a poco ¿qué hacía tirado en mitad del pasillo del instituto?

-Diego, por favor, despierta y dime que estás bien. – Aurora estaba a punto de llorar así que me incorporé como pude y la abracé, no quería verla mal.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy aquí? – Dije desconcertado.

-Álvaro te ha sacado del baño, te habías desmayado. No te vuelvas a pegar estos sustos en serio. – La abracé un poco más fuerte y le acaricié el pelo para que se tranquilizara.

Le di las gracias a Álvaro y seguí calmando a Aurora, tenía ese agobio de niña pequeña que me gustaba, pero tenía otra cosa en mente y eso siempre tenía que ver con ella, con Victoria.

Narra Victoria.

Estaba escondida al revolver el pasillo, estaba viendo a Diego abrazando a Aurora desde el suelo y veía como le hacía cosas cariñosas para que se tranquilizase. Me entraban ganas de ir allí, hasta de que fuera yo en vez de Aurora la que estuviera allí, no sé porqué. Necesitaba un abrazo y no un gilipollas que me pegaba y que encima era mi novio. Victoria siempre acabas llorando por lo mismo, todos los tíos son gilipollas. Yo quiero algún tío como Diego que sea cariñoso, lo necesito.

Me quedé mirando su intensa mirada verde esmeralda y noté en que me vio así que me escondí y me fui, me dio un poco de vergüenza.

Quería terminar con Raúl pero tenía miedo de lo que me podría llegar a hacer.

Fui a casa y me tiré en la cama, solo tenía ganas de llorar. Recordé que tenía pendiente una conversación con Diego así que le envié un mensaje.

Diego ¿quedamos para hablar mañana por la tarde? En tu parque a las 19:00, allí te espero.

Un beso.

Tras enviarlo quedé profundamente dormida.

El día siguiente pasó bastante rápido, ya casi eran las 19:00 y yo ya estaba en el parque esperando a Diego, esta mañana he visto su mensaje diciendo que vendría.

Levantó mi vista y lo veo, viene hacia a mí, mirando el suelo, aunque lo veo bastante guapo y su timidez es adorable.

-Hola Vic… Victoria. – Ya empezaba a tartamudear, era gracioso verlo así.

-Hola Diego – Me acerqué y le di dos besos, lo noté ruborizarse - ¿Cómo estás de lo de ayer? Me enteré que te desmayaste, espero que estés mejor.

Noté como me miraba todos los moratones mientras yo le hablaba, parecía que tenía ira en sus ojos.

-Deja de mirarme los moratones, me estás poniendo nerviosa, ¿por qué me los miras tanto? – Dije intentando averiguar en qué pensaba.

-Sé que no te has caído, y sé que Raúl tiene algo que ver en esto. – Dijo y era prácticamente la primera vez que me había hablado sin tartamudear, estaba bastante serio, hasta su mirada era de un verde oscuro e intenso.

-Eh… - Antes de poder llegar a decir nada escuché la voz que menos quería escuchar en este momento.

-Vaya, vaya a quién tenemos aquí. – Dijo Raúl acercándose cada vez más a mí.

Iba a decirle algo pero antes de que pudiera darme cuenta Diego le dio un puñetazo a Raúl en la mandíbula.

Pero ¿qué? ¿Qué ha pasado? Esto es muy raro en Diego. Lo miré y estaba respirando verdaderamente agitado, pero seguía teniendo esa ira en los ojos. Vi que se sacó el inhalador del bolsillo y lo utilizó eso lo tranquilizó. Y de un momento para otro me cogió de la mano y nos fuimos corriendo dejando a Raúl un poco desconcertado aunque yo estaba prácticamente igual.

Por si me olvidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora