El Prisionero de Azkabán

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No había ni terminado la primera semana de clases en mi tercer año en Hogwarts y ya estaba malhumorada. Ni con el giratiempo lo tenía más fácil.

Por otro lado, tenía que asistir a clases como Adivinación, que según me dijeron alumnos de cuarto en la sala común, eran impartidas por un fraude llamado Sybil Trelawney. Dumbledore había perdido la razón al momento de contratarla. Aunque también había contratado a Snape, así que no debía sorprenderme.

Estaba de camino a la Biblioteca para leer un rato, si es que podía en mi estado de si-me-tocas-te-petrifico. ¿Por qué pensé siquiera por un segundo que Adivinación sería tan maravilloso como me la pintaron unos cuantos? Ya había visto salir a Ron y Harry de clase, pero claro, no podía hablarles. Me estaba tomando un descanso luego de Runas Antiguas antes de entrar a Adivinación, lo bueno del giratiempo era que podía usarlo cuando quisiera y de todos modos entraría temprano a clases.

En fin, entré a la Biblioteca y distinguí casi inmediatamente la mata de cabello rubia y la corbata con los colores de Slytherin. Estuve a medio segundo de girar sobre mis talones y regresar al pasillo, pero me vio y sus de sus ojos no brotaba malicia y me extrañé. ¿Era solo con Harry y Ron que sonreía con desdén? No me di cuenta nunca.

Me dirigí a la mesa más lejana a él, no tenía tiempo para comentarios sarcásticos sobre mi sangre si es que los hacía.

En realidad, decir "no tenía tiempo" no era cierto, tenía todo el tiempo del mundo.

Para mi sorpresa, se acercó. Mesa por mesa, se fue sentando. Yo no soy Harry, mi visión periférica funcionaba perfectamente. No es que le quedara mucho seso como para saberlo.

-Te estoy viendo, Malfoy -le dije sin apartar los ojos de mi libro. Se paró en seco, a medio camino de pararse de su silla y caminar hacia otra mesa.

Se quedó quieto, como decidiendo si irse con su actitud arrogante habitual o admitir que en realidad quería hablarme.

-¿Me puedo sentar? -me preguntó. Igual se iba a sentar, no entendía por qué me preguntaba.

-Si te vas a callar, sí.

-Entonces me quedo de pie.

Aparté la vista de mi libro y rodé los ojos, ya sabía que solo venía a molestar.

-¿Qué quieres? -pregunté y me puse de pie.

-¿Recuerdas el día del año pasado en que te dije sangre sucia? -soltó de golpe. Cómo olvidarlo, me dieron ganas de aguantar hasta el quidditch y hechizar su escoba como Quirrel el primer año-. Pues la verdad no quise decirlo, no puedo frenarme. Pero es el tipo de cosas, tú sabes, el-niño-tira-de-las-coletas-de-la-niña y eso. Es muy complicado, nunca me pasó antes y no sabía cómo reaccionar. Tenía doce y...

-Y ahora tienes trece ¿cuál es el punto?

-Sí, pero déjame terminar. El punto es que me gustas, me siento estúpido porque probablemente me odias y no sirve de nada decirte todo esto.

Se acercó y cerré los ojos. No tenía sentido nada de aquello. Di un paso atrás y me tropecé con la silla. Draco me sostuvo antes de que cayera y abrí los ojos, estaba justo ahí a diez centímetros de mi cara. ¿Cómo, por las barbas de Merlín, terminé con Malfoy así con los ánimos que tengo?

Me ayudó a apoyar de nuevo los pies en el suelo, pero seguía más cerca que nunca, y antes de poder pensar siquiera en lo que hacía me estaba besando.

¡Malfoy me esta besando! ¿Por qué me besa Malfoy? ¡Maldito seas, Draco Malfoy!

Le devolví el beso, lo cual es aún más sorprendente.

Mentalmente me di una bofetada, pero antes de morderle fuertemente el labio de pura cólera, se alejó.

Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos sorprendidos, yo debía estar igual. Se alejó aún más.

-Yo... lo siento, Hermione. No puedo creer que yo... solo perdóname, ¿sí? No quise... Bueno, en realidad sí pero... ¡Lo siento! Por favor no le digas a nadie -dijo y se alejó, dejándome respirando fuerte. Tomó sus cosas y se fue.

Gruñendo guardé las cosas en mi mochila y usé el giratiempo para llegar a clase de Adivinación. No recordaba qué tan rápido sucedía el cambio, pero antes de poner frenarme le dije a nadie en particular:

-¡Ugh, qué estupidez!

Pero ya estaba en el salón y Ron ya había volteado a verme.

-¡¿Cuándo llegó ella aquí?! ¡Harry! ¿Tú la viste? -dijo, me sonrojé.

-¿De qué hablas? He estado aquí todo el tiempo -respondí y de inmediato escuché la voz de Trelawney y la confusión por el beso de Draco se convirtió en un millón de comentarios sarcásticos hacia ella y todas las cosas sin sentido de las que hablaba.

Ya luego hablaría con Draco, o lo golpearía, lo que pasara primero.

Pero he de admitir que me gustó.

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