Mi trabajo como repartidor no era lo mejor del mundo; sin embargo, resultaba de ayuda, todo estaba funcionando excelente hasta que salió la amable señora Wells casi montando una demanda en contra de la pizzería. Aunque claro como es tan buena, dio dos opciones para nada extremistas: cerrar la pizzería o despedir al empleado que la agredió verbalmente.

Obviamente, ganó la segunda opción, mi ex jefa no es tan tonta para aceptar cerrar su negocio, llevo una semana desempleado y finjo que trabajo mientras me quedo en la casa de Jacob hasta que se "acaba mi turno". He intentado buscar trabajo hasta de barrendero, pero no me llaman y trato de pensar que no es culpa de la señora Wells, se me hace más fácil para mi paz mental, pensar prefiero que es culpa del universo.

— ¡Lo tengo!

— ¿Una cita? — entrecierra sus ojos y hace un gesto con sus manos de querer ahorcarme.

— No Erick, tengo un trabajo para ti bruto amigo — oh no, nada bueno sale de sus ideas locas — puede ser complicado a primera vista, pero funcionará si eres buen actor.

— ¿Ahora en que estás pensando?

— Prepárate amigo, ¿sabes francés?

— Sí, claro, aprendimos juntos, ¿recuerdas? — asiente y me sonríe de forma maliciosa.

¿Qué estará tramando su mente maquiavélica?

—Decidido, serás profesorcito.

— ¿Disculpa? — Tanto comer pizza de hongos al fin le afectó el cerebro— de ninguna manera voy a aceptar eso, prefiero morirme.

***

No me dio tiempo de lanzarme de un edificio para matarme y ahora estoy en la entada de la residencia Wells, esperando que me abran, ya que de alguna forma retorcida me dieron el trabajo.

La puerta tan blanca como el talco se abre y la primera imagen que obtengo es la de una señora rozando sus 40 años o quizás un poco más, sonríe y eso me hace sentir un poco menos miserable, al menos parece más amable que la dueña de la casa.

— Bienvenido a la residencia Wells, Soy Jasmine ¿en qué puedo ayudarle?

Solo a mí se me ocurre aceptar el trabajo donde vive la culpable de mi falta de trabajo. No es para nada extraño, esto sucede todos los días...

¡En las películas!

— Joven se ha puesto pálido, ¿necesita algo?

— Tranquila, eso es porque no he comido nada— es una media mentira, lo único que pudo soportar mi estómago fue una taza de café — me presento, soy Stefano Pierce el nuevo tutor de la señorita Wells — le doy mi mejor sonrisa, a pesar de sentirme como la mierda por esta pequeña mentira.

— ¡Qué maravilloso!, adelante no se quede allí parado como una estatua— apenas doy un par de pasos antes de quedar impresionado por lo grande y hermosa que es la casa, se nota la clase de personas que habitan, aunque vendiera mi cuerpo al mejor postor nunca podría pagar algo como esto — ¡William! — grita la señora y aparece un señor muy alto, calvo y musculoso en un traje impecable negro, parece más viejo que ella y cuando nota mi miserable presencia me observa como si supiera cada uno de mis secretos...

Es intimidante.

— Soy Stefano — expreso con una seguridad que no tengo y empiezo a orar esperando una respuesta de un ser celestial y no un golpe del señor musculoso delante de mí.

— William, compórtate, deja de mirarlo como si tuviera un brazo extra o un ojo de más y comunícale a la señorita Wells que ha llegado su tutor— asiente y desaparece tan rápido como llegó.

Una Inesperada Casualidad - Libro 1Where stories live. Discover now