Entonces siento un par de largas manos a mis costados que me hacen girar y caer sobre mi espalda para poder ver a Asaiah. Va todo vestido de blanco, sus hermosos ojos resaltan con el brillo de su ropa. Me comienza a besar de forma inocente pero irresistible. Me besa de una manera que lo quiero, que lo deseo y lo quiero de todas las formas carnales posibles y él siente lo mismo. Se separa un poco para quitarse la camisa blanca y su torso esta liso, sin tatuajes ni cicatrices.

-Te amo. –Me dije con voz aterciopelada.

Y seguimos en la cama, tan pegados que parecemos un mismo cuerpo que no tiene ni siquiera la tela que los separa. Estamos muy juntos, siendo solo uno.

Entonces un ruido me despertó. Fue mi perra que estaba ladrando en mi cuarto. Me puse de pie y note que tenía todo el cuerpo cubierto por una leve capa de sudor. Me toqué la cara y se sentía hinchada. Bajé las escaleras a darle el alimento a mi perra y después comí un par de huevos estrellados que cociné.

Miré la hora y eran más de las seis. Subí de nuevo a mi cuarto. Y prendí el televisor para ver alguna serie. Entonces mi celular sonó, era mi madre.

-Hola, mamá. –Saludé.

-Cariño, debí de llamarte antes pero tuve una junta que ir en cuanto llegue.

-No te preocupes mamá. Me dormí casi todo el día.

-¿Estas bien?

-Claro que sí.

-¿Hiciste algo hoy?

-Solo dormir.

-¿Ya comiste?

-Mamá, para con el interrogatorio. Estoy bien. ¿No tienes nada que hacer hoy en la noche?

-Sí, tengo que asistir a una cena.

-¿Qué esperas para arreglarte?

-Ya lo estoy. Solo quería hablarte para ver que estuvieras bien.

-Estoy bien mamá. Así que ahora ve a tu cena.

-Que descanses.

-Suerte.

En cuanto colgó comencé a sentir frío. Aun no me he puesto nada, así que me puse un pijama y regresar a mi cama a dormir. Con la esperanza de recuperar el sueño. Pero no puedo.

He regresado de correr. Hace ya varias semanas que no he salido a correr.

Me estaba secando el cabello con la secadora cuando mi celular sonó. Apagué la pistola y fui a atender.

-Hola. –Contesté.

-Christina. –Era Asaiah y sonaba preocupado. –Te llamé todo el día de ayer y no me contestabas.

-Perdón, es que mi mamá salió de viaje y la acompañe temprano y después dormí todo el día.

-Pudiste haber avisado, sabes.

-Perdón.

-Bueno, así que tu mamá ha salido de viaje, ¿eh?

-Sí.

-¿Cuánto tiempo estará afuera?

-Una semana.

-Wow, una semana con la casa solo para ti.

-Exactamente.

-Así que puedo ir a la hora que quiera e irme a la hora que quiera, por una semana.

-Aja.

-Muy bien. –Su tono de voz cambió y ahora sonaba muy alegre. –Ahora voy. –Colgó.

Regresé a secarme el cabello y me lo acomodé sobre los hombros para que tuviera una buena caída. (O ese fue mi intento).

Salí a la puerta principal con mi perra y deje que corriera mientras yo me senté a observarla sentada desde las pequeñas escaleras de madera. Miré a lo lejos y vi sobre el camino la camioneta de Asaiah acercándose. Por fin llegó y se estacionó en el terreno.

Me puse de pie para acercarme pero la perra me gano y comenzó a acariciarla.

-Hola, Cure. –Me dijo rápidamente antes de soltarla.

-Hola.

Se acercó a mí y me rodeó con sus brazos para después plantarme sus labios en los míos por un largo tiempo. Después de separarnos abrió la cajuela y se sentó al borde. Sacó una guitarra acústica y se la puso en las piernas.

-Así, que también tocas la guitarra. –Dije al sentarme al lado de él.

-Soy un hombre de múltiples talentos. –Dijo mirándome con una sonrisa.

-Un hombre muy egocentrista, diría yo.

-Eso dices ahora que no me has oído tocar.

Se sacó una plumilla de su bolsillo y comenzó a tocar las cuerdas. El sonido era rasgado y lento, comenzó a mover los dedos con más avidez y el sonido melódico se volvió más rápido pero seguía siendo tranquilo y hermoso. Comenzó a tararear algo  con la boca cerrada mientras rasgaba las cuerdas con su plumilla. Y su melodía duró por unos pocos minutos al igual que su tarareo.

-Eres bueno. –Dije.

-Él mejor. Lo sé. –Rodeé los ojos.

-Y nunca paras con tus halagos.

-No.

Dejó la guitarra a un lado y estiró su mano para tomar mi cara por un costado y darme uno de sus besos.

-Vaya. –Dijo.

-¿Qué?

-Lo que voy a decir no es fácil. –Soltó el aire y miró al cielo.

-¿Qué?

-Me he enamorado de ti.

Mierda. ¿Y ahora que se supone que diga? Él está convencido de eso, si no, no me lo hubiera dicho. Y estoy segura que no fue nada fácil admitir eso para él. Y siento como algo en mi interior se revuelve y quiere gritarlo. Sí, me he enamorado de él.

-Asaiah. –Dije con un hilo de voz.

-Ya sé, que estoy loco y que no es normal en mí y que apenas te conozco pero es lo que siento.

-Asaiah. –Repetí. Me miro a los ojos con duda. –Estoy enamorada de ti y no entiendo por qué. Solo sé que te quiero. –Él sonrió de oreja a oreja y se me lanzó de un beso.

-Repítelo.

-¿Qué?

-Repite que me quieres.

-Te quiero.

Me dio otro beso.

-Repítelo, lo necesito.

-Te quiero. Te quiero, te quiero.

Estaba encima de mí. Yo estaba con la espalda pegada al suelo de la camioneta y con las manos enredadas en su cabello. Su boca fue demasiado lejos en la mía y sus manos subieron por debajo de mi blusa. Hasta que paró y se separó para mirarme con ojos culposos.

-¿Por qué paras? –Pregunté.

-No te quiero obligar a nada que no quieras. No quiero que pierdas la virginidad así. –Dijo con la mirada al suelo.

-¿Así como? ¿Con la persona de la que estoy enamorada? Y no me estas obligando a nada, yo también te quiero. –Me miró de nuevo a los ojos. –Te necesito.

-Oh, Christina. No sabes cuánto te deseo. 

BestiaWhere stories live. Discover now