Capitulo 7

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Capítulo 7

Manejó con cuidado, el beso que se habían dado la turbó lo suficiente como para llegar todavía acalorada a su nueva casa donde la esperaba su familia.

–¡Cariño! –Milah corrió a abrazarla– esta casa es hermosa, siempre has tenido un gusto exquisito, Nila, lo has heredado de mí, no cabe duda...

–Siempre tan modesta mamá –contestó divertida al momento que le daba un abrazo.

–¿Escuché voces? Oh, Nila, sé que no te va a gustar pero –Sicilia le dirigió una mirada de preocupación a su esposa– no sé como ha sucedido en realidad... Llamé a Julián para contarle que estamos en la ciudad y... el caso es que van a venir a cenar mañana... Disculpa, sé que hoy estás cansada, y mañana no será distinto, pero no he podido decirle que no.

–No hay problema mamá –dijo Nila al tiempo que le daba un abrazo– ese hombre me cae bien, lo sabes. ¿Dónde está Ayan y Matías?

–Matías tuvo que volver a Santa Fé cariño –observó como Milah se ponía tensa– pero nos tienes a los tres acá.

–¡Vamos, a ordenar! –dijo Nila, al ver que en sus madres crecía la preocupación. Antes ya le habían lanzado una perorata de lo que significaba irse a vivir "al campo" como ellas lo llamaban. ¡Pero si sólo estaba a 20 minutos del centro!... Dios santo.

Ordenaron, limpiaron, sacaron basura, fregaron y luego de arduas horas de trabajo los 4 se dejaron caer en el sillón del living a disfrutar de una cerveza con maníes, que bien merecido lo tenían.

–Por Dios, estoy molida –comentó Milah mientras se recostaba sobre el hombro de Sicilia.

–Somos cuatro mamá –contesto Ayan mientras se paraba a buscar algunas papas para picar–. Creo que me iré a dormir, he gastado la poca energía que me quedaba en ponerme en pie, no llegaré hasta la alacena.

–Buenas noches, cielo –dijeron Sicilia y Milah al unísono.

–Yo igual, no doy más... mamá –Nila besó a Sicilia en la mejilla– mamá –y luego a Milah.

Solas, las dos cerraron los ojos. El día había sido agotador, no sólo por el trabajo físico que habían realizado, sino por el motivo que hizo salir disparando a Matías de una ciudad a otra: Sebastián por fin había salido de la cárcel.

Hacía mucho tiempo que no sabían de él, pero esa no era razón para que se preocuparan. Querían tener a sus hijos mas cerca que nunca, sobre todo porque jamás mencionaron el episodio.

Cuando empezaron los trámites de adopción, Milah ya había vencido los ataques de pánico y la agarofobia, era capaz de salir, divertirse, y por supuesto, de ser madre.

Sus hijos nunca intuyeron que algo les había pasado, al arreglo tácito que tenían lo habían mamado con tanta naturalidad que era, simplente, la forma en la que se habían manejado desde que empezaron a salir.

Ahora las cosas estaban cambiando, no querían que eso les afecte la vida, pero lo estaba haciendo. Querían seguridad y estabilidad para ellas, pero sobre todo para sus hijos, y para Matías, que era un hijo también.

En secreto, ambas se estaban planteando tomarse unas vacaciones en Tucumán, donde estarían cerca de Nila y de Ayan, pues él vendría con ellas. Simplemente pedirían el traslado en su universidad si es que decidían quedarse por más tiempo. Lo importante era estar los cuatro juntos, lejos de él.

Escapar.

Algo en lo que la familia Andreotti-Gregorovich eran buenos.

Nila se levantó tarde al otro día, se desperezó y empezó a pintar. No quería pensar en nada más. Había dormido poco, debido a que las sensaciones del día anterior inundaban su cabeza. Decidió aprovechar eso: el nudo en el estómago que negaba a desenredarse, las ganas de volver a ver a Leandro, las ganas de volver a besarlo, todo eso para pintar su nueva obra de arte.

EscaparDonde viven las historias. Descúbrelo ahora