Capítulo 3

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Ayan estaba sentado con la mirada fija en quién sabe qué. Ya casi era un adulto.

Pronto cumpliría los 18 años. Era un hombre, hermoso y generoso.

Siempre que podía, Nila daba las gracias al destino por cruzar sus vidas con las de sus madres.

–Buenos días hermanito –dijo mientras besaba su coronilla.

Ayan levantó la cuchara a modo de saludo.

–Está bien, hagamos un trato –la voz de Sicilia se escuchaba desde la cocina– si lavas, Milah, escúchame. Si lavas los platos hoy, yo haré la colada de toda la semana. Hola mis bebés...

–Ni hablar, sabes que odio lavar. –Milah se acercó y les dio un fuerte abrazo–, parece increíble teneros a ambos en casa.

Ok, dijo Nila para sus adentros sin soltarse del abrazo, llegó el momento de la verdad.

–Que bueno estar todos juntos, tengo algo que decir.

Se sentaron en la mesa mientras Sicilia servía un poco de mate, todos la miraron fíjamente.

–Estuve pensando –empezó a decir– no sé por donde empezar...

Sicilia tomó su mano

–Por el principio, cariño –dijo dulcemente.

–Ahí está el problema... –respiró hondo y lo soltó– Pablo... estoy destruída. No quiero volver a verlo. No quiero imaginar lo que significaría para mi volver a verlo. Es una ciudad chica, seguramente lo encontraré en algún momento, en el supermercado o en la cola del banco. Y posiblemente esté con ella, tomándole la mano. Haciendo cosas que antes hacíamos nosotros... me partiría el corazón... no podría

–Te comprendemos –dijo Milah.

–He estado pensando... que quizás... lo mejor sería que me vaya por un tiempo... puedo trabajar en cualquier lugar, no necesito una oficina o un despacho. Incluso me ocuparé de terminar la carrera. Pensé en Tucumán, he investigado, y de hecho me gusta. Es un lugar tranquilo, no es tan grande como Buenos Aires o Córdoba, y tiene todo lo que busco. La UNT es una de las universidades mas prestigiosas del país, con un poco de esfuerzo podré terminar la lincenciatura.

Al ver que sus madres no decían nada, continuó: o también puede ser otra provincia del norte. Pero quiero que sea el norte y que tenga montañas preferentemente.



* * *

Leandro se levantó temprano esa mañana, con una sensación extraña que no podía definir.

Revolvió sus cajones preguntándose si había dejado algo inconcluso. Buscó en su agenda, revisó el correo, pero no encontró el motivo de aquella inquietud.

Decidió darse un baño caliente antes de empezar el día. Lo tenía a tope y bien se merecía relajarse antes de empezar con el rally.

Disfrutó de unos mates y sólo entonces salió disparando a la imprenta que poseía con un amigo.

–Buenos días Javier –saludó– ¿tengo trabajo por terminar?

–No, sólo faltaban las tarjetas del quince de Solana Soria, pero ya lo he terminado.

–Perfecto –dijo, aunque sintió una punzada de decepción. Contaba con poder descifrar el enigma en la oficina–. Me pondré a revisar el correo. Y luego roganizaré las reuniones. Hoy estamos a tope amigo...

–Ha venido una chica, Nila Andreotti-Gregorovich. Ha dejado su teléfono. Está buscando un lugar para quedarse. Al parecer se muda a la ciudad. Me ha causado buena impresión. Tiene voz sexy. Vino aquí con sus madres.

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