Pregunta dos

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Todos me miraban como bicho raro, no les di importancia. ¿Acaso creían que me importaban sus patéticas miradas? Ja, pobres idiotas.

Michael seguía frente a mi.
Rogándome por que me fuera, pero como era de esperarse, me negué.

–Tranquilo. ¿Si? Te estoy pagando por atenderme –comenté, el negó con la cabeza.

–¡Ni siquiera me estas pagando! –reclamó.

–Aún no –admití–. Sólo veté y déjame sólo.

Pedí, se lo pensó un momento pero al final de todo término accediendo.

Bien, acá vamos segunda pregunta.

2. ¿De verdad piensas todas esas cosas de mi?

Escribí con receló al recordar sus frías y duras palabras.

Fue unos meses atrás cuando discutimos. Esa vez fue mi culpa.

Ella había ido hasta un club por mi, a mitad de la noche, completamente sola. Claro que me odie al día siguiente, arriesgó su vida por mi, cualquier cosa pudo haberle pasado al pisar un sólo pie fuera de su casa.

Me había llevado directo a la mía. Recuerdo como me empujo al sillón con fuerza, como se puso frente a mi y comenzó a dar pasos de un lado a otro.

Flashback

Sostenía su fría y dura mirada.
De verdad parecía estar más que enojada.

–No puedo creerlo –resopló–. ¡No otra vez!

Intente levantarme del sillón pero ella me lo impidió dándome otro empujón.

–¡¿Qué es lo que quieres?! –gritó–. Que quieres de mi...

Lo último lo dijo casi en un susurro, se puso de rodillas frente a mi y recargó su cabeza en mis piernas. Acaricié su cabello lentamente, sintiéndome con un idiota.

Di un suave toqué en su nuca y ella levanto la mirada, tenía los ojos llorosos. Sentía como si mil dagas se impregnarán en mi cuerpo, odiaba hacerla llorar, más si esas lágrimas las había provocado yo.

–Hey, nena –coloque mis manos en su cintura, no se de donde saqué la fuerza suficiente para levantarla y ponerla encima de mis piernas. Ella rápidamente se abrazó a mi, recargando su cabeza en mi pecho–. No llores por favor, lo siento tanto.

Se separó un poco de mi, aún sin romper el abrazo.

–Eres un egocéntrico, un cretino, vicioso, posesivo, idiota, impulsivo. ¡Eres un cabrón! Y no tienes la idea de lo mucho que te odio.

Fin del Flashback

Lo había dicho con tanta seguridad, me dolieron hasta el alma, sus palabras lograron algo en mi.

Desde ahí habían empezado nuestros problemas.

Di un sorbo a mi cervaza, uno grande.

Hay, mi pequeña y dulce nena, no tengo ninguna pizca de odio hacia ti.

13 preguntas |Erick ColónWhere stories live. Discover now