Rosa blanca

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Querido Zero:

Las cosas aquí no han cambiado mucho, y es probable que aun falte tiempo para que todo se calme y regrese a la normalidad. Pero han pasado ya más de cinco años que no te veo, así que volveré para navidad, sólo para saber cómo están tú y tu madre, a quien también extraño. Tal vez, no pueda pasar mucho tiempo a tu lado, pero espero que en esos días pueda llenarme de tu presencia para terminar mi trabajo lo antes posible.

Pórtate bien, y si te portas mal cuéntame todas tus travesuras cuando regrese.

Te quiere

Kuran Kaname

***

Yuuki guardó la carta y la dejó en el baúl de Zero, su hijo sólo le había dicho que su tío volvía en navidad, así que se decidió a buscar la misiva. Sabía que no era correcto husmear en las cosas de Zero mientras él está en la escuela, pero que opción tenía cuando su hijo no le mostraba nada.

Además, estúpido Kaname, que bueno que Zero aun no tenía malicia porque entonces se daría cuenta que esas palabras no tenían nada que ver con el cariño de un tío a su sobrino.

***

—¡Zero!!!!—Yuuki se paró en el umbral de la puerta con los brazos en jarras—¡vuelve aquí y ponte la bufanda!! ¡Zero!!

—¡No quiero!—gritó él corriendo por el jardín de su casa, volteó para ver a su madre y mostrarle la lengua cuando chocó contra algo y cayó al piso ligeramente tapizado de nieve, al levantar la vista se topó con un hombre alto y de cabello castaño que le sonrió amablemente.

El hombre se agachó y lo ayudó a ponerse de pie, sacudiéndole la nieve de la ropa.

—¿Qué haces corriendo de esa manera, eh, Zero?

—...

—¡Kaname!—Yuuki llegó corriendo—¡Llegaste!

—Sí

—Y tú, jovencito— Yuuki se dirigió a Zero—. Ponte esto— le enredo la bufanda en el cuello y se la ató con fuerza.

—Ack... me ahorcas, madre.

—Si no me desobedecieras...Kaname, entra y deja de reírte; vamos,  Zero, tú también.

Kaname miró al niño frente a él y le dirigió una nueva sonrisa, Zero desvió la vista y echó a correr de vuelta a su casa.

—¡Este niño!— se quejó Yuuki.

***

Zero no habló en toda la cena y se dedicó a observar receloso a Kaname, quien cada vez que cruzaba miradas con él le sonreía.

Al día siguiente, Zero bajó para encontrar sus regalos de navidad, entre tantos juguetes y ropa, encontró una rosa roja, no tenía que pensar demasiado para saber de quién era, la tomó entre sus dedos y frunció el ceño, guardó todos sus regalos y subió a su habitación.

Una vez ahí, sonrió sentado en su cama mirando la flor, y paso así, largo rato hasta que fue llamado para el desayuno; se vistió rápidamente y bajo de dos en dos los escalones de su hogar. Se sentó y comenzó a comer. Yuuki le miró.

—¿Te gustaron tus regalos?

—Sí.

—Buenos días—Kaname entró y se sentó frente a Zero— Hola, ¡Feliz navidad!

Zero le miró, desvió la vista, bajó de su asiento y salió corriendo de la estancia.

—Ah, este niño—dijo Yuuki—. De bebé no se separaba de ti y ahora huye de ti... ¿qué le has hecho?

Gota de sangreDär berättelser lever. Upptäck nu