El mapa. 1

2.8K 38 8
                                    

 Papá:

¿Te imaginaste como seria tu hija de grande? ¿Pensaste en lo sola que estaría? A veces siento mucho coraje contra ti y, a veces, al recordarte, se me hace un nudo en la garganta, pero no lloro. Nunca lo hago. Te necesito mucho, sobre todo ahora que estoy tan lejos de casa. 

El profesor llegó hasta el lugar de Itzel, le preguntó qué estaba escribiendo y ella cerró su cuaderno con rapidez. Entonces comenzó el regaño. La joven torció la boca y se tapó los oídos. Estaba cansada de ser corregida en un idioma que no entendía. El maestro se enfureció y señaló con el dedo índice la puerta de salida. Ella se puso de pie y murmuró en español.

-Imbécil...

-What did you say?

 Camino despacio y abandonó el aula. El maestro fue tras ella decidiendo frases continuas.

-Sigue hablando, me da lo mismo...-respondió Itzel alejándose por el pasillo. 

Una compañera pelirroja salió del baño y quiso entablar conversación con ella. Se encogió de hombros y dijo:

-Yes, yes, yes... 

La pelirroja insistió en habla, pero Itzel abrió las manos en señal de impotencia y dio media vuelta hacia la salida del colegio. Se sintió frustrada. ¡Ella no era así!, su personalidad había cambiado. Antes podía discutir con fuerza o conversar amablemente. Solía ser aplicada, inteligente y activa. Ahora, en cambio, cualquier niña ignorante parecía sabia a su lado, y hasta los vagos pasaban por educados junto a ella. Muchas preguntas le martillaba la cabeza. ¿Por qué la habían enviado a esa helada y pequeña ciudad en las montañas? ¿Por qué sus conocimientos de inglés no le servían para nada? ¿Por qué los gringos no tenían que preocuparse por viajar a otro país para aprender español?

-La vida es injusta -murmuró.

Sintió deseos de correr, aventar cosas, patear la pared y gritar. Entonces vio la alarma contra incendios. Era una palanquita anaranjada. Para activarla solo se necesitaba levantar una tapa. Volteo a su alrededor. El pasillo estaba solitario. Alcanzó la palanca y tiró de ella. Se escuchó al instante, un agudo y penetrante ruido. Se arrepintió de inmediato. Volvió a jalar la palanca intentando callar la sirena, pero el movimiento activo los aspersores de agua en el techo. Se oyeron gritos de alumnos que se mojaban. Jalo la alarma una vez más y un nuevo sonido de emergencia comenzó a silbar afuera del edificio. Las puertas de las aulas se abrieron una tras otra, cientos de chicos salieron en tropel. Los profesores intentaban organizar la evacuación, pero nadie obedecía. Algunos jóvenes, asustados, solo trataban de escapar, pero otros, divertidos por la interrupción de las clases, aprovechaban para empujarse y colocarse debajo de las regaderas. En un abrir y cerrar de ojos, grupos completos de adolescentes pasaban al lado de Itzel rumbo a la salida. Ella se unió a la procesión sintiendo que el corazón le saltaba. ¿Que había hecho? ¡Los salones estaban llenos de libros y aparatos! ¿Se estarian mojando? ¿Y la biblioteca? ¿Y el laboratorio de computación? Trato de calmarse. El sistema debía prevenir errores; no podía destruir el material didáctico con una falsa alarma... -aunque ella había activado tres falsas alarmas-. De cualquier modo, un incendio real no se apagaría con esas fuentecitas. Se necesitaba la ayuda de... ¡Oh, no!

Se oyó el sonido de las sirenas por la calle. Salio con todos sus compañeros al patio. El césped estaba cubierto por un manto de nieve. Algunos maestros trataban de formar filas. En unos minutos, todos los alumnos de la secundaria se hallaban afuera. Habian llegado bomberos y policias.

Dos inspectores entraron a la escuela mientras otros esperaban atentos a sus radios. Profesores y alumnos murmuraban tratando de adivinar que había provocado es caos.

En pocos minutos, las sirenas se callaron y los inspectores reaparecieron para dar su informe. Se desató un bola de murmullos. Los jefes de bomberos y policía se pararon junto al director de la escuela. Preguntaron quién era el responsable. Hubo un momento de tensión. Todos los estudiantes guardaron silencio. El director volvió a preguntar, esta vez con mucha más energía. Nadie dijo nada. De pronto, una chica pelirroja levantó la voz y señaló a Itzel. Cientos de miradas volvieron hacia ella. El tiempo pareció detenerse un instante. El director de la escuela avanzo entre las filas y pregunto algo a la joven que estaba siendo acusada, pero ella no contestó.

El jefe de bomberos se acercó también para cuestionar si había sido ella. Aun en inglés, sus palabras eran claras. No tenía caso mentir. Itzel afirmó. El policía se les unió, tomo a la chica del brazo y la apartó. Ella se dejo llevar. Trato de tranquilizarse pensando: <<No pueden hacerme nada, solo regañarme... soy menor de edad, tal vez me obliguen a limpiar la escuela mojada, ¡o quizá me saquen del país! Eso sería bueno porque lo único que deseo es regresar a mi casa>>.

La hicieron pasar a una oficina.                                      

        

InvencibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora