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-¡Mamá! -exclamó Itzel-. Qué bueno que llegaste.

-¿Cómo estás, amor?

-Bien -pero al proseguir se le quebró la voz-, ¡te he extrañado tanto!

-Y yo a ti.

Beky Meneses abrazó a su hija. Luego preguntó:

-¿Qué te pasó?

-Un accidente...

-Tiffany acaba de decirme que anduviste deambulando sola.

-¿Vas a regañarme?

-Hija, necesito saber exactamente qué sucedió.

-¿Para qué? Ya sucedió. Mamá, ¡me quiero regresar contigo! Aquí toda la comida es insípida. Además engorda.

Beky sonrió.

-A ti te caería bien subir un poco de peso.

-En serio, mamá. Tú me enseñaste que no debemos de sentirnos culpables si cambiamos de opinión. ¡Pues he cambiado de opinión! ¡Ya no quiero estar un año aquí!

-Bueno -respondió Beky encogiéndose de hombros-, si decides eso, yo también descansaré. ¿Te imaginas lo que es para mi estar lejos y no poder hacer nada para ayudarte? Sé que te descalificaron en gimnasia antes de examinarte, que activaste una alarma contra incendios, que fuiste humillada en la corte, y que te gusta ir a esconderte en las montañas de esquí... Me he enterado de todo y ha sido muy preocupante.

-¡Tiffany es una chismosa, metiche, atolondrada!

-¡No hables así, hija! ¡Las personas a tu alrededor han sido más buenas de lo que crees!, incluso pienso que muchas cosas te han salido mal porque has tenido una actitud negativa con ellas.

-¡Ya vas a empezar a sermonearme!

-Si decir mis opiniones sinceras es sermonearte, voy a empezar a hacerlo. Viniste aquí persiguiendo objetivos que no has logrado.

-¿Aprender inglés o conocer el lago que le fascinaba a mi padre?

-¡Nada de eso! ¡Adaptarte a una nueva sociedad y desenvolverte con éxito dentro de ella!Si te das por vencida ahora, te quedarás con una tremenda sensación de fracaso. Reflexiona. Tuviste un accidente por algo. Los accidentes muchas veces son signo de que debemos detenernos a pensar y corregir nuestra conducta. ¡Reconoce tus errores, recupérate, cambia de actitud y regresa sólo cuando sientas la convicción de haber triunfado!

Itzel apretó los labios y permaneció callada un largo rato. Después dijo:

-¿Y por qué no lo intentamos en otra parte?

-Porque si aquí te caíste es aquí donde debes levantarte.

-¿Eso también te lo dijo la psicóloga? Ve y cuéntale que su medicina no sirve. Odio el inglés. ¡Este sitio me enferma! No quiero ni voltear a ver el lago... -bajó la voz y murmuró-. Mi padre venía a pescar y a bucear con frecuencia y eso no me deja olvidarlo.

Beky observó a su hija con un gesto de verdadera preocupación. Itzel notó la mirada amorosa de su madre y comenzó a parpadear para evitar el llanto.

Beky la abrazó. 

-Deseo ayudarte, hija, pero no sé cómo.

-Gracias, mamá... Yo quisiera ser como tú. Saliste adelante sin el apoyo de un padre. Yo no puedo. No tengo tu fortaleza. ¿Por qué se estrelló su avioneta?

-¡No lo sé Itzel! Pero tu papá murió. Entiendelo debes dejarlo ir...

-¡Lo dices como si te diera gusto!

Alguien tocó a la puerta. Era Ax, el entrenador. Venía sólo. Su bastón y facciones toscas le daban un aspecto enigmático.

-¿Puedo pasar?

-Adelante -respondió Beky sin ocultar su extrañeza.

-¿Es usted la madre de Itzel?

-Si.

Ax carraspeó. Luego se animó a confesarlo:

-Señora, yo fui quien atropelló a su hija.

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