CAP (11). ¿Aceptas?

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Sabía lo que era. Sabía lo que él pensaba de mí. No tenía por qué sentirme así. No sé en qué momento me imaginé más de lo que podría ser o soñé con algo diferente, pero definitivamente tras su oferta las cosas estaban más que claras.

—Deja eso—dejó la taza de café sobre la mesa—Necesito estar acompañado durante mi viaje. Y necesito que la mujer que me acompaña seas tú —bajó su cabeza sonriendo tomándome la mano—Si aceptas, quiero que sepas desde ahora que serás como mi sombra.

—¿Qué es lo que esperas de mí exactamente?—pregunté y por primera vez me encontraba con un nudo en la garganta mientras esperaba una respuesta.

—Tu presencia. Ya te he aclarado que lo termines, los marcas tú—agarró más fuerte mi mano—No quiero nada de lo que ya no hemos vivido.

—Sexo—espeté. Si a él le costaba decirlo, a mí no. Todos esperaban lo mismo de mí, no era una novedad.

—También—alejó su mano de la mía y miré mi mano que rápidamente resintió la falta de calor. —Quiere que me acompañes a todo lo que incube mi viaje allá.

—O sea, me quieres como secretaria en el día y por la noche...—me interrumpió una vez más.

—Rose—suspiró negando con la cabeza—Por lo menos en esas dos semanas sabrás que nadie te va a herir.

«¿Qué tan seguro estás de que el que me va a herir no serás exactamente tú?»

—No se trata solo de lo que yo quiero, muy pocas veces puedo decidir algo, Colin—unos recuerdos aparecieron en mi frente. Alex no era una persona que entendiera muy bien el significado de la palabra «no». — Por otro lado, aquí tengo personas que no puedo dejarlas solas por tanto tiempo—hablé con serenidad.

—Yo también me veo obligado a dejar algunas personas a solas aquí, pero en la vida hay que aprovecharse de los momentos que nos aparecen en el camino.

—No compares tu vida con la mía— repliqué enfadada.

—No lo hago, tú lo haces—objetó antes de empezar a comer nuevamente—. ¿Tenemos un trato?

—No, no tenemos ningún trato—espeté algo molesta, teniendo un nuevo ataque de bipolaridad.

—Sí, tenemos—afirmó muy convencido.

—Mi respuesta fue un claro y vehemente «no».

—Tus pupilas se dilataron notablemente y esto solo está demostrando que te encanta mi idea. Aparte, en cuanto dejaste de morderte los labios empezaste a jugar con tus dedos. ¿Te pongo nerviosa? —Me quedé atónita mientras que él levantó la cabeza sonriente. —Claro que lo hago. Al final tu respuesta es inválida, tu boca mintió.

—¿Por qué yo? Creo que hay muchas mujeres que aceptarían sin pensarlo y obvio, sin la necesidad de pagarlas.

—Porque eres la única que lo está pensando y esto me incita y excita al mismo tiempo—hizo una pausa mientras miraba mis piernas desnudas—Y, por otro lado, no quiero invitar a una mujer que se haga ilusiones. Lo único que necesito es compañía por dos semanas.

—Claro—susurré.

Él no era estúpido, lo había pensado muy bien. Conmigo era una tregua, al final de esas dos semanas cada uno de nosotros iba a saber su lugar y él se ahorraría el discurso de siempre, en donde debe explicarles que solo fueron unos revolcones, nada más.

—Piénsalo unos días—dejó el tenedor y el cuchillo—Pásame tu número y te llamaré en unos días para ver a lo que te decidiste.

—Ni de broma, me basta con el psicópata que ya me acosa por el teléfono—espeté molesta, recordándome del padre de Lana, qué tipo más nefasto.

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