CAPITULO 11

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Harry se puso rápidamente de pie y de un tirón paró a Louis su lado, lo acercó a él lo más que pudo. Había alguien allí, y él estaba dispuesto a enfrentarse a quien fuera con tal de que el castaño no fuera lastimado.
Louis se aferró a él como si su vida dependiera del rizado. Otro trueno sonó, el ojiazul ahogó un grito.
—Tengo mucho miedo, Harry —murmuró con un hilo de voz.
—Tranquilo, enano… no voy a permitir que nada te pase —le aseguró él.
Le tomó una mano y entrelazó sus dedos. Buscó algo para protegerlos a ambos, y en sus pies encontró un largo palo de madera. Iba a atacar con eso si era necesario.
—¿Pero que demonios pasa aquí? —dijo una vieja y rasposa voz. 
Y de repente una luz se prendió sobre sus cabezas. Ambos entrecerraron un poco los ojos y luego miraron al frente.
Louis por poco y se desmaya. Pero comenzó a calmarse al ver que no era un monstruo, ni nada por el estilo lo que estaba ahí.
Solo era un viejo y arrugado hombre que los apuntaba con una vieja escopeta. Vestía un anticuado piloto color patito, tenía botas y sombrero de lluvia.
Harry lo miró bien, entonces su boca se abrió del asombro. ¿Podría ser él? ¿Era aquello posible? 

—¿Señor Mcadams? —inquirió. El anciano bajó la escopeta y los miró bien.
—Si, ese soy yo —dijo y se quitó el sombrero de lluvia —¿Quiénes son ustedes y qué hacen en mis tierras?
—Soy Harry Styles, señor. Peón de la estancia de los Tomlinson —le contó —Y el es Louis Tomlinson, hijo del dueño.
Los miró consecutivamente, reparó en que ambos estaban algo desnudos. Entonces sonrió mostrando unos amarillentos y astillados dientes. 
—¿Qué hacen aquí y con esta lluvia, intentando hacer hijos? —Quiso saber y arqueó una ceja —¿Acaso iban a usar mi establo como lugar de encuentro prohibido?
Las mejillas de Louis no tardaron en mostrar su vergüenza y se ocultó mejor detrás de la espalda de Harry.
—No, no señor Mcadams —dijo algo nervioso Louis —Solo nos perdimos en la tormenta y nuestro caballo huyó. No pudimos volver.
Él los miró con algo de desconfianza.
—Bien —suspiró —Voy a creerles —caminó hacia la salida cojeando —Veo que han encontrado un poco de mis cosas secas. Pero voy a traerles ropa y algo para comer. Será mejor que se queden aquí a pasar la noche… está tormenta planea quedarse hasta que amanezca.
Siguió caminando. Harry solo lo miraba. Pero quería saber un poco de él. Todo el mundo creía que ese hombre estaba muerto. Y no lo estaba.

—Señor Mcadams —lo llamó él. El anciano se detuvo y se giró a verlo —Todo el mundo cree que usted está muerto, ¿Por qué no ha salido a desmentir aquello?
El hombre se encogió de hombros, y Louis vio la tristeza en sus grisáceos ojos. Según lo que el castaño sabía, o mejor dicho lo que su padre le había contado cuando era un niño, era que hace muchos años hubo un gran incendio en la casa de los Mcadams, en la que murió toda la familia, menos el hombre que estaba parado frente a ellos. Supuestamente Joe Mcadams había quedado completamente loco después de aquello, ya que no había podido salvar a su esposa e hijos. Entonces un día desapareció y nadie supo más de él. Se decía que se había suicidado y que su alma vagaba por aquellas tierras lamentando la pérdida de sus seres queridos. 
—Es como si lo estuviera, muchacho —murmuró sacándolo de sus pensamientos. 
Salió de allí, dejándolos solos y desconcertados. Harry giró la cabeza para mirarlo. 
—¿Cómo estás? —le preguntó.
—Algo perturbado —asintió Louis —No puedo creer que ese hombre esté vivo…
—Yo no estaba seguro, pero lo sospechaba. Varias veces vi movimientos por estos lados. 
—¿Y si en realidad es su fantasma y nosotros estamos perdiendo completamente el juicio, Harry?
Él se rió y se alejó del castaño solo para observar bien el lugar en el que estaban, ya que ahora tenían un poco de luz. 
—Enano, nada de eso es verdad. Y no estamos perdiendo el juicio.

Louis asintió y buscó su celular. ¡Tenía señal! Lo abrió rápidamente y marcó el número de Niall. Luego del primer tono, atendió.
—¡POR EL AMOR DE CRISTO, LOUIS! ¿DONDE DEMONIOS ESTÁS?
El tuvo que alejarse un poco el teléfono ante el histérico grito de su mejor amigo.
—Tranquilo, Nialler —intentó calmarlo —Estoy bien…
—¿Es Louis, Niall? —el escuchó que su padre preguntaba y luego le quitaba el teléfono a el rubio —¿Dónde estás, dios santo? Ya estaba montando un operativo para salir a buscarte a ti y a Harry … tampoco sabemos donde está él. Anne está por sufrir un ataque.
— Harry está conmigo, papá —le dijo el Tomlinson.
—¿Contigo? —inquirió.
—Si… es largo de contar ahora. Pero para hacerlo corto, nos perdimos, el caballo escapó y estamos atrapados en el establo de los Mcadams.
—Dios santo —suspiró Dess —Juro que llegué a pensar lo peor. Gracias al cielo estás bien, mi vida. Y por suerte bien acompañado.
El miró a Harry y le sonrió.
—Si, es una suerte muy grande.
—¿Están bien protegidos? ¿Podrán aguantar hasta que la tormenta acabe? —le preguntó.
Louis miró a su alrededor. Gracias a la luz, aquel lugar ya no era tan tétrico. Miró hacia la ventana y vio el fuerte viento que había.
—Si, papi… estamos bien. Podemos esperar.
—Cuídate mucho, mi cielo —dijo dulce —Y ahora pásame con Harry.
—Adiós —se despidió el y le dio el teléfono a Harry.
—Señor —dijo él al atender. Louis lo observó atenta, reparando en aquel devastador gesto de concentración. ¿Por qué era tan lindo? Sacudió la cabeza —Está bien, señor, no se preocupe. 
Colgó y le devolvió el aparato.

—Aquí tienen, muchachos —dijo el viejo Mcadams entrando de nuevo. 
Se giraron a verlo y se acercaron a él. Les había traído todo lo que les había prometido. Harry tomó las cosas.
—De verdad muchas gracias, señor Mcadams —le dijo Louis —Y… perdón por creer que estaba muerto.
El anciano sonrió cortamente y volvió a caminar hacia la salida.
—No se preocupe, niño. No me ha hecho ningún mal. Ahora los dejo. Que pasen una buena noche.
Louis se acercó a Harry para buscar algo que ponerse. Él le dio una vieja remera de mangas largas y un pantalón gris de dormir. El castaño los aceptó más que encantado. Fue hacia un rincón para cambiarse. Él también se apartó para hacer lo mismo. Se cambiaron el silencio, escuchando los movimientos del otro. Louis se aguantó las ganas de girar a verlo… no podía hacerlo. Suspiró aliviado al sentirse seco y abrigado. Volvió hacia el fuego y vio que Harry terminaba de colocarse la remera. 
—Ven, vamos a comer un poco —le dijo él mientras se sentaba.
—No tengo hambre —dijo Louis y se sentó a su lado. Pero entonces su estomago gruñó. Harry lo miró divertido y le tendió un poco de pan.
—Mentiroso, tu estomago Harry está implorando por un poco de lo que sea.
El rió y tomó el pan. Volvieron a quedarse en silencio, comiendo despacio. El sonido de un rayo llegó a sus oídos y la luz se fue en un instante. 

Louis buscó la mano de Harry en la oscuridad, pero encontró que él se acercaba por detrás y lo abrazaba, formando un refugio para el con su cuerpo. Más tranquilo se apoyó contra su pecho. Al parecer la luz se había cortado. El de ojos azules pensó en Nialler, sabía lo miedoso que era con la oscuridad.
Entonces sintió que él tomaba una de sus manos y lo elevaba un poco, Louis miró sus manos unidas y observó sus diferencias. Su mano era más larga y grande que la de el, era fuerte y caliente.
Harry no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. El castaño tenía el anillo que él le había regalado antes de que se fuera. Con uno de sus dedos acarició la pequeña joya. 
—Aun lo tienes —murmuró más para si mismo que para Louis. Pero ya que Louis estaba apoyado contra su pecho lo escuchó.
—Siempre lo cuidé mucho, por eso lo tenía guardado —le contó y giró un poco la cabeza para observarlo. Él miraba fijamente su mano —Fue raro… antes de volver hacia aquí lo había estado perdiendo cada dos por tres, por eso había decidido guardarlo en mi cajón.
Harry alzó ambas cejas y siguió mirando el anillo. Aquello era bastante extraño. Se tocó, con la otra mano, el pecho, buscando su medallita. Y allí estaba, pegada a su corazón. 
Desde que Louis estaba allí, no había vuelto a perdérsele. 
¿Aquello era casualidad o algo más?
El silencio que había allí adentro los dejaba escuchar con perfecta claridad los sonidos de la lluvia y el viento. Entre ellos ya no había tensión, solo un poco de confusión. Harry sintió como el cuerpo de Louis se relajaba contra él, y supo que estaba por quedarse dormido.
—¿Vamos a dormir? —le preguntó.
El otro solo asintió. Se pusieron de pie y Harry arregló un poco el improvisado colchón que había armado. Le dio el paso y el castaño se acostó. Lo tapó con una de las sábanas y se sentó en el suelo, a su lado. 
Louis lo miró extrañado. No esperaba que él se sentara allí, sino que se acostara a su lado. El colchón era amplio y ambos entraban perfectamente. 
— Harry, ¿acaso vas a dormir allí sentado? 
Él lo miró algo sorprendido por su pregunta. No tenía ningún problema en dormir así, no le resultaba incomodo. 
—Si, ¿Por qué?
—Ven aquí, Harry —le dijo y abrió las sábanas indicándole el lugar —Entramos los dos… no quiero que duermas sentado.
Estaba sorprendido, si. No esperaba que el le dijera aquello. Sintió cosquillas en la panza, pero sacudió la cabeza.
—Yo… no creo que sea correcto.
Louis sonrió.
—Hablas como un anciano, Styles —le aseguró —Cuando éramos niños dormíamos hasta en el suelo del establo juntos…
‘Pero ya no somos niños’ —pensó él.
—Lo sé —le dijo —Pero yo aquí estoy bien. No quiero que duermas incomodo. 
—¿Puedes dejar de tratarme como a un muñequito de porcelana? No lo soy. Conozco los dolores, las incomodidades, etc. No soy de cristal, Harry. No me rompo. Ni me quejo. 
—Pero le temes a las tormentas…
—Eso le puede pasar a cualquiera. Desde al rey de España, hasta a un pobre hombre que duerme en la calle.
—No me refería a que no eres fuerte o capaz, Louis —le sonrió —Solo… aagh, nada. 

Se puso de pie y se acostó a su lado. Louis sonrió abiertamente sin que él lo viera. Estaba seguro de que aquello era solo una tonta excusa. 
—¿A quién iba a abrazar si no era a ti cuando haya un rayo? —le preguntó.
Harry suspiró, se acomodó mejor y abrió sus brazos para el. En ese momento un trueno llegó y Louis lo abrazó más rápido de lo que se tarda en dar un respiro. Una estúpida sonrisa se le escapó, el castaño lo hacía sentirse así. Su corazón latió rápido cuando el apoyó la cabeza en su pecho.
—Hasta mañana, súper Harry —le dijo. Él sonrió aun más.
—Hasta mañana, enano bonito.

Harry comenzó a despertarse, por el suave canto de un pájaro. Abrió un ojo para encontrarse en un lugar que no era su habitación. Miró a su alrededor y reparó que estaba en un viejo establo. La luz del sol entraba implacable por la ventana. Entonces se despertó del todo y recordó por qué y con quien estaba allí. Bajó la mirada hacia el suave peso que descansaba contra su pecho. Su corazón comenzó a latir rápido al tener su bello rostro tan cerca. ¿Cómo podía ser tan hermoso? ¿Cómo podía hacer latir su corazón de aquella forma?
Debería estar sintiendo rencor por el, por haberle roto el corazón siendo solo un niño. Pero extrañamente no podía sentir aquello por Louis. Y lo que sentía lo confundía, lo abrumaba. Se encontró levantando la mano y corriendo el cabello color chocolate que caía sobre su frente. Lo llevó detrás de su pequeña oreja, en una caricia silenciosa. El se movió un poco, pero no despertó. Se concentró en mirar cada facción de él, cada línea de expresión. Estaba complemente relajado, una pequeña sonrisa parecía tirar de las comisuras de sus labios. Sus pestañas se arqueaban elegantes e imponentes en aquellos ojos suavemente cerrados. Con cuidado acarició aquella parte de su rostro, luego bajó por su nariz, siguió bajando hasta descansar el pulgar contra su labio inferior. Estaba húmedo y algo tibio. Hizo una pequeña presión separándolo del otro labio y entonces un suave suspiro escapó de la boca del castaño. Al instante el dejó de tocarlo. 
Louis se removió de nuevo y esta vez sus ojos se abrieron lentamente. Lo miró algo confundido con los ojos entrecerrados, pero luego de unos segundos le regaló una linda sonrisa. 
—Buenos días —lo saludó con la voz algo rasposa. 
—Buen día, enano —dijo él algo nervioso. Louis volvió a cerrar los ojos sin dejar de sonreír. Se acomodó para seguir durmiendo —Oye, no sigas durmiendo. Debemos levantarnos, hay un sol radiante.
—Nooo —se quejó —Un ratito más.
—Louis —rió él —Si nos vamos ahora vas a poder dormir más cómoda en tu cama.
—Dormir contra ti también es muy cómodo. 
Entonces abrió los ojos para mirarlo. A Harry se le cortó la respiración, realmente estaban cerca, a escasos centímetros. 
Louis se olvidó de cómo respirar. Todo su cuerpo fue consciente de la cercanía de él, del calor y protección que le brindaba. Ahora que lo tenía así de cerca podía apreciar perfectamente el color verde esmeralda de sus ojos. Pequeñas motas de un color en toquesitos gris que se esparcían por su perfecto iris y sus pupilas negras se agrandaban cada vez un poco más. El menor se mordió el labio inferior mientras sin intención bajaba la mirada a la boca masculina. ¿Era normal las ganas terribles que tenía de besarlo? No, no lo era. Encima se veía demasiado bien con aquella expresión de recién levantado, algo despeinado y mirándolo de manera tierna.
‘Al diablo con todo’ —pensó Harry. Él tenía que besarlo, quería hacerlo. 
Acercó su rostro un poco más al de el. Solo para ver si se alejaba. Louis no se alejó, sino que también se acercó un poco. Cerraron los ojos y se acercaron otro poco. Sus labios rozaron los de Louis. Fue una pequeña caricia que hizo estragos en él. Se alejó un poco para observarlo. El tenía los ojos cerrados y los labios levemente separados para él. Sonrió bobamente y volvió a acercarse.

Pero se detuvo al escuchar aquel peligroso sonido. Lentamente abrió los ojos para observar lo que justo había detrás de Louis. Se paralizó al ver que era nada más y nada menos que una maldita serpiente cascabel, y agitaba su cola, enojada.
—¿Harry? —inquirió el castaño y abrió los ojos para mirarlo. 
—No te muevas —murmuró él.
—Pero, ¿Qué sucede? —quiso saber.
—Tú solo quédate quieto —le ordenó.
La cascabel seguía agitando su cola con furia. Harry sabía que si Louis hacía algún movimiento la serpiente iba a atacar. Pero tenía que sacarla de allí.
— Harry, ¿Qué pasa? —dijo el castaño. No entendía nada. Él iba a besarlo, pero de repente no lo había hecho. 
—Voy a moverte hacia mi lado, Louis. Hay una serpiente detrás de ti…
Louis se tensó al instante. 
—¿Una… serpiente? —inquirió nervioso.
—Tranquilo, no voy a dejar que nada te pase —le aseguró. El solo pudo asentir. El miedo recorría cada parte de su ser —Voy a contar hasta tres, pequeño, y te voy a pasar para este lado ¿Si? —volvió a asentir. Ni siquiera se animaba a hablar —Uno… dos… tres…
Lo alzó rápidamente de una manera tan natural y fácil que Louis pensó que no pesaba ni un gramo. Lo rodó hacia su lado y entonces él sintió un fuerte pinchazo en su hombro derecho. Siseó por lo bajo.
—¡Harry! —exclamó Louis y observó como la serpiente se alejaba a toda prisa de ellos. Se acercó a él y vio como la remera comenzaba a llenarse de sangre justo en su hombro —Oh por dios, Harry…

Simplemente le desgarró la remera para ver mejor la herida.
—Louis—dijo él algo agitado —Ve a buscar un poco de ayuda.
—¡No voy a dejarte aquí solo! —dijo nervioso —Debe haber algo que yo pueda hacer en este momento…
—Necesito que alguien extraiga el veneno —dijo apretando los dientes. El dolor comenzaba a ser insoportable. Sentía como el veneno comenzaba a correr por su sangre —Y no quiero que tú lo hagas…
—¡Claro que voy a hacerlo! —chilló y tomó su rostro —Dime que tengo que hacer.
—No, Louis, no…
—¡Dímelo! —le exigió. Él suspiró, Louis podía ser muy terco.
—Tienes… tienes que extraer el veneno, succionando la herida y escupiendo toda la sangre que saques de allí.
A Louis se le revolvió el estomago. Jamás había sido una persona muy tolerante a la sangre. No sabía como era que todavía no se había desmayado al ver la sangre de Harry. Pero iba a hacerlo. 
—Voy a hacerlo, Harry —le contó —Voy a hacerlo.

SALVAJE (Larry Stylinson) TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora