CAPITULO 10

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Louis se acercó un poco más al pecho de Harry, ya que de repente un frío viento se había levantado. En menos de dos minutos todo el cielo se cubrió de las negras nubes que Louis había estado contemplando unos cuantos minutos antes.

Harry percibió el movimiento del castaño y miró hacia el cielo. Alzó ambas cejas. Esas nubes solo podían significar que en cualquier momento comenzaría a llover. Se acercó un poco más a el, para brindarle seguridad. Su corazón latía muy fuerte, por varias razones: tenerlo así de cerca, sentir su perfume y el miedo/rabia que lo había invadido cuando aquel maldito infeliz lo había tocado. Jamás había sentido tanto odio hacia alguien. Si no fuera porque el lo detuvo, estaba seguro de que Federico Payne no hubiese quedado de pie.

Y de repente un rayo pareció partir la tierra. Louis ahogó un grito mientras que el caballo se paraba, asustado, sobre sus patas traseras. Harry tomó con más firmezas las riendas y trató de calmarlo. Pero otro trueno llegó, el caballo comenzó a correr sin dirección, mientras que la densa lluvia se hacía presente. 
—¿Qué está pasando, Harry? —preguntó asustado.
—Solo está asustado —dijo él —Y no obedece a mis órdenes de detenerse.
—Yo también tengo miedo —murmuró como si de un niño pequeño se tratara. 
—Tranquilo, enano, no estás solo.
Harry divisó que el caballo se dirigía hacia las afueras de las estancias, más hacia la nada que hacia el pueblo. Trató de detenerlo de nuevo, pero no tuvo éxito. Y la lluvia comenzó a ser torrencial, apenas se podía ver el camino. Entonces Harry supo que tendrían que saltar.
—Louis, tenemos que saltar.
El se incorporó un poco y lo miró aterrado.
—Debes estar bromeando —dijo. Él negó levemente.
—No puedo detener al caballo.
Entonces el castaño le quitó las riendas y comenzó a tirar de ellas con fuerza. Harry lo miró divertido.
—¿Cómo se llama el animal? —preguntó nervioso.
—¡Helios! —dijo él. Louis volvió a tirar de las sogas. 
—¡Para, Helios, para ya! —dijo elevando la voz lo más que pudo.

Y como si el caballo hubiese sido hechizado se detuvo. Harry estaba realmente asombrado. El se alejó un poco del rizado y se bajó de un salto. Estaba completamente empapado y el agua seguía cayendo como si de una catarata se tratara.
Otro rayo hizo temblar todo. Louis gritó y entonces el caballo comenzó a correr de nuevo con Harry a cuestas. 
—¡HARRY! —exclamó el ojiazul y comenzó a correr detrás de él. 
Su corazón dio un vuelco al ver que él saltaba del caballo. Helios siguió corriendo y Louis lo perdió de vista bajo la lluvia. Corrió hasta llegar a Harry que estaba tumbado boca arriba sobre la tierra lodosa. Se arrodilló junto a él y se desesperó al verlo con los ojos cerrados. Tal vez se había golpeado la cabeza o algo por el estilo. 
— Harry, Harry, Harry… —repitió su nombre nervioso y tomó su rostro con ambas manos. Lo acarició, tratando de secar su piel. Y entonces su ojos se llenaron de lágrimas —Por favor, salvaje, abre los ojos… sabes que le tengo miedo a las tormentas.

Él ni se movió. Tampoco hizo algún movimiento de abrir los ojos. Louis se mordió los labios para ahogar su sollozo. Y volvió a acariciar sus mejillas. ¿Qué iba a hacer el castaño solo con él desmayado? Por dios, lo necesitaba despierto. Necesitaba que lo abrazara y le dijera que la tormenta ya se iba a ir, que sola era una estúpida lluviecita.
De repente él abrió los ojos y lo miró. Una suave sonrisa se curvó en sus labios al verlo con los ojos cerrados, rezando en voz muy bajita.
—Lo sé —dijo él —Sé que le temes a las tormentas.
Louis abrió los ojos rápidamente para observarlo. Sonrió levemente pero después frunció el ceño. Acto seguido le dio un firme golpe en el pecho y se puso de pie. Comenzó a caminar hacia no sabía donde.
—¿Louis? —lo llamó mientras se sentaba. 
Siseó por lo bajo ante el dolor en una de sus piernas. Pero se puso de pie y comenzó a caminar tras el. Lo alcanzó y lo tomó suavemente del brazo. El giró y volvió a golpearlo en el pecho.
—¡Eres un imbécil Harry, creí que te había pasado algo! —chilló mientras lo seguía golpeando. Él solo lo observaba. Sabía por qué estaba enojado. Él había estado fingiendo estar desmayado. Solo para ver que le provocaba. No había sido buena idea, pero no estaba arrepentido. 
Otro trueno iluminó todo el campo. El ojiazul dejó de pegarle solo para abrazarlo, metiendo los brazos entre los de él.
—Te odio, Harry.
Él se rió suavemente y también lo abrazó.
—Ambos sabemos que no —le dijo.

Louis se alejó un poco para mirarlo y le sacó la lengua. Otro trueno llegó y el volvió a abrazarlo.
—Dime que sabes donde estamos y que vamos a llegar pronto a casa —le pidió asustado.
Harry miró a su alrededor. No estaba del todo seguro, pero apostaría su cabeza a que estaban en la vieja estancia de los Mcadams. 
—Creo que sé donde estamos —le contó —Pero lo malo es que no estamos cerca de la casa. Y con esta lluvia vamos a tardar más en llegar.
—Tengo miedo, Harry.
Se alejó un poco de el y lo miró fijamente a los ojos.
—No tienes que tener miedo, Louis. Yo estoy aquí para cuidarte, ¿si? —el castaño asintió levemente —Pero va a ser mejor que nos resguardemos en el viejo establo de los Mcadams. 
Louis lo miró aterrado.
—¿Estamos en las tierras de los Mcadams? — Harry asintió —Por dios, esto es horrible.
—Louis, nada va a pasarnos.
—Por si no lo recuerdas estas tierras están… embrujadas.
Él soltó una sonora carcajada y pellizcó la nariz de el. No podía creer que el ojiazul todavía creyera en esas cosas.
—Pequeño, no puedes estar hablando en serio. ¿Todavía crees en eso?
El pestañeó seguidamente, por el tonto cosquilleo que sintió en la panza al escuchar que él lo llamaba pequeño, era extraño todo, pero le gustaba. 
—Yo… claro que las creo.
—Esas historias que nos contaban cuando éramos niños no son verdad, enano. 
—Claro que son verdad, ¿Por qué nadie volvió a saber de ellos?

Harry sonrió y levantó la mano para acariciar la mejilla de Louis. Estaba fría por la lluvia y el viento. Las sonrisas, los miedos, la tormenta, todo desapareció alrededor de ellos. Fuerte y extraño era lo que ambos sentían. Raro de explicar, porque había sucedido de repente.
Harry tenía una novia. Él la quería, claro que si. Pero desde que había vuelvo a posar sus ojos en los ojos de Louis Tomlinson, todo había cambiado.

Louis creía estar enamorado de Ashton. Pero ¿Por qué Harry hacía latir su corazón así de fuerte? Había sentido tantos celos cuando lo había visto con aquella muchacha. Y lo peor de todo era que el no tenía derecho a sentir celos, claro que no. 

—Va a ser mejor que… comencemos a ir, acabas de salir de un resfriado —dijo el rizado. 
Dejó de acariciarlo y comenzó a caminar. Louis se quedó quieto en su lugar, con la sensación caliente de su mano contra su piel. Se sentía tan tonto. Cada vez que él tenía un gesto tierno hacia el todo su mundo giraba. 
Seguía lloviendo pero no tan seguido como antes. Louis reaccionó y comenzó a caminar rápido detrás de él. Pronto lo alcanzó y se acercó lo más que pudo. Tenía miedo y frío, necesitaba tenerlo cerca. 
Luego de caminar, callados unos cuantos minutos, llegaron al viejo y abandonado establo de los Mcadams. Harry abrió la pesada y oxidada puerta, haciendo un gran ruido. Entraron… todo estaba tirado, no habían caballos y si había unas cuantas telas de araña. 
Louis puso cara de asco y volvió a acercarse a Harry.
Él buscó un viejo mechero y logró prenderlo, dándoles luz y un poco de calor. Corrió un poco de las cosas hacia un costado e improvisó una especie de colchón.
El castaño solo lo observaba en silencio, temblando levemente del frío. Se acercó un poco más al pequeño fogón que Harry había hecho.
Cuando el rizado terminó de arreglar todo se giró a verlo. El también lo miró y le regaló una tímida sonrisa.
—¿Terminaste? —inquirió el ojiazul.
—Si —asintió él algo embobado.
—¿Y qué haremos ahora? —quiso saber —Mi celular no tiene señal para poder pedirle ayuda a alguien.
—Tendremos que pasar la noche aquí hasta que la tormenta termine.
—¿Toda la noche… solos? —fue una pregunta que le salió del alma. Él se encogió de hombros.
—Al parecer si… toda la noche solos.
Louis miró a su alrededor, reparando en lo tétrico que se veía aquel lugar. Las viejas historia que su padre le contaba a Harry y a el cuando eran niños rondaban por su cabeza. Y en ese momento estaba en las viejas y misteriosamente abandonadas tierras de los Mcadams. 
Simplemente se sentía como un niño, no tenía otra explicación. Se abrazó a si mismo cuando un nuevo escalofrío bajó por su espalda. 
Harry se había ido a buscar algo para poder secarlos. El castaño había decidido quedarse sentado cerca del fuego… y al parecer no había sido una buena idea. Escuchaba algunos sonidos, no estaba seguro de lo que podían ser. Y la tormenta seguía siendo intensa afuera. Para su suerte ningún trueno había vuelto a sonar. No quería estar solo cuando eso sucediera. 
Se sobresaltó un poco al ver a Harry saliendo repentinamente de la oscuridad con un par sábanas y toallas. 
—Tranquilo, soy yo —le dijo.
—Lo sé —asintió Louis —¿De dónde sacaste eso?

Harry le tendió una toalla y se acercó a el para sentarse a su lado.
—Del lado trasero hay una especie de patio con techo… estaban colgadas en una especie de tendedero. Las revisé y están limpias.
Louis miró extrañado la toalla que tenía en la mano pero no lo dudó y se secó un poco el pelo para luego envolverse con ella. 
—¿La lluvia sigue siendo fuerte? —le preguntó.
—Así es… hacía bastante que no llovía de esta forma. 
Harry se puso de pie y sin decir nada se quitó la camisa. La mandíbula de Louis se abrió hasta casi tocar el suelo. Sintió que la sangre le corría a toda velocidad hacía sus mejillas. Al instante giró dándole la espalda.
—¿Qué estás haciendo, Harry? —le preguntó algo nervioso.
Él lo miró divertido al verlo mirando hacia otro lado. 
—Voy a empezar a secar mi ropa por partes… no quiero dormir empapado —le dijo y estrujó su camisa para luego estirarla cerca del fuego —Deberías hacer lo mismo. 
—Si, claro —dijo irónicamente —¿Y que voy a ponerme mientras tanto? 
—Te puedes envolver con la toalla que acabo de darte o si quieres te quedas sin camisa, al fin y al cabo los dos somos hombres.

El castaño se mordió los labios. Quería girar para mirarlo pero no se animaba… ¡Por dios! ¿Cómo podía un hombre ser tan perfecto?, se armó de valor y giró su cabeza para mirarlo sobre su hombro. Él estaba sentado, con la toalla alrededor de sus anchos hombros. Miraba fijamente el fuego, pero de repente levantó la mirada hacia el. 
—Voy… voy a sacarme la remera —le dijo Louis —Pero… no mires.
Él evitó sonreír, pero sus comisuras se elevaron sin permiso. Sin decir nada comenzó a girar hasta darle la espalda.
—No voy a mirarte, lo prometo, aunque no entiendo porque te da tanta pena. —dijo mientras alzaba una mano.
Louis se puso de pie y dejó la toalla a un costado. También se dio la vuelta, no quería mirarlo mientras se sacaba una parte de la ropa. Trató de hacerlo rápido, pero sus nervios la estaban traicionando. Logró quitarse la mojada remera y la estrujó lo más que pudo. 
Harry escuchaba uno y cada uno de sus movimientos con mucho cuidado. En ese momento estaba terminando de estrujar su remera. Entonces la curiosidad lo embargó. Tenía que mirarlo un poco… solo un poco. Lentamente comenzó a girar la cabeza, hasta tenerlo en su línea de visión. Su corazón comenzó a latir con fuerza al ver que estaba de espalda… era la espalda más perfecta en v y ‘suave’ que él había visto. Su piel era bronceada y el fuego hacía un raro juego de luces contra el. Lo observó detenidamente, no había ninguna imperfección en Louis. Vio como su piel se erizaba, él tragó saliva. Tenía que dejar de mirarlo, pero se le estaba haciendo imposible.
Louis subió las manos por su espalda para estirarse. Pero entonces se detuvo, algo le decía que debía mirar hacia atrás. Giró la cabeza y se encontró con su mirada.
—¡Harry! —lo retó. Él miró rápidamente al frente mientras reía nervioso y divertido.
—Lo siento, lo siento… no vi nada, lo juro.
El ojiazul volvió la vista a dónde estaba y termino de secarse. Tomó de nuevo rápidamente la toalla y se envolvió con ella, como si acabara de salir del baño. Todavía tenía puestos sus vaqueros… y no planeaba quitárselos. 
Se sentó mirando de nuevo al fuego, colocó su ropa a un costado de el y rogó a dios que se secara pronto.
—Ya puedes girar —le avisó, por lo bajo.
Harry soltó un suspiro y giró, pero no lo miró. Tiró una ramita al fuego y se abrazó a sus rodillas.
Louis lo observó en silencio. Miró detenidamente su perfil. La luz del fuego se reflejaba en sus ojos. Todavía no creía que aquel era su Harry, su primer amor. Bajó la mirada hacia la confección de sus brazos. Era como si él estuviera hecho de hierro, parecía irrompible. Siempre había sido fuerte, pero ahora se notaba más. Él era un hombre trabajador y cada músculo que surcaba su cuerpo era muestra de ello. De repente él lo miró.
—¿Por qué te fuiste así de la cocina la otra noche? —le preguntó.
Eso lo tomó completamente desprevenido. Se esperaba cualquier cosa, menos esa pregunta. El estomago se le encogió. ¿Qué iba a decirle ahora? No podía decirle: ¿sabes que, Harry? Estaba celoso, si muy celoso.
Sacudió la cabeza. Pero si no le decía eso. ¿Qué cosa iba a decirle?
—Yo… —dejó de hablar y suspiró.
—¿Tú, qué? —dijo él para que siguiera hablando. 
Por alguna razón él necesitaba escuchar sus razones, para así quedarse completamente tranquilo.
—Sentí celos —dijo al fin luego de unos cuantos segundos.

Harry lo miró bien, sus ojos se abrieron más de la cuenta. ¿Qué era lo que el acababa de decir? ¿Celos? Frunció el ceño y sacudió levemente la cabeza para volver a mirarlo. 
—¿Qué? —fue lo único que le salió decir.
El comenzó a mover nervioso un pie. 
—Si… me… me puse celoso… eso —no sabía de donde estaba sacando el valor para decirle aquello, pero lo estaba haciendo —Me enojé,… a decir verdad no estaba enojado, solo molesto. Fue raro.
El rizado trató de digerir una y cada una de sus palabras. Estaba algo confundido. ¿Fueron celos o molestia? 
—¿Quién es Ashton? —preguntó luego de guardar silencio por varios minutos.
Los ojos de Louis se abrieron como platos.
—¿Cómo sabes de él? —se apresuró a preguntarle. Si había sido Niall, iba a matarlo.
—Te escuché hablando por teléfono el día que llegaste.
Louis apartó su mirada de él… Lo había escuchado discutiendo con Ashton, entonces lo había visto llorar, y decir cosas que en realidad no eran verdad.
—Ashton es… mi novio —le dijo al fin.
Harry sonrió sin ganas y volvió a tirar una ramita al fuego. Él ya sabía eso, pero escucharlo de Louis fue como recibir un golpe en medio de la cara. 
—¿Estás enamorado de él? —quiso saber.
Al instante el castaño lo miró. Hablar de esto con Harry era lo más… extraño del mundo. No le parecía correcto, pero al parecer estaba muy interesado en saber. 
—Creo… que si —le contestó.
—Entonces lo que sentiste el otro día no fueron celos… solo incomodidad. 
El ojiazul asintió levemente. Tal vez él tenía razón y lo que había sentido cuando vio a esa chica besándolo no habían sido celos. Pero volvió a recordarlo, y la presión en su pecho volvió. Y esas estúpidas ganas de agarrar de los pelos a esa teñida también.
—¿Hace mucho que estás con…Evangelina, cierto? —le preguntó.
—Si, Evangelina—asintió y alzó ambas cejas mientras miraba fijamente la nada —Hace 3 años que estoy con ella.
—Oooh, que bueno —murmuró. Pero para sus adentros no era bueno. Era horrible, simplemente un asco. 
—Si, es bastante tiempo.
Un sonido proveniente de la oscuridad alertó a ambos. Louis se arrastró rápidamente hasta quedar al lado de Harry. Se ocultó un poco tras su espalda. 
—¿Qué fue eso, Harry? —le preguntó por lo bajo y con voz angustiada. 
—Shhh —lo calmó él mientras miraba hacia el lugar de dónde había provenido el ruido —Tranquilo, seguro fue el viento.
Algo cayó al suelo, en el mismo lugar de antes. Louis se acurrucó más contra Harry.
—¿Quién anda ahí? —preguntó el rizado en voz alta. 
Entonces un trueno iluminó todo, mostrándoles a ambos la sombra de alguien parado frente a ellos.

SALVAJE (Larry Stylinson) TerminadaWhere stories live. Discover now