Capítulo 1

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Craig, jugaba con un pequeño diamante en su mano. Diamante que a su vez, estaba en una aureola de oro. Ese era un antiguo anillo, muy valioso para los Bradbury.

Al igual que lo sería su futura esposa.

Lo gracioso era que, el aun no sabía cuál de ellas llevaría el anillo.

El castillo de los Aldrich, lo divisaba en la distancia. No se sentía ansioso o emocionado en lo absoluto.

Solo son dos mujeres con mucho dinero, un Linaje y una buena herramienta para sus negocios. Decía su mente cochambrosa.

―Tal vez debería casarme con las dos.


(...)


―Mi lady, ¿dónde estaba usted? — Preguntó una doncella preocupada, acarreaba por todos lados la habitación de Lilibeth.

―Estuve en el pueblo, narrándoles unos libros a los niños del orfanato. Lo que hago todos los martes, Denis.

―La duquesa, estaba como loca buscándola.

― ¿Ha pasado algo?

Lilibeth tomo asiento en su peinadora, dejando sé hacer, para que la peinase Denis.

―Es que hoy llega el Marqués de Bradbury, mi lady.

― ¡Hoy llega Craig! — Exclamó.

Se levantó de un salto, corrió hasta el closet y rebusco alocadamente.

― ¿Por qué no me lo habías dicho con anticipación Denis? — Decía atareada.

―Señorita, pero si usted ha salido a las cuatro de la mañana. Como iba a saberlo a esa hora.

Denis la perseguía de un lado a otro, tratando de atrapar, los vestidos que su señora le lanzaba.

―Bueno en eso tienes razón. ¿A qué horas llega? ¿Mando alguna carta?

Rápidamente Denis asintió, soltando todas las prendas de la señorita, saco lentamente un sobre de su bolsillo ―Es del Marques. Es el aviso mi señora.

―Oh, déjame leer.

Con una sonrisa, Lilibeth leyó la carta.

"Duque y duquesa de Aldrich, me es correspondido visitar vuestras tierras este martes a las dieciséis horas del día con asunto urgente. Estaré ansioso por volverles haber, y por ir a buscar a mi esposa. Espero que la hermosa Elizabeth se encuentre radiante y ansiosa, al igual la menor de las Aldrich."

Firma: Marqués De Bradbury.

El desánimo lleno el rostro de Lilibeth, su sonrisa se desvaneció. No era tan tonta como para no darse cuenta de que, Elizabeth tendría ganada la batalla. Eso le dejaba claro que de verdad entre el marqués y su hermana querida, había amor.

Y la menor de las hermanas Aldrich, solo tendría un amor no correspondido. Había creído ciegamente en el amor a primera vista, como en sus libros favoritos lo narraba. Pero con una simple vista no enamoras ni a una mosca.

―Mi señora, debe apurarse son las quince y treinta minutos del día.

Decidida, Lilibeth guardo aquella carta, fue hasta su cama y busco el vestido adecuado. Escogió uno azul celeste como sus ojos. Ella tenía muchos datos sobre el marqués, en gustos. Sabía lo que a el hombre le gustaba y lo que no, esa información la estuvo recibiendo mediante charlas con personas que conocían al marques en persona. Tal vez algunas eran falsas, pero tendría que sacar su mejor arma si no quería quedar abandonada en una esquina. Su hermana una vez le había dicho mientras se arreglaba el cabello que al marqués le gustaba un perfecto peinado recogido en un moño. Además los cabellos claros lo fascinaban.

Las Hermanas de Plata Saga Eternidad IWhere stories live. Discover now