Libiamo ne' lieti calici, "La Traviata", G. Verdi

59 15 4
                                    

La elegancia es una actitud, e Irene Adler lo había tenido claro siempre. Alguien rozó su brazo delicadamente, la cantante se giró suavemente encontrándose con la belleza experimentada de la anfitriona de la fiesta, la Sra. Courtson. Se apartó un mechón rubio de su melena libre, colocándolo tras su oreja, y sonrió suavemente.

- Es un placer conocerla, Srta. Adler, siempre he sido una verdadera entusiasta de sus trabajos.- Entonó en una voz desagradable y demasiado chillona como para ser soportable.-

- El placer es mío, Sra. Courtson.- Respondió con una sonrisa suave mientras hacía una pequeña reverencia.-

- Creo que tenemos un amigo en común, James Moriarty, me comentó que usted es la mejor profesional en su campo...- La más madura de las mujeres arqueó las cejas como dudando sobre la adecuación de sus palabras.-

- Está en lo cierto, además también soy una más que aceptable mezzosoprano.- Una experta y calculada sonrisa, ladeó la cabeza en un movimiento delicado y susurró.- Creo que es mejor que subamos y hablemos de ello, en un lugar menos público...

La aristócrata se sonrojó levemente mientras dejaba que las palabras suaves de la cantante calasen sus oídos, Irene Adler rozó suavemente su brazo con su dedo índice mientras que avanzaba escaleras arriba lentamente. La Sra. Courtson siguió a la mezzosoprano sin decir nada más, como si una especie de hechizo la hubiera cubierto, de tal modo que acabó por adelantarla. Irene Adler se giró un poco, encontrándose con los profundos ojos del violinista que la contemplaban en la distancia, se relamió los labios tras morder levemente el inferior siendo plenamente consciente de que el músico la estaba mirando. Volvió a laderarse, y continuó subiendo tras la Sra. Courtson.

Un camarero bajaba por las escaleras con una bandeja de copas de champagne, la cantante tomó dos de ellas y ambas terminaron de remontar las escaleras en cuestión de segundos, la más longeva de la pareja abrió la puerta de la quinta habitación a la derecha del pasillo, dejándola abierta para que Irene la siguiera. La habitación era amplia y estaba decorada en tonos azulados, había una pequeña salita de estar, en la que se encontraban dos sillones gemelos apostados uno frente al otro, únicamente interrumpidos por una mesita de café nacarada. La Sra. Courtson invitó a la cantante a tomar asiento, mientras ésta le tendía amablemente una de las copas de la que ambas bebieron suavemente.

- Entiendo por nuestra conversación anterior que conoce mis otras habilidades, y por lo tanto las condiciones y tarifas correspondientes, Sra. Courtson. –Susurró suavemente mientras se relamía los labios calculadamente.-

- Por supuesto, estoy preparada para ello. La mitad de sus honorarios acaban de ser transferidos al número de cuenta que su secretaria tan amablemente me ha cedido hace unos minutos en un correo encriptado.- Respondió ella mientras se rascaba detrás de su oreja izquierda, notando un nerviosismo que hacía mucho no sentía.-

- Y la otra mitad serán automáticamente transferidos como máximo diez minutos mas tarde de terminar nuestra sesión. Si eso no sucediera, emprendería litigios legales contra usted y su gestor, y entiendo que no quiere que esta información y que precisa de mis servicios sea de dominio público...- Sorbió en silencio un poco de champán viendo como la expresión de la mujer cambiaba poco a poco, en una mezcla de duda y excitación que Irene conocía a la perfección.-

- Por supuesto.- Repuso la aristócrata mirando a la cantante en una especie de asentimiento mudo.-

- A partir de ahora, mi querida Claudette, cada vez que te dirijas a mí habrás de usar mi nombre "Srta. Adler", pedir permiso para todo y no hablar si yo no te lo pido. ¿Entendido?- Irene Adler se levantó despacio y miró a la mujer rubia ante ella.- Levántate, camina dos pasos hacia la cama.-

Molto cantabile (Sherlock's BBC AU!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora