CAP (4). Un café

Start from the beginning
                                    

—¡Ahí está!—señaló a la camarera que atendía a las mujeres que anteriormente mencioné.

—Deja de ser tan ridículo, por favor—rodé los ojos mientras lo seguía. Tenía un humor pésimo en ese día, tal vez estaba demasiado cansado e irascible.

—¿Qué pasa contigo?—preguntó una vez que nos sentamos en una mesa a poca distancia de esas dos mujeres.

—No me hagas caso, seguramente todo esto es porque estoy muy cansado— hice una pausa y después añadí—. Creo que hoy te dejaré solo con tus damas.

—¡No jodas!—exclamó molesto.

—¡Buenos días!—dijo la camarera, la culpable de mi presencia allá.

—Hola, Camila—sonrió mi amigo mirándola con ojos grandes.

—Hola, Alexander—suspiró negando con la cabeza—. ¿Lo mismo de siempre?

—Sí, un capuchino—le pidió.

—¿Y para ti, Colin?—me sonrió coqueta y con cierto interés, poniéndome en una mala situación frente a mi amigo.

—Un café corto, por favor.— me limité a decirse de manera cortante sin mirarla.

—¿La conoces?—se apresuró a preguntarme cuando la mujer se dirigió hacia el bar para preparar nuestro pedido.

—No, no la conozco.

¿Valía la pena explicarle? No, porque de todos modos ya se montó mil escenas en la cabeza. Lo dejé hablar de las suyas mientras miraba a mi alrededor y noté la mirada impertinente de la rubia sobre mí. Una vez que mis ojos hicieron contacto con los de ella, me sonrió mordiéndose el labio inferior.

—Aquí está su café—me entregó el café primero a mí y luego a Alexander—. Colin, quería preguntarte si puedo tomarme una foto contigo.

Parpadeé.

—Siéntate, nos tomamos los tres una foto.

—Bien—siseó poco contenta, sacando su teléfono y sentándose a mi lado, depositando su mano en mi entrepierna. —Gracias—añadió después de hacer un par de fotos.

—¿Por qué no te tomas un café con nosotros?— le propuso Alexander y estuve a punto de golpearlo.

—Me parece perfecto.—sonrió, sentándose nuevamente.

Suspiré mirando el reloj. Parecía que el tiempo pasaba en mi contra. Tomé un sorbe de café y mi atención se dirigía hacia la entrada de la cafetería una vez que escuché el sonido de unos tacones, unos pasos pesados y nerviosos. Poco después pude distinguir un cuerpo delgado parándose en frente del bar para cambiar unas cuantas palabras mientras tiró un papel a la basura.

En el momento en el cual se dio la vuelta quedé con la taza a medio camino. Llevaba el mismo vestido de anoche, los mismos zapatos y la misma bolsa, pero ahora tenía también una bufanda de seda alrededor de su cuello.

Sonreí porque me fue fácil adivinar la razón por la cual llevaba esa bufanda, pero lo que me hizo mirarla por más de unos segundos fueron sus ojos tristes. ¿Le había hecho algo? ¿La había dañado?

—¡Rose!—La rubia que hace tiempo que no despegó la mirada de mi, la llamó—. Aquí estamos.

Se dirigió hacia ellas, mirándolas fijamente con una expresión triste y sin ganas. No miró a su alrededor, parecía totalmente desinteresada en lo que pasaba en el mundo que la rodeaba. Solo caminó fijamente hacia esas dos mujeres para después dejarse caer en una silla, dándome la espalda, impidiéndome verla más.

 Millionaire   ©®   Where stories live. Discover now