twenty two

953 53 23
                                    

–Pensé que la había reconocido por lo de la sesión de fotos, pero luego me di cuenta de que no era solo eso– agregó–. ¿Por qué actúan como si nada?

–Porque no pasó nada– dije amargamente–, al menos no para ella.

–Vale, no estoy entendiendo del todo– negó confundido y se acarició la barbilla tratando de descifrar el código.

Le conté la historia, casi llena de detalles: como la conocí, me empezó a gustar, conseguí mi objetivo, fui un idiota, tuvo un accidente, perdió la memoria, regresó a Dortmund y me enteré de que su hermano era uno de mis nuevos compañeros de equipo. La historia sonaba loca, sacada de un libro.

–Mierda– silbó sorprendido–. ¿En serio fuiste tan idiota?

–Sí– suspiré–, fui el peor idiota posiblemente existente de este planeta. La hice añicos como se me dio la regalada gana, y lo peor es que no creo que haya cerrado el capítulo todavía.

–La amas– entrecerré los ojos y me dio escalofríos tan solo escuchar la conjugación indicativa presente en segunda persona del verbo con «a».

–No.

–No era una pregunta– guiñó un ojo sonriendo socarronamente–. La amas y lo sabes, por eso estás tan aterrado.

–¡No la puedo amar! ¿Cuánto tiempo estuve con ella? ¿Un par de semanas?

–Primero: me dijiste que la perseguiste mucho antes de que accediera. Segundo: el tiempo a la hora de amar es sobre calidad, no cantidad.

–Eso es demasiado cursi para mí– alcé una ceja y rió.

–Es demasiado cursi para todos nosotros... hasta que nos enamoramos.

–Honestamente, no quiero hablar sobre... eso– negué con la cabeza y me crucé de brazos.

–¿Hasta a la palabra le tienes miedo?– sonaba divertido.

Aún si soltó un par de bromas cada diez minutos, no tocó con mayor profundidad el tema, lo cual agradecí profundamente, ya que no quería hablar al respecto. Seguimos conversando de temas triviales y nos pusimos al día con nuestras vidas. En dos años habíamos cambiado, sobretodo yo, y creo que para mejor.

Cuando llegó la hora de despedirnos nos dimos un fuerte abrazo fuera de su casa, me fui a la mía con una sonrisa plasmada por haber recuperado la amistad de Mario. Jenell estaba sentada en el sofá con una cara de estrés sorprendente para cuando llegué.

–¿Qué ocurre?– pregunté confundido lanzándome al sofá.

–Me despidieron– suspiró–. Mis planes de irme a vivir sola se fueron... sí, a la mierda.

–No te desanimes, no hay apuro– ahora era ella la confundida.

–¿Puedo saber el porqué de tan buen humor, Marquito?

–Hice las pases con Mario, y demonios, se siente como si me hubiera sacado dos kilos de encima que llevaba cargando desde hace tiempo– suspiré aliviado.

–Me gustaría hacer las pases con mi hermana, pero es una maldita perra envidiosa y realmente la odio la mayor parte del tiempo– gruñó–. Digo, la amo, obviamente, nacimos de la misma mujer y crecimos juntas, obviamente la amo un montón, pero ella no era así antes y extrañó su vieja versión.

–¿Qué le pasó?– pregunté con curiosidad.

La verdad no me importaba en lo más mínimo esa Zoe desde la noche en que la otra Zoe tuvo el accidente, principalmente porque la culpaba de lo que pasó ese día, pero ella no tenía la culpa de que yo fuera un idiota.

Let her go // Marco ReusWhere stories live. Discover now