Lamento mucho su pérdida. Los días no son iguales. Ir a estudiar es la misma rutina, pero con la diferencia de que ahora no le puedo contar a nadie de mis sueños y mis tristezas.
Darío se ha ido en un momento en el cual le necesitaba, y me apena que ahora ya no esté a mi lado, y lo único que me recuerda a él, son todas aquellas fotos que tenemos de cuando ambos éramos felices. 

Porque habían muchos días en los cuales nos peleábamos, pero todavía habían más días en los cuales nos queríamos, íbamos a algunos lugares, compartíamos sonrisas. Y aquello, al fin de los días, todas aquellas experiencias que nos hacen ser felices, son la razón por la que continuamos vivos. 

Nadie muere mientras que permanezca en el corazón de alguien. Y Darío en mi corazón no ha muerto. Aún le recuerdo a la perfección. Recuerdo perfectamente el tono de su voz, o la melodía de su sonrisa.
He perdido amigos, he perdido a familiares, he perdido a conocidos..., en mi vida ha desaparecido muchas personas, pero sé que por siempre habitarán un lugar único e irreemplazable en mi mundo: Mi corazón.   

Sin embargo, el lugar que ocupa Darío es uno de los más importantes, porque él fue importante para mí. Me enseñó a ver la vida de otra forma, me enseñó lo que es vivir entre la adversidad y pese a todo luchar por tus sueños. Él no llegó a hacer realidad sus sueños, porque la muerte le cubrió con su manto antes de tiempo, pero yo haré realidad mis sueños, y cada vez que lo logre, pensaré en él. 

Viviremos muchos días, y no puedo predecir si algún día volveré a amar a alguien con la misma intensidad con la que amé a Darío. También es cierto, que es imposible comparar el amor que podrás albergar por dos personas importantes. Así que jamás podré amar a otra persona, y comparar el amor que siento por aquella persona, con el que sentí por Darío. 

Han pasado tres meses desde aquel día. La tristeza consume lentamente parte de mis pensamientos, pero intento mantenerme fuerte. Hay algunos momentos en los que le recuerdo, y me pierdo entre recuerdos del pasado al mismo tiempo en el que me quiebro y me derrumbo. Llorar está bien. Hay instantes en los cuales necesitamos llorar. A veces nos miramos en el espejo, y sentimos que la vida se quiebra ante nuestros ojos. Llorar no es malo. Ayuda a liberar todas las emociones que a veces sobrepasan un corazón y se vuelven algo imposible de contener. 
Lo que no está bien es dejar que las lágrimas se adueñen de las sonrisas. 

Debemos llorar cuando lo necesitamos. ¿Cómo podían pedirme días después de perderle que volviera a sonreír? Después de días repletos de tristeza, es normal que sintamos que necesitamos un tiempo para recuperarnos. Para recomponer los pedazos de un corazón roto, ponerle tiritas, curarle, y enseñarle a vivir otra vez. 
Pero cuando las lágrimas pasan de largo, debemos luchar por revertir el poder del tiempo, para lograr volver a ser tan felices como por aquel entonces éramos. No volveremos a ser los mismos, pero podemos volver a sonreír sin sentir que el pasado dolió tanto. 

El tiempo no es el remedio para muchos dolores. A veces tenemos que perseguir nuevos sueños, salir de nuestra zona de confort, atrevernos a hacer algo que jamás habríamos hecho, para sentir que volvemos a estar vivos. Que la vida no ha terminado, pero puede que sí que nos haya puesto una piedra en el camino, y nosotros, solo nosotros, somos quienes decidiremos si queremos destruir la piedra, o quedarnos quietos de brazos cruzados. 

Podría haberme quedado hundida en mi habitación. Eso es lo que podría haber hecho y lo que hice los primeros días sin él. Lloraba, dormía, cuando me acordaba comía, pero sentía que nada era igual. No reconocía la vida como algo mío. No entendía porqué él se fue, y una y otra vez su recuerdo me perseguía. 

Estuve unas semanas sin estudiar. No podía concentrarme. Escribir dos líneas era un gran sacrificio, el simple acto de respirar era algo para lo cual tenía que emplear una fuerza desmedida. 
Todo era más pesado, costaba más trabajo. Hasta abrir los ojos, parpadear. 
Despertaba y no me importaba si era de noche; con las cortinas de mi habitación bajadas, todos los días eran una noche eterna. 

Cada cosa parecía tener impresa su nombre. Pensaba que me hablaba, y tenía la impresión de que estaba empezando a tener alucinaciones. 

Y un día, desperté, y decidí volver a vivir. Supe que el tiempo de llorar estaba llegando a su fin, porque ya había olvidado cómo llorar. Recordé aquello que sentí cuando mi abuela murió cuando yo tenía ocho años, mis padres me llevaron a un parque de atracciones, invitaron a mis amigos a mi casa para jugar conmigo, pero poco lograba animarme. 
Por aquel entonces, descubrí que dibujar era algo que siempre me había ayudado. 

Aquel día, cuando decidí que ya bastaba de llorar, fui a comprar libretas para volver a pintar. Papel de acuarelas, de calco, vegetal... y un bloc que contaba con más de cien hojas de papel DIN A4 . Rebusqué entre todos el material que hacía unos años había usado para dibujar, así como temperas, carboncillos, lápices de mil colores... y empecé a dibujar hasta que sentí que los dedos me dolían. 
Horas más tarde, terminé un retrato. En él, había dibujado a Darío, sonreía, y sus ojos brillaban como si aquel dibujo en realidad fuese una fotografía. Parecía que me sonriese, que me dijese que todo estaría bien. 
Quise dibujarle antes de empezar a olvidarle. Sabía que nunca sería capaz de olvidarle, pero cuando perdemos a personas que son importantes para nosotros, no tardamos demasiado tiempo hasta olvidar su rostro, y su cara se vuelve un contorno cada vez menos nítido y definido, así que para evitar olvidarme del color de sus ojos, le dibujé cuando su recuerdo todavía permanecía vívido en mi mente. 

Aquella era una noche de luna llena, a través de la ventana miré hacia la luna, y dije: —Espero que ahora estés con la luna. Deseo que puedas hacerle compañía y que desde donde estés, me recuerdes. Siempre suelo imaginar que eres aquella estrella, aquel punto de luz en el cielo, que ¿por qué lo imagino? Porque sé que si hubieses podido ser una estrella, serías aquella. 
»¿Te gusta el retrato que he hecho de ti? Hacía años que no volvía a pintar, pero hay cosas que son imposibles de olvidar. Nunca te olvidaré. Puede que mi vida con el tiempo vuelva a empezar. A veces necesitamos comenzar de cero para dejar espacio a nuevas ilusiones y sueños. No sé si algún día volveré a sonreír al lado de alguien, pero lo único que me importa es que te prometo que volveré a sonreír. Que tú no estés a mi lado, no significa que con las lágrimas pueda hacer que vuelvas. La realidad es la que es, y no la podemos cambiar, pero sí que puedo hacer algo, y eso es sonreír. Volver a luchar por mis sueños, por todo aquello que vale la pena. Estos días me cuesta un poco sonreír, y lo más complicado es encontrar motivos por los cuales sentirme feliz. Pero, ¿sabes qué? Estoy logrando mis sueños, y esa es una gran motivación para continuar adelante. Me queda muy poco para terminar mi carrera, y pronto podré emprender nuevos caminos que estoy ansiosa por recorrer. Ojalá tú estuvieras a mi lado para felicitarme, o para decir que no me desanime cuando veo que todo está perdido, pero sé que me acompañas con tu corazón y eso es todo lo que necesito saber. No sé si algún día te lo conté, pero escuché una leyenda japonesa, que siempre me viene a la mente cuando pienso en ti. Es la leyenda del hilo rojo, aquella creencia que cuenta que las personas que estamos predestinadas a conocernos se encuentran unidas por un hilo rojo que está atado al dedo meñique de cada persona. Yo te conocí a ti, y sé que el hilo que nos une no se podrá romper. Ahora el hilo está separado por mucho millones de kilómetros de distancia, pero aún seguimos juntos. Porque en el lugar en el que estemos, ambos vemos la luna. Y las distancias, nunca son suficientes para separar a dos corazones. Así que no te extrañes, si aún con todo el tiempo, continúo pensando en que tú fuiste importante para mí, y sé que siempre formarás parte de mi corazón. Gracias por aparecer en mi vida, Darío. Doy gracias por haberte conocido, porque has sido como un lucero para mí, que ha iluminado de luz mis noches y mis días. 

FIN 



Cuando mires a la luna recuérdameWhere stories live. Discover now