3. Nosotros

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La sala estaba llena, y un aroma floral llenaba el lugar. Dos cajones cerrados se encontraban al fondo de la habitación, rodeado por personas de caras sombrías y algunos que lloraban. Los mellizos, a pesar de haber sido muy unidos de pequeños, ya de adultos se habían distanciado. Él pasaba su tiempo ocupado encerrado en una oficina dedicado a su trabajo, y ella vivía del arte, le gustaba viajar y pintar diferentes paisajes, pero lo dejó de hacer cuando se enteró que tenía cáncer en sus pulmones, y se ramificaba a su corazón, dándole poca esperanza de vida.

Pero a pesar de que hacía tiempo no se veían, igual seguían en contacto, y ella siempre tenía ganas de verlo. Entonces fue que, luego de varias citas canceladas, decidieron encontrarse un día en la plaza del barrio donde vivían cuando eran pequeños y merendar en el café de enfrente.

Se esperaría que en una sala velatoria, las personas se mantuvieran en silencio, por respeto a los familiares y amigos cercanos que estaban de duelo. Pero la mayoría sólo charlaba como si fuera una ocasión de encuentro para ponerse la día de las noticias.

- Uno ya no sabe qué esperar -comentó una mujer al hombre que tenía al lado- cuando la parca te apunta con el dedo, no hay como escapar.

- Él bien merecido que se lo tenía, ¿pero ella? -le siguió la charla el Jefe de la viuda.

- Ay, cómo va a decir esas cosas, Dios nos escucha.

- Dios no le escucha, señora, está con cosas más interesantes que lo que usted y yo podemos decir.

- Pero nadie se merece morir tan joven.

- No digo que se mereciera morir -se atajó el hombre- pero cuando fuiste un hijo de..

- Shhh lo van a escuchar -advirtió la mujer mirando a los costados.

- .. toda tu vida, las consecuencias llegan.

- ¿Y ella? ¿Por qué ella tenía que morir así? - preguntó con voz suplicante.

- Por lo que escuché, era cuestión de tiempo. El cáncer la estaba consumiendo, y al menos así murió rápido y sin dolor, junto a la persona que más quería.

La señora asintió levemente.

- No entiendo igual cómo ella podía quererlo incondicionalmente.

- Ella sabía sobre él, lo que él le contaba.-Explicó el Jefe- Y él nunca le iba a contar lo que era en realidad, porque él estaba convencido de que era la víctima.

- ¿Usted realmente cree los rumores que decían que golpeaba a su mujer?

- ¡Por supuesto! -saltó él- Trataba a la pobre como una esclava y no como su esposa. Yo lo veía siempre cuando la pasaba a buscar por la oficina e iban al supermercado juntos. Ella me decía que él la ayudaba con las compras, pero un día me la crucé en ese mismo supermercado y ella estaba con el carro lleno mientras él fumaba en la puerta. - Suspiró y negó con la cabeza- Yo siempre le decía a ella que abriera los ojos, que lo dejara, que ella sola iba a cuidar mejor de sus hijos, ¡que un día la iba a matar!. Pero ella no me creía. El día que su esposo me encontró abrazándola, fue porque ella se había largado a llorar descontroladamente sin querer volver a su casa. ¡Ese hombre! -chistó - siempre llegaba tarde y ella tenía que esperarlo, pero ese día justo se le ocurrió llegar temprano y nos vio. Claro que pensó que yo me estaba aprovechando de ella o algo así, y se puso como una fiera. En ese momento él le gritó que quería el divorcio, y ahí fue cuando ella le dijo que sí. Él quedó impactado, no se lo esperaba, y yo pensé "por fin, pobre mujer"

El Jefe bajó la vista al suelo luego de terminar su relato.

- ¡Qué horror!-comentó la señora- siempre creí que era un poco malhumorado pero no que era otra persona de lo que decía ser. ¿Llegó a golpear a sus hijos?

- No. Según me contó su esposa, a ellos nunca les hizo nada, y los niños ni siquiera sabían que su padre lastimaba a su madre.

Se hizo un minuto de silencio y alguien que no conocían se acercó a ellos.

- Hola, -dijo una muchacha varios años menor que ellos- disculpen la interrupción pero me avisaron de lo que pasó por teléfono y salí corriendo para acá. Pero no tengo idea cómo pasó, ¿ustedes saben?

El hombre vaciló un momento, y luego respondió:

- Parece que habían estado unos años sin verse, sólo se comunicaban por teléfono y justo esta tarde acordaron para encontrarse...

- Una cosa horrible.. -interrumpió la señora- un coche fue a esquivar un perro callejero y se fue arriba de la vereda y justo se estrelló contra el banco que estaba abajo del árbol en el que ellos dos estaban sentados.

La muchacha empalideció.

- ¿Tú eres conocida de él o de ella? -quiso saber la señora.

- De ella. Somos.. bueno, éramos amigas de la infancia.

- Una buena amistad nunca muere, así que SON -sentenció el hombre.

- Sí, puede ser -dijo con una sonrisa temblorosa.- Ella fue siempre tan bondadosa, siempre hizo todo por los demás aunque fuera ella la que más necesitaba del resto. Éramos un grupo pequeño de amigos pero muy unidos, y a veces peleábamos, pero ella siempre lograba que nos reconciliáramos, que nos pidiéramos perdón, decía que no íbamos a pelear por tan poco y desperdiciar buenos momentos juntos. -Sonrió- Bueno, dicho por mí suena bastante cursi, pero ella realmente lo decía de corazón.

Los dos que la escuchaban asintieron.

- ¿Y él como era? - preguntó la joven.

- Bueno, puedes dar una mirada rápida al lugar y ver que, si bien la mayoría de la gente vino porque lo conocía a él, los únicos que están llorando son los que vinieron por ella.-declaró él.

- ¿Creen que todos obtenemos lo que merecemos al final? -dijo la joven sin esperar respuesta.

- No sé, ¿ella se merecía lo que le pasó? -preguntó inquisitivamente el Jefe.

- No, claro que no -aseguró la chica-, pero ella nunca dejó de ser feliz y luchar cada día. Tal vez otro se hubiera hundido en su situación o por mucho menos, pero ella se volvió más fuerte que nunca.

Ser y decirWhere stories live. Discover now