Capítulo 6

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Julia no supo en que momento pasó de su cama al coche y del coche a su pupitre. La verdad es que tampoco le sorprendió. El simple hecho de que ya le había sucedido varias veces le hizo saber que Morgan había comprendido la consigna de no despertarla. Refregó sus ojos y se irguió en su asiento. La profesora le llamó la atención.

—Buenos días, señorita Anderson —ironizó la señora que tendría poco más de cuarenta años—. ¿Cómo ha dormido? ¿Desea un té?

La pelirroja sonrió al notar que todos sus compañeros le dirigían la mirada.

—Si quiere que me retire no me voy a oponer. —Fingió un bostezo y cuando se dio cuenta de que nadie se reía hizo silencio.

—¿Eso es lo que quiere? —le soltó y se cruzó de brazos de forma intimidante—. ¿Cree que no me doy cuenta de lo mucho que la beneficiaría que yo la expulse de mi clase?

Julia no había pensado en eso. Si la sacaban del salón podía irse a la cafetería, conseguir una buena galleta, algo de chocolate caliente y dormirse en alguna mesa. Era un plan fantástico, pero ya había sido arruinado. Además sabía que la idea de seguir ausentándose, a pesar de ser tentadora, no sería buena a largo plazo.

Carrasco, que no era su verdadero apellido sino el de su «media naranja»algunas veces mencionaba el apodo sin querer—, era una loca que parecía odiar a todo el mundo. No había clase en la que no torturara a algún alumno. Los rumores contaban que era porque su novio la había abandonado en el altar. Eso generaba en algunos algo de compasión, aunque la gran mayoría la seguía considerando odiosa.

—Usted es una iluminada.

—¿Así que es graciosa, señorita? —la mayor rió—. Intuyo que adora mi materia, así que la dejaré tiempo extra con un tutor.

La cara de Julia se transformó completamente. No le podía hacer eso. La chica sabía admitir que no se había dirigido a su profesora con la mejor de las actitudes pero esa sanción le parecía exagerada.

—Qué tortura, ¿no? —exclamó de repente, haciendo que todos los alumnos a su alrededor se giraran, de nuevo, para observarla confundidos—. Yo que tú iría buscando cómo compensarle las molestias a tu tutor, que te acompañará en esas horas extra.

Toda la clase bufó al unísono. El o la que se quedara luego de que terminara la lección no solo perdía parte de su tiempo libre, sino que también debía explicarle matemática a una chica que muy pocas ganas tenía de entender. Y el mayor problema iba a llegar cuando la persona elegida tuviera que lograr que la chica se concentrara. Julia no tenía ninguna deficiencia diagnosticada, era simplemente una floja.

La pelirroja pidió en su interior que su tutora sea Morgan. A ella le iba más o menos bien en la materia y, además, no se molestaría en explicarle varias veces. Juntas eran el dúo perfecto.

—Knight —soltó la profesora—, lamento tener que comunicarle que deberá acompañar a la dama en esta hermosa tarde de otoño... También deberá después de la próxima clase y así hasta que termine el año.

El muchacho tomó su cabeza con ambas manos pero no dijo nada. Julia, que quería desaparecer de la faz de la tierra, sabía que él tenía muchas responsabilidades como presidente estudiantil y que, además, tomaba clases extra.

Aún así Levi parecía no poder decirle que no a la orden de la profesora y en ese momento Julia se dio cuenta del verdadero compromiso del chico para con los estudiantes.

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