Tan simple como un cumplido serio

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—Claro, es la línea perfecta. Mi cabello merece sacrificio de vírgenes, ¿quieres colaborar? Caen redondas. 

Ugh, no. Demasiado pretencioso. Ese es Louis Stevenson, no yo. No me gusta este juego.

—Olvídalo —dijo Megara como si pudiera leerme la mente—. Mejor juguemos verdad o reto. 

Alcé una ceja y di una mirada al tranquilo centro comercial lleno de familias.

—¿Es un buen lugar?

—¿Tienes miedo? —Soltó ella de vuelta. 

Se me escapó una sonrisa. Retarme era un buen lugar para comenzar conmigo. 

—Yo primero. Reto.

—Bien. Tienes que comprar un helado diciendo solo diez palabras. 

Iba a quejarme pero después de pensarlo unos segundos, me di cuenta que podía hacer eso. 

Empecé a buscar un lugar de helados hasta que me di cuenta de que estábamos pasando frente a Candy’s . Me acerqué a la señorita de la caja y puse mi mejor sonrisa.

—Hola.

La chica alzó la mirada y se quedó colgada por unos segundos mientras parpadeaba. Finalmente sonrió tímidamente y recitó:

—Buenos días, bienvenido a Candy’s, ¿qué helado deseas?

Le devolví la sonrisa. Tenía una cara de ratoncillo bastante linda y la forma en la que se sonrojaba hacía que quisiera decirle que todo estaba bien.

—Ehh… —esperaba que eso no contara como una palabra—. Fresa.

—Es un dólar con veinticinco —me indicó la chica.

—Toma —dije alcanzándole dos dólares.

—¿No deseas un helado el doble del tamaño por solo veinticinco céntimos más?

—No, gracias, así está bien. 

Ella me entregó el vuelto y como su compañera estaba ocupada arreglando unas cajas, se lavó las manos y me dio el helado.

—Gracias —me quedaba una palabra y dudé—. Gracias —repetí finalmente.

—Ahí lo tienes. Diez palabras y un helado —me reí cuando volví junto a Megara.

Ella me devolvió una mirada feroz.

—Reto —dijo caminando directo hacia la caja antes de que pudiera decirle que el juego no era así.

—Buenos días, bienvenida a Candy’s, ¿qué helado deseas? —La pequeña ratoncillo volvía a hacer su trabajo.

—Chocolate. 

Cuando le preguntó si deseaba el doble de tamaño, Megara negó con la cabeza. Eso era inteligente. Unos segundos después, cuando le dio el helado, le dijo:

—Gracias…oye, ese color te queda genial —fue un comentario tan casual que casi lo perdí en la cuenta de palabras.

La sonrisa de la chica ratoncillo fue deslumbrante. Feliz, ilusionada, mucho más genuina que cuando me vio. Incluso se volvió a sonrojar un poco.

—Disfrútalo —exclamó cuando se alejaba.

—Buen día —respondió Megara. Luego me sonrió victoriosa—. Diez palabras, un helado y una persona feliz. Yo gano. 

Tardé toda una vuelta al centro comercial en recuperarme de eso. 

—¿Cómo diablos consigues estas cosas? ¿Lo tenías todo fríamente calculado? ¿Por qué dijiste eso justamente? —Seguía preguntando cuando nos sentamos un rato a descansar.

Seduce a mi ex-novio (Disponibles los primeros capítulos)Where stories live. Discover now