— Estoy muy bien. Gracias por preguntar. ¿En qué puedo ayudarlo?

— ¿De casualidad Giselle está contigo?

Y su pregunta me hace fruncir el ceño.

— No, no. La última vez que la vi fue hoy, en el café, como al mediodía.

Escucho al señor Wisocky soltar una maldición y, cuando veo la hora en el reloj digital en la cocina, me preocupo.

8pm.

— Chase, Giselle no aparece. Si se comunica contigo, por favor avísame.

Su confesión causa que el sentimiento de preocupación aumente, y miles de pensamientos indeseados me nublan la mente.

No. No. No.

¿Cómo que no aparece?

Me toma unos segundos responderle al señor Wisocky, pero al final termino por asegurarle que, en cuanto sepa algo de Giselle, le llamaré y, después de pedirle lo mismo, corto la comunicación.

— Giselle no aparece — y decirlo en voz alta causa que una opresión insoportable se plante en mi pecho.

El rostro de mi hermano, y el de Wendy, se transforma, y maldigo en voz baja, buscando en mis contactos el número de Giselle. No contesta y, cuando caigo en el buzón, corto la comunicación a mala gana.

Otra vez soy víctima de mi mente, y la angustia se adhiere a mis huesos de manera insoportable.

— Oye, Chase — mi hermano susurra, colocando su pedazo de pizza a medio comer de vuelta en la caja. Lo veo colocarse de pie para acortar la distancia que nos separa —. Hay algo que no te he dicho.

Arqueo una ceja y espero que continúe.

— Hoy, cuando fui a casa de Dove y Donovan, me encontré a Giselle ahí. Estaba con Douglas.

Frunzo el ceño.

¿Qué mierda?

Estoy a punto de preguntarle qué se supone que hacía Giselle ahí, con Douglas, pero mi hermano se me adelanta y me dice:

— Chase, estaba buscando información sobre Seam. Y Douglas se la iba a dar, pero lo impedí justo a tiempo. Esa niña está buscando respuestas, y quiere saber qué es lo que está ocurriendo.

Y para nada me sorprende saber que, a pasar de que le dije que prefería mantenerla al margen de lo que está pasando, Giselle decidiera buscar información por su lado.

Es una chica decidida y terca, que no se detiene con nada. Esas son dos de las cosas que más me gustan de ella. Pero ahora mismo, cuando no puedo evitar imaginarla en peligro, me frustra que sea así. Se clava en una sola cosa y no sabe dejarlo estar. Tal y como pasó cuando me vio en mi forma de yeti y decidió seguir buscándolo.

Maldita sea...

— Giselle, Giselle, ¿qué voy a hacer contigo?

Busco el número de Douglas y lo llamo. No es mi amigo, es solo un chico con el que paso el rato de vez en vez, y por eso se me hace difícil comprender por qué mierda ha cruzado esa línea que yo puse entre Giselle y lo que ocurre con Seam. Él, mejor que nadie, sabe que una pareja nunca se toca, es sagrada, y que venga y decidiera meter sus narices para seguir incrementando el fuego en la curiosidad de Giselle, me molesta.

A pesar de mis ganas de reclamarle el atrevimiento que tuvo por querer involucrar a Giselle en todo esto, lo que hago es preguntarle por ella. Tengo la esperanza de que estén juntos, tal vez ella lo buscó luego para poder tener la conversación que Stefan impidió, pero cuando Douglas me dice que no, que no la ha visto desde que se fue de casa de Dove y Donovan, quiero gritar de la impotencia.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora